Un muy buen doctor
especiales
Conozco de un médico que tiene previsto situarles como tarea a los estudiantes de medicina a quienes da clases uno de los capítulos del Buen doctor para que estos detecten y rebatan posibles inconsistencias y errores médicos contenidos en la emisión.
En verdad la serie se presta para esos y otros ejercicios mentales por la riqueza en contenido y factura que la distinguen y la hicieron una de las series más vistas y exitosas del pasado año.
Ocurre que David Shore, su guionista y productor ejecutivo, jugó al seguro. Le avalaba su experiencia como creador del Doctor House, y para esta nueva serie no quiso arriesgarse.
Mezcló en la misma coctelera los infalibles ingredientes de la vida y la muerte jugando al ping pon, cuestiones éticas, amorosas, filiales, laborales... y todo eso a través del prisma de un médico cirujano autista con síndrome de genio.
En lugar del ácido e infalible House interpetado por Hugh Laurie, en esta oportunidad el protagónico va por el joven Freddie Highmore (que ya había brillado en Charlie y la fábrica de chocolate y Descubriendo Nunca Jamás,que le hizo ganador del Empire Award al Mejor Actor Revelación 2005) y quien este 2018 ganó el Globo de Oro en televisión dramática precisamente por su actuación como el autista doctor Shaun Murphy.
Inspirado en una serie surcoreana de 2013, en esta ocasión David Shore se encargó de que su protagónico, aunque es también médico y genial como House, se ubicara en la cara opuesta de la moneda. Este es capaz de reaccionar ante el dolor humano, evidencia, a su modo, ternura; trata todo el tiempo de aprender, y se equivoca.
Producido por Sony Pictures Television y ABC Studios, la serie se ha propuesto también recrear algunos de los temas más relevantes del presente como el racismo, la transexualidad, el alcoholismo, la adolescencia, la tercera edad, y el tener o no hijos.
Al mismo tiempo, de modo transversal están en ella presentes tópicos universales y de siempre: envidias, celos, amores, arribismos, oportunismos, solidaridad...
¿Un cirujano autista?
Tanto parece seguir impactando El Buen doctor, que en algunos diálogos entre cubanos ha surgidos el dilema de si es o no posible que exista un médico con las características de Shaun.
Es la misma pregunta repetida en otras latitudes por quienes ya han disfrutado de los 18 capítulos de esta primera temporada –que ya tiene una segunda en camino.
Como respuesta, especialistas en autismo de diversas partes del mundo han asegurado a la prensa no conocer casos similares en la vida real.
Casos como ese “son muy raros, uno en millones", asegura por ejemplo el Dr. Carlos Nuñes Filipe, psiquiatra y director clínico de la Asociación Portuguesa de trastornos del desarrollo y autismo. Refiere no conocer ningún caso en la medicina, pero menciona en el mundo de la música al pianista Glenn Gould.
La presidenta de la Federación Portuguesa de Autismo, Dra. Isabel Cottinelli, afirma que "un cirujano tiene que tener una flexibilidad de pensamiento que las personas con autismo no poseen”.
No obstante, todos los expertos subrayan el beneficio de que sea un autista el protagonista del serial, pues promueve la reflexión y un mayor conocimiento sobre esta patología, en la que no se descartan, aunque pocos, pacientes con elevadas capacidad intelectuales.
Es difícil enfrentarse al personaje del cirujano Shaun y no evocar al emblemático Raymond protagonizado por Dustin Hoffman en Rain Man. Pero con independencia de la memoria fotográfica o enciclopédica del segundo, o las habilidades para el cálculo del primero, no puede olvidarse que, como tendencia, a los autistas les marcan las dificultades para relacionarse socialmente y adaptarse a situaciones nuevas, las dificultades en la comunicación así como limitaciones sensoriales y/o motoras.
A pesar de esos tantos en su contra, hay autistas desempeñándose como obreros e incluso profesionales. Sucede que investigaciones actuales han concluido que los aquejados por autismo tienen conexiones en exceso, su cerebro funciona diferente al de la mayoría porque en ellos no aconteció el llamado proceso de poda neuronal que elimina conexiones supuestamente superfluas del lóbulo frontal.
No parece solo coincidencia que buena parte de la comunidad de profesionales de Silicon Valley se inscriba dentro del espectro autista, que es amplio.
Un aplauso pues para El Buen doctor que, además de mover a la reflexión sobre ese trastorno, constituye un entretenido audiovisual.
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