María Luisa Milanés, de una vida extraordinaria

María Luisa Milanés, de una vida extraordinaria
Fecha de publicación: 
21 Junio 2024
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Fragmento de Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés, puesta en escena de Argos Teatro, dedicada a la poetisa.

Lo único que supo María Luisa Milanés cuando estuvo frente a Ramón Fajardo Gamboa es que ese día se sintió presa de aquellos ojos que eran el espejo de apasionados momentos de amor. No vio sombras ni derrotas, y aun contra la oposición de su papá, el general Luisillo Milanés, la joven se casó con su enamorado en 1912.

Desde siempre soñaba ella con viajar a México para desarrollar su carrera literaria, pero halló fuerte oposición de su propio padre, quien incluso le había prohibido publicar sus versos, lo que la deprimió totalmente.

Esta singular mujer, quien conocía varios idiomas, gustaba de la música y fue notable pianista. Tenía predilección por La Bayamesa, de Céspedes y Fornaris.

Usó el seudónimo de Liana de Lux y llegó a publicar en la revista manzanillera Orto. En su inconclusa autobiografía desarrolló interesantes conceptos sobre la mujer y se le considera pionera del feminismo en Cuba, por haber escrito el primer manifiesto feminista en la isla.

El suicidio

Tuvo siete años de infeliz matrimonio. Rotas sus mayores ilusiones y totalmente defraudada, María Luisa se dio un disparo con la pistola de un pariente.  

Murió a los pocos días, el 19 de octubre de 1919. Solo tenía 26 años.

Fue enterrada en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, junto a los restos del padre y la madre, y más tarde fueron trasladados sus restos al de Bayamo, la tierra que tanto amó.

Uno de sus poemas más conocidos es el que tituló Epitafio:

Quiero una piedra blanca y no pulida
Sobre la tierra que mis huesos cubra,
Sin cruz, que una muy grande arrastré en vida.
No quiero que ninguno se descubra
Al detenerse ante la tumba oscura
De quien murió de angustias y amargura.
Ni un nombre, ni una fecha, ni unas flores
Quiero sobre la piedra, ni oraciones,
Ni llantos, ni recuerdos, mis amores
Que olviden, y también mis aflicciones,
Los que en la vida vieron en voltario.
Giro mis pasos por la senda umbría…
Silencio y paz para la tumba mía!
Por lo menos allí ni un comentario!

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