La Avellaneda, la que llamaron "La Peregrina"

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La Avellaneda, la que llamaron "La Peregrina"
Fecha de publicación: 
30 Marzo 2024
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Su corazón no lo estrujó el viento, sí aquellos vanos amores que intentaron torcer el rumbo de su vida. Era joven por eso la esperanza continuaba instalándose en su alma tan florecida de sueños y, aunque nuevos rostros le dejaron el desgarro de la ausencia, volvía a cruzar los márgenes de lo posible. Esas experiencias están en el ámbito de su expresión, en la de su poesía tan plena, tan raigalmente suya. Al final el tren en el que lo esperaba no llegó y hasta la barca blanca gobernada por una estrella se perdió en el mar, pero aun tuvo aliento para continuar soñando con el aroma del que algún día reinaría en su pecho.

La inolvidable Tula

Gertrudis Gómez de Avellaneda está considerada como una de las precursoras del feminismo en Cuba y Latinoamérica. Su aplaudido drama Leoncia reivindica el papel de la mujer en aquella sociedad llena de prejuicios, en la que vivió.
 
Publicó en la prensa artículos en los que plantea la igualdad intelectual entre mujeres y hombres e incluso la superioridad de las mujeres.

Nacida en Puerto Príncipe, actual Camagüey, en 1814, manifiesta su precocidad cuando, ya a los nueve años escribía versos. La escritora, dramaturga y poetisa cubana, vivió hasta 1836 en la Isla, fecha en la que fue a residir con su familia al exterior.

Muchos desengaños hirieron su corazón y, entre ellos, la muerte del padre, la desilusión cuando su amiga más fraterna se enamora de su novio. En su viaje a España la nostalgia  le dicta uno de sus poemas más conocidos: el antológico Al partir.

¡Perla del mar!, Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.

¡Voy a partir!... La chusma diligente,
para arrancarme del nativo suelo
las velas iza, y pronta a su desvelo
la brisa acude de tu zona ardiente.

¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor impela,
tú dulce nombre halagará mi oído!

¡Adiós!...ya cruje la turgente vela…
el ancla se alza… el buque, estremecido,
las olas corta y silencioso vuela.

Con el seudónimo de La Peregrina leyó versos que fueron muy alabados en los círculos intelectuales de la época en Sevilla.

Ignacio de Cepeda, joven estudiante de leyes, despertaría el amor en la joven pronto dolida al no ser correspondido en la medida que ansiaba. De este romance quedó una autobiografía y un epistolario que salió a la luz luego del fallecimiento a los 90 años de Cepeda.

Avasalladora fue la pasión de Tula por este burgués indiferente que solo piensa en él. En 1840, ella publica su primer drama Leoncia y establece relaciones de amistad con José Espronceda y José Zorrilla, entre otros.

Sería en Madrid, donde se editó la primera colección de versos de Tula con el título de Poesías. Con la obra de teatro Alfonso Munio conoce un éxito rotundo.

Resplandece en los salones por su belleza de cubana, sus dones literarios. Conoce al poeta Gabriel García Tasara, a quien se entrega estremecida de amor. De aquellos apasionados momentos, queda Tula embarazada. Tiempo después, en la soledad de su habitación y ante la esquivez del amante, no deja de preguntarse cuál será su destino; sabe que Tassara no es el mismo de los comienzos. De él solo el silencio la acompaña. Cuando nace María le pide una y otra vez al padre que conozca a la pequeña, Todo sus ruegos resultaron vanos.

Al final, es ella únicamente quien sufre la muerte prematura de la hija.

Después, La Avellaneda se casa con Pedro Sabater, quien meses después, fallece en Burdeos.

La camagüeyana continuaba cultivando la poesía y ya en 1845 fue premiada en un Concurso del Liceo Artístico y Literario de Madrid. En 1853, solicita su ingreso en la Real Academia Española de la que recibió la negativa, por ser mujer.

Continuó atacando los convencionalismos de aquella sociedad machista y defendió con fuerza en varios artículos “la audacia y astucia del sexo débil”.

Casada en 1856 con el político Domingo Verdugo regresó tiempo después a Cuba y fue reconocida por la crítica y sus compatriotas orgullosos de sus triunfos; tal es así que en 1860 el Liceo de La Habana la proclama Poetisa Nacional y su amiga Luisa Pérez de Zambrana, otra grande de las letras, le ciñe la corona de laureles.

Durante esa estadía, no solo disfrutó el encanto de nuestros paisajes, sino que en la capital dirigió la revista Álbum cubano de lo bueno y lo bello, donde publicó artículos muy interesantes sobre la mujer.

Viajó por ciudades de la Isla que le rindieron tributo y cuentan que en su natal Puerto Príncipe lloró emocionada al recordar los días felices de su infancia. Cinco años permanecería en su patria. A la muerte del coronel Verdugo, en Pinar del Río, ella embarca a España, donde falleció en su domicilio madrileño, el primero de febrero de 1873.

Escribió novelas como la antiesclavista Sab, Guatimozín y Dos mujeres, entre otras. Para la escena creó Leoncia, Munio Alfonso, El príncipe de Viana, Saúl, Simpatía y antipatía, y La hija de las flores...

Su drama Baltasar, que la consagrara definitivamente, se estrenó en el Teatro Novedades el 9 de abril de 1858 y se considera una de las obras más trascendentales del teatro español de aquella época.

Al referirse a La Peregrina, como llamaron a la Avellaneda, Cintio Vitier, expresó:

"...Sentimos en ella (y más aún que en sus versos en la electricidad humana que los rodean) una pasión, un fuego, un arranque vital que ninguna poetisa española ha tenido y que anuncian las voces femeninas de nuestros tiempos. Ella completa, es el tipo ya de la mujer americana".

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