Ruido (+Infografía)

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Ruido (+Infografía)
Fecha de publicación: 
6 Abril 2025
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Imagen principal: 

Foto: tomada de Indie Rocksi

 

El destacado intelectual cubano Ambrosio Fornet (1932-2022) consideraba “que existe una relación entre el comportamiento individual y el social, entre las necesidades espirituales y las normas de convivencia”.

Y quizás este enunciado de ese consagrado académico –cuyo tercer aniversario del fallecimiento fue recordado el pasado 5 de abril- pudiera explicar, entre otras razones, el por qué de ciertos comportamientos sociales que hoy ensombrecen la cotidianidad cubana.

En particular, este texto pretende detenerse en la contaminación sonora, los ruidos muy variopintos que mal acompañan al cubano desde que comienza el día hasta que lo termina.

Iba a escribir “desde que despierta”, pero no sería exacto porque a veces son esos mismos ruidos los que le obligan a tirarse de la cama y los que tampoco le dejan dormir al concluir la jornada y tener un sueño reparador.

Los pregoneros, que en otras etapas coloreaban el día a día en la Isla con anuncios graciosos y hasta poéticos, de hace un largo tiempo a esta parte en vez de colorear, emborronan amaneceres, tardes y noches con sus exhortaciones, a veces casi apremiantes: “…Dale, que me voy”.

Por no hablar de los pregones o avisos grabados que se multiplican, en cansino ritornelo,  en muy distintas geografías de la ciudad avisando que llevan el mejor helado, o el “pay” de guayaba, el original.

Los hay que por su perseverancia –llueve, truene o relampaguee- quizás hasta merecerían algún premio o al menos ser imitados por otro tipo de trabajadores. Lo malo de esa constancia es que a veces comienza cuando apenas son las siete de la mañana y hay quienes a esa hora han empezado a intentar descansar luego de una guardia o un turno nocturno.

Pero si los ruidos fueran solo esos, quizás no merecerían la pena estas líneas.

Los ómnibus de transporte público, las máquinas de alquiler, los bicitaxi y otros, igual se encargan de difundir muchas veces a decibeles extremos las músicas de preferencia de sus conductores.

Los vehículos suenan el claxon a las horas más inverosímiles para avisarle a alguien, o parquean dejando a todo volumen su reproductora mientras aguardan o se despiden de algún pasajero.

Desde casas y apartamentos escapan por ventanas y puertas  peleas a gritos; llamados a quien ya va a medianía de cuadra, músicas altísimas, golpeteos y otros sonidos de reparaciones que no deberían escucharse al amanecer ni tampoco luego de anochecer.


Ilustración: tomada de invasor.cu

Cantos de gallos, ladridos de perros y hasta el gruñir de cerdos igual marcan la cotidianidad citadina, junto al decir de muchachones – y muchachonas- que se hablan a gritos intercambiándose una sarta de malas palabras e insultos a modo de saludo o juego.

Y lo peor es que nos vamos acostumbrando, o resignando, como si así debiera ser la vida, ya de por sí bastante complicada en esta ínsula.

 


Infografía: CubaSí

Claro que cuando la primera angustia es garantizar el alimento, la medicina, el agua, el combustible para cocinar, y “cogerle alante” al apagón,  esto de los ruidos queda como un mal menor. Pero ese está en nuestras manos, en el respeto al prójimo y a uno mismo, no depende de inversiones ni de bloqueos.

Valdría entonces, junto a Ambrosio Fornet, detenerse a pensar en el convencimiento con que concluye su tesis que da inicio a este texto:

“Pero como no sabemos qué alcance tiene ese vínculo (el de  las necesidades espirituales con las normas de convivencia), asumimos como tarea irrenunciable la de seguir creando las bases que favorezcan el predominio de lo mejor sobre lo peor”.

 

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