Tina y Julio Antonio: fuego fecundo

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Tina y Julio Antonio: fuego fecundo
Fecha de publicación: 
9 Enero 2025
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Imagen principal: 

Mella y Tina. Obra del pintor cubano Carlos Guzmán.

El cansancio golpea el magnífico rostro. El saco, hecho a la medida de su espalda de frontón, está arrugado, con manchas en los puños y, de verlo, Nicanor, el padre, se sentiría molesto ante esta especie de burla a su trabajo como reconocido sastre. El cuello de la camisa está sucio, tiene hilachas semejantes a chillidos contra lo elegante. Del cuerpo de Julio Antonio Mella se alza un penetrante olor.

A ella no le importa, solo se fija en la fiereza de la mirada, en el pelo ensortijado merecido de manos tiernas danzando entre las ondas, en el tipo de griego tropical del hombre que inunda con su personalidad la redacción del periódico El Machete. También recuerda las anécdotas sobre este cubano, reafirmadas por las proezas, los ensueños escuchados -o adivinados- en la narración, con su voz de barítono, sobre el reciente periplo para fortalecer la conciencia y el quehacer de los trabajadores de regiones diversas, dedicada a quien los ha presentado.

A Tina Modotti no le molesta el olor a sudor, la ropa ajada, las agrandadas ojeras de este hombre: el carisma de Julio Antonio Mella la envuelve. Él pide perdón por la presencia y, luego de una sonrisa tranquila, retoma, ahora como disculpa y respondiendo a las miradas de ella, al relato de sus andanzas últimas por este México tan querido por ambos: en tren, hasta de polizón, sin dinero, ni pensar en hoteles, volar turnos de alimentación, dormir en el piso de un establo, el peligno tras sus huellas mientras organiza bases del Partido Comunista, crea grupos de corresponsales para la publicación, fortalece el movimiento sindical...

Ella no deja de mirarlo desde sus ojos tan bellos como el cuerpo. En él gana la timidez, compañera acostumbrada en estos lances... No lo deslumbran, aunque decenas de veces ha ocurrido. Allá en Cuba, oyó decir y se hizo el desentendido: "Muchachas, corran: ahí viene El Tigre...".

Así lo nombran por su hermosura mestiza, así lo nombran para hiperbolizar tanta hombría que ya trae desde el paso atlético. Disimula y eleva la voz entonces para ganar, movilizar, ascender, robustecer la lucha. Su auditorio, todavía exiguo para tantas misiones grandes, comprende y apoya: el Primer Congreso Nacional Estudiantil, la creación y el accionar de los grupos Manicatos, la revista Alma Mater, la FEU, la Liga Antimperialista, y lo esencial: el Partido Comunista. Algún día crecerán las filas, será todo un pueblo martiano y socialista. Por ello lucha. Rescata a Martí, trae a Lenin con la refulgencia propia de la etapa.

No se ha habituado, aunque no pocas muchachas, sin dejar de admirarlo como tigre, abrazaron sus ideales, realizaron algo por ellos y llegaron a quererlo más como líder que como besos deseados. Frente a Tina tartamudea, no sabe qué hacer con las manos ni con las frases, se sonroja. El amigo lo salva; “Aséate y regresa rápido. Los invito a tomar café con leche en el establecimiento de la esquina... ¿Aceptas, Tina, ¿verdad?

La mencionada frena su labor recomenzada en las cuartillas, para juntarlas con varias de las fotografías que ha tomado en la mañana, y responde afirmativamente.

Después de bañarse y vestirse con ropa limpia, accede sin dejar de advertir que después debe concentrarse en varias tareas atrasadas, mientras se compone otro saco limpísimo. De nuevo hay intercambio de miradas.

Tina, mucha mujer
   
Cuando Mella conoce a la Modotti (1926), ella era mucha mujer: Un poema de amor y de combate. Militante del Partido Comunista de México desde 1927, asciende de artista de la fotografía a creadora del pueblo, para el pueblo y desde el pueblo. Por su sensibilidad e ideología mayores, supera al maestro, el norteamericano Edward Weston, con quien sostuvo relaciones amorosas luego de la muerte del esposo (1922), el poeta y pintor franco canadiense Roubaux de L’ Abrie Richey, establecido en California. Los dos hombres impulsaron los pasos estéticos de la italiana.

México la atrajo por la compleja lucha social, por el arte apoyado allí vigorosamente, las vibrantes esperanzas de los pobres. Se acabó el romance con Weston, aunque quedó convertido en amistad y este marchó a Estados Unidos. Tina continuó en la tierra de los aztecas, con una visión muy clara como mujer, como artista, como política. Trabaja en El Machete y defiende toda causa noble del mundo: la campaña por la libertad de Saco y Vanzetti, la lucha de Sandino en Nicaragua, el aumento salarial a los proletarios.
    
Nacida en Udine, poblado cercano a Venecia, el 16 de agosto de 1896, bautizada como Adelaida Luigia, conocía la miseria; cuna obrera, de gente ligada al movimiento socialista. Su hermana Yolanda al recordarla dice: “...era una pequeña dama, con sus grandes ojos tristes en un rostro hambriento. Era la única de nosotros que trabajaba y ganaba algunos centavos al día. Laboraba doce horas diarias en una manufactura de seda y, cualquiera que fuera su tarea, siempre tenía los dedos hinchados y adoloridos”.
 
