Al cine, con el gran Ennio Morricone
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Ennio Morricone fue reconocido por el público y por la crítica...
El cine es luz, movimiento... y sonido. El cine es también música. Incluso el cine mudo tenía su música. Y hay películas que se han instalado en un lugar de privilegio de la memoria colectiva gracias, en buena medida, a su banda sonora, a su partitura.
Ennio Morricone, que murió este lunes en Roma, ha sido probablemente el más influyente de los compositores para el séptimo arte, sin dudas unos de los más prolíficos y populares.
Algunos lo identifican sobre todo por su música para los célebres spaghetti westerns, con los que se inició con el director italiano Sergio Leone. Y ciertamente, alguna de esas composiciones han corrido mejor suerte que las películas a las que estaban consagradas. Pero Morricone fue un autor muy versátil y afortunadamente el público y la crítica le tributaron siempre grandes homenajes.
Tres entre cientos
Lo más probable es que muchos hayan escuchado algunos de estos temas y no sepan quién fue el autor. Es lo que sucede con las grandes obras: trascienden a sus propios creadores. Si hubiera que escoger tres clásicos de la extensa producción de Morricone habría que empezar por su música para El bueno, el malo y el feo (Sergio Leone, 1966), que es quizás su tema más difundido; de inmediato se convirtió en un hit mundial.
Pero más emotiva y conmovedora fue su partitura para Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988), por más que algunos la consideren demasiado almibarada y grandilocuente. No se puede concebir una evocación de ese filme sin su gran tema musical, que resume la fuerza avasalladora de la historia.
No obstante, los críticos parecen coincidir en que el mejor trabajo de Morricone para el cine fue la música de Érase una vez en América (Leone, 1984), una verdadera proeza, pues logró articular un entramado riquísimo para más de 300 minutos de duración.
No es la música por la música
Algo se ha dicho siempre de la obra de Morricone para el cine: es buena formalmente, en no pocas ocasiones brillante, y siempre es funcional. Ennio Morricone no se regodeaba en la autosuficiencia de su arte. El componía para escuchar... y también para ver.
Por eso ahora mismo, cuando uno disfruta algunas de esas creaciones, basta cerrar los ojos para vislumbrar una escena memorable. Con la música de Ennio Morricone uno siempre se siente en el cine.
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