Si no fuera por el mago que cayó del cielo
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Quería titular un escrito sobre ella así: Las puertas doradas no se resisten ante el coraje de María Caridad Colón Ruenes. Pero decidí utilizar con variantes El mago que cayó del cielo, debido a una entrevista realizada por mi amigo y colega Hedelberto López Blanch, encabezadora del texto y la obra donde está ubicada al ser conquistado el escritor por esa frase surgida del corazón de la deportista para referirse al Doctor Rodrigo Álvarez Cambras. Pero ahora continuemos nuestro recorrido olímpico. Suiza nos espera en 1980 muy ligada a la jabalinista y el médico.
Los Juegos con sede en Moscú están al cruzar de la calle. Llegamos al estadio helvético en medio de una competencia que sirve de fogueo con vista al XXII clásico. Va a lanzar María Caridad… ¡Se cae, mi madre, se ha caído…! Las malas condiciones de la pista le han jugado una mala pasada. Se incorpora ayudada. Cojea. Apoyan su marcha hacia el centro médico. Dentro de 20 días tendrá que batirse a jabalinazos. Confiesa que varias partes de su cuerpo le duelen un mundo. ¿Y si se ha resentido de su padecimiento en la columna? En cuanto arribe a la capital soviética se dejará atender por los médicos cubanos. “Solo por ellos”, advierte mientras crecen el dolor y la angustia.
En la URSS. Está usando muletas. Vamos a acompañarla. Dolencia agigantada al sentarse, al acostarse. El Doctor Álvarez Cambras. “Hay que infiltrarte en esa zona Te va a doler muchísimo; es sin anestesia.”. “No me importa, yo voy a competir como sea...” La infiltra por primera vez. En un baño, sobre un paño verde estéril, colocado sobre el inodoro. Juantorena y el fisioterapeuta la aguantan con fuerza. La paciente muerde una almohada. El galeno labora: salva, La deportista se levanta: ¡No me duele nada…!” Mas la lesión espera con la ponzoña lista. El tratamiento sigue. Le preguntamos a dónde se dirige y responde: “Voy a ver a mi brujo”.
Clasifica como tercera de su grupo con 62.42. Supo no excederse y con un solo disparo ya estaba en la final. Fase decisiva: el Doctor trabaja con ella en un camerino de la Villa y aparte del bloqueo, de la anestesia, la está orientando: “No te esfuerces en el calentamiento y ponlo todo en el primer envío. Después vas a tener dolor y la jabalina te va caer en un pie”.
Obedece. Sin pasarse al calentar. Es la décima en el momento de la verdad. Tira... Y de qué manera: se puso al frente con 68.40 y quebró el récord de los Juegos. Derrumbó psíquicamente a las favoritas: la alemana democrática Ruth Fucsh vencedora en Munich 72 y Montreal 76 y plusmarquista del clásico, y la recordista mundial, la soviética Tatiana Biryulima. Tanto que se van sin presea. La cubana se embulla y, a pesar de cierto dolor ascendente, vuelve a tirar: 64.58, 62.70, 66.02 y 63.06. Con ninguno habría derrotado a las ocupantes de los peldaños de plata y de bronce Saida Gumba (Urss) y Ute Hommola (Rda) quienes consiguieron 67.76 y 66.56. Toda la razón para lo orientado por Álvarez Cambras.
A un periodista, María Caridad le expresó convertida ya en la primera campeona olímpica iberolatinoamericana: “La mitad de mi medalla de oro le pertenece a mi Mago Doctor”. El “mago” señaló al respecto: “De nada hubiera valido mi trabajo si no hubiera confiado en mí, y si no llega a ser lo que es: una de las atletas más valientes que he conocido”.
Victoria de la mestiza de Baracoa, de Guantánamo, de Cuba, con sangre africana, aborigen e hispana en sus venas. Y la generosa de su bisabuelo, el comandante mambí Félix Ruenes, participante de la Guerra de los Diez Años y la organizada por el Apóstol; también cuidó de José Martí y de Máximo Gómez y los condujo, durante la Guerra Necesaria, a la reunión con Antonio Maceo. Como escribió Oscar Sánchez en magnífica crónica publicada en Granma: “Esa misión y su trascendencia pasaron de generación a generación en su familia: su nieta se hizo maestra; la biznieta, como él, cumplió y llenó de gloria a Cuba...”
María Caridad obtuvo dos premios máximos y un subtítulo panamericano, tres y uno de los Centrocaribes. Su superior lanzamiento con el modelo antes del cambio: 67 metros en Santiago de los Caballeros1986. Fue, tercera en una Copa Mundial y en una Universiada. Integra desde 2003 el Salón de la Fama del Atletismo de Centroamérica y del Caribe. Seleccionada entre los cien deportistas cubanos más destacados del siglo XX. Vale recordar otros traumatismos sufridos, aunque por debajo del que por poco le roba el gran laurel: en el tobillo, en la mano derecha, una jabalina clavada en el muslo izquierdo, atendidos en el Frank País.
De dicha y sano orgullo llena a Cuba su merecida elección a la alta cima del Comité Olímpico Internacional. En su pecho crece el de todos los compatriotas honestos. Es innegable el aporte personal en su desarrollo, los sacrificios, incluso no permitirse decaer debido a algún choque con lo mal hecho, con incomprensiones, con tristezas inesperadas:¿quién no ha sido herido por ellos? Siempre ha seguido adelante con el amor por la Revolución y la humanidad en plano fundamental. Como debe ser. Ha sido delegada del Poder Popular, madrina de centros escolares, funcionaria, vicepresidenta del Equipo Nacional de Historia del Deporte…
Le decían el motorcito, pero le hubiera sido muy difícil llegar a dónde ha llegado sin este proceso que derrumbó el muro separador de las masas de la cultura física, y fundó un hospital como el Frank País. Lo señaló quien fuera su magnífico director, el Doctor Rodrigo Álvarez Cambras: “Fue un sueño que tuve un día y se logró gracias a la revolución socialista en Cuba y a Fidel”. El mago cayó de aquel cielo.
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Zarza
oscar
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