Siguió al progenitor en la emigración. En 1914, laboró en fábricas de San Francisco, California. Se vinculó al teatro de aficionados. Y su brillo la condujo a Hollywood donde actuó en varios filmes. Querían convertirla en estrella, un mito viviente, basado en su tipo. Demasiado ser humano, rompió con aquello.

Al topar con el antimperialista cubano, era revolucionaria a la altura de él. Hasta entonces quería al pintor comunista Xavier Guerrero, quien pasaba un curso político en Moscú. Mella la impacta. Al inicio, Tina es un no a los requerimientos. Por fin se decide: en junio de 1928 le escribe al artista “la carta más dolorosa de mi vida”. Le confiesa: “He conocido un hombre maravilloso”, y el triste texto continúa hasta la ruptura de relaciones. Al estar la misiva en manos de Guerrero, se entrega en alma y cuerpo a su Julio, así lo llama.

Septiembre de 1928. El vence su timidez. Los lazos matrimoniales con Olivín Zaldívar han quebrado. Desea comenzar un nuevo amor. Por esa fecha, sin abandonar la guerra contra la burguesía, pero desesperado, lleno de pasión, le escribe a su amada:
 
Mia Cara Tinísima:

Puede ser que para ti fuera una imprudencia el telegrama, pues estás acostumbrada a llenarte de asombro por todo lo que hay entre nosotros. como si fuera el crimen más grande el que cometemos al amarnos. Sin embargo, nada más justo, natural y necesario para nuestras vidas.

Tu figura no se me ha borrado en todo el trayecto.

Todavía te veo de luto, traje y espíritu, dándome el último saludo y como queriendo venir hacia mí. Tus palabras también las tengo acariciándome el oído. Y cuando llegué al trópico, y comienza el festín del calor, con la selva y el cielo azul, ya sabes que me parecía ver en cada espesura su complemento: aquella espalda con aquel pelo negro suelto como una bandera, que era mi consuelo al no poder verte. Bien, Tina, perdona que no sea tan largo. Estoy agotado. Creo que voy a perder la razón.

He pensado con demasiado dolor en estos días y hoy tengo todavía abiertas las heridas que me ha producido esta separación.: la más dolorosa de mi vida.  Si ya te has serenado, escribe. Pon un poco de paz en mi espíritu. Cada vez más pienso en mi situación, me parece que estoy en la entrada de un cementerio. Te quiero, serio, tempestuosamente. Como algo definitivo. Tú dices que me quieres igual a mí. Si solucionamos esto tengo la convicción de que nuestra vida va a ser algo fecundo y grande. Pero me repites lo de antes, que no estás dispuesta a soluciones. Por mi Tina, he tomado con mis propias manos mi vida y la he arrojado a tu balcón, cómplice de de nuestros amores. Algunas veces he creído que soy un niño y me tienes lástima. Si no, explícame que amor es este que me lleva a la desesperación.  Dime cuál es la esperanza.

Si no deseas estar en México. nos vamos juntos a Cuba o a la Argentina. Tina, no está en mí suplicarte, pero a nombre de lo que nos amamos, dame algo cierto, algo que no sea humo. Conmigo no hay que tener. Ahí te va no un beso porque ya no tengo alma, pero sí un recuerdo muy cariñoso para mi madrecita. También esta lágrima que saltó sobre los tipos de la dactilográfica que tú has socializado con tu arte.

Salud, camarada.
 
El diez de enero de 1929, los balazos destrozarían el hechizo. “Muero por la revolución”, diría el atleta de la libertad en brazos de su amada al ser herido en la esquina mexicana de Abraham González y Morelos en Ciudad de México.

Fallecería en la madrugada del once. Los reaccionarios tratarían de hacer ver que era un crimen pasional, acusarían a Tina de Mata Hari del Comintern, de mujer fatal. Los infundios chocarían con la roca del carácter y la vida de la joven. Venció y continuó su lid contra los enemigos de los pueblos.
 
Deportada de la tierra de Juárez en 1930, por otra maldad de la derecha, en la URSS encontró acogida y llegó a ocupar la segunda jefatura del Socorro Rojo Internacional. Después, en España será María, una de las milicianas fundadoras del Quinto Regimiento y combatió, con el fusil o curando a los heridos, por la República y contra el fascismo. Retornó a México en 1938, con su pareja de entonces, el legendario comunista Vittorio Vidale, el comandante Carlos, que había sido jefe del Quinto Regimiento. En la capital de Zapata, falleció el cinco de enero de 1942, víctima de un síncope cardiaco.
 
Mas como expresó Pablo Neruda en Tina Modotti ha muerto :...Tina Modotti, hermana, no duermas... Son los tuyos,  hermana, los que hoy dicen tu nombre/ los que de todas partes, del agua y de la tierra,/ con tu nombre otros nombres callamos y decimos/ Porque el fuego no muere.

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