DE LA HISTORIA OLÍMPICA: Maratón de robos
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La entronización del comercialismo en el deporte, sin dejar fuera al olimpismo, fortaleció el robo de músculos y galardