ZAPPING: Tres estrenos, una calle y mil caminos

ZAPPING: Tres estrenos, una calle y mil caminos
Fecha de publicación: 
3 Septiembre 2021
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Imagen principal: 

Fotograma de Delantero.

El dramatizado ha sido el rey de la programación veraniega de la televisión, y no precisamente por las telenovelas de turno —a las que, en su momento, les dedicaremos los comentarios de rigor—, sino por los unitarios.

Ojalá se pudiera contar con más estrenos en cada temporada, porque ofrecen ejemplos muy elocuentes de la televisión a la que podemos aspirar. Los estándares de calidad de la mayoría de los telefilmes y cuentos estrenados este año deberían ser los de todos los dramatizados de la Televisión Cubana, incluidos telenovelas y series policiacas.

Temas interesantes; guiones funcionales; buena factura: la ecuación parece simple, pero no es cuestión de coser y cantar. Para eso hace falta (más) talento, (más) constancia y (más) rigor. Más dinero también, claro; pero convengamos que con presupuestos parecidos se han realizado buenas, regulares y malas obras. Pero ese es otro asunto, vayamos a lo que nos ocupa: los tres telefilmes que se estrenaron en el espacio Una calle, mil caminos (sábados, 2:00 p.m., Cubavisión): Silencio, Giros y Delantero.

Fueron tres acercamientos a conflictos de la cotidianidad, a temas con los que cualquier espectador puede identificarse porque es muy probable que lo hayan marcado de una u otra manera: la relación entre hijos y padres separados; la emigración como medio de realización personal; y la asunción de una orientación sexual ante prejuicios lacerantes.

En los tres se evitó el trascendentalismo o la fábula ejemplarizante (aunque en Giros es menos sutil la concreción de la moraleja); y los tres son obras bien realizadas, más que funcionales en todos los apartados técnicos… y con evidentes —y conseguidas— pretensiones de belleza.

Silencio, escrita y dirigida por Yoel Infante, es al mismo tiempo road movie y drama familiar, con ciertas lógicas (bien asumidas) del melodrama.

La historia va desovillándose poco a poco, a golpe de puntos de giro en los que salen a la luz elementos importantes para comprender a los personajes y sus posiciones. De manera que solo hacia el final el espectador tiene a su disposición todas las piezas del rompecabezas. Como en un folletín de estirpe, hay secretos, verdades ocultas, venganzas y redenciones. Pero el tono de la trama no permite regodeos en sentimentalismos.

El viaje de un niño con su padre —del que solo tenía referencias— no es solo geográfico, es también sentimental. De La Habana a Holguín, sobre una camioneta, se suceden encuentros y desencuentros que definen un proceso de reconocimiento mutuo. Los personajes están muy bien construidos, y eso permite matizar las complejidades de una trama que, con otro tratamiento, pudiera hasta resultar artificiosa.

El compromiso de los actores resulta esencial. Todos convencen, muchas veces hasta las lágrimas. Desde los protagonistas hasta los secundarios. El director va pulsando aquí y allá resortes emotivos, bordeando con inteligencia énfasis banales. Hay escenas de una belleza, una carga simbólica y una contención ejemplares. Y todos los elementos de la puesta en pantalla contribuyen a instaurar las atmósferas: fotografía, edición, musicalización…

Con esa feliz acumulación, la escena final pareció un poco apresurada, resuelta con menos de lo que quizás ameritaba.

Giros, con guion de Katia Bulies y dirección de Roberto Díaz, cuenta una historia de amor marcada por la posibilidad de emigrar a otro país de una de sus protagonistas: una joven cuyo novio vive en el extranjero, y que es impelida por su madre para que se vaya con él para tener una nueva y mejor vida.

Se reflexiona aquí sobre la búsqueda de la felicidad. Ante la joven, la disyuntiva: abandona el país en pos de una supuesta realización, o se queda a acompañar a su madre sola, a vivir una nueva relación y consolidar un proyecto personal.

Están diáfanamente planteadas las motivaciones y las razones de todos los personajes, que puntualmente se contraponen. Pero cierto maniqueísmo lastra la densidad del conflicto. Es como si algunos de esos personajes estuvieran demasiado conscientes de lo que se debería o no se debería hacer (y decir), en una progresión previsible. Los puntos de giro y las peripecias no consiguen ahondar en la potencial complejidad de los dilemas.

De cualquier forma, no se pretende aquí una indagación profunda en las causas de la emigración; tema, por demás, muy arduo, con muchas aristas. Se trata de una recreación amable, que saca partido de la empatía de la pareja protagonista y de todo el entramado audiovisual.

Delantero, escrita y dirigida por Irán Hernández, se adentra en el conflicto de un joven que asume su homosexualidad ante los prejuicios de una parte de su entorno… y sus propias dudas y temores.

Mucho se ha avanzado en Cuba en la compresión de la naturaleza diversa de la sexualidad y su proyección social, pero queda mucho por hacer. Y Delantero narra una historia sencilla y conmovedora, que va desde la intimidad (líricas, muy sugerentes las ensoñaciones del protagonista) hasta la expresión más o menos pública de la orientación sexual, particularmente en un ámbito tantas veces asociado a la homofobia —explícita o tácita— como el fútbol.

Se trata de naturalizar lo que de hecho es natural, aunque ciertas construcciones sociales lo hayan demonizado. Ser homosexual no te hace mejor o peor persona; ni por supuesto, mejor o peor futbolista.

Con franqueza, sin eufemismos, con una sosegada progresión dramática transcurre la trama. No se cae en la trampa del alegato enfático y descarnado, pero tampoco se escatiman “golpes de efecto”, muy bien insertados. ¿Por qué, a estas alturas, habría que velar o sugerir el beso de dos hombres? Aquí hay beso porque la historia lo precisaba y porque es natural que los hombres y las mujeres se besen, en la vida y en el arte.

El tiempo de Delantero es casi cinematográfico. Muchas escenas parecen ralentizarse para resaltar la belleza o el simbolismo de un entorno. Es interesante la alternancia de planos, que remarca intenciones. Y los diálogos y peripecias fluyen sin sobresaltos, muy bien articulados, muy bien defendidos por los actores.

Sin necesidad de corear consignas el arte puede aportar mucho a la lucha por los derechos plenos de todos. Estos estrenos lo demuestran.

Comentarios

Muy cierto, ojalá la TV se quede con ese bichito en el cuerpo y podamos seguir disfrutando de espacios con la calidad de este
gustavo.hernandez@etecsa.cu
Es una ventana a la renovación de espacios en la televisión , la cual amén todas los requerimientos y dificultades demuestran la cantera de guiones e historias de nuestra realidad que la TV no aprovecha
Adrien@rect.uh.cu
Es hora de una televisión cubana sin miedo de romper estereotipos.
ajm@hotmail.com

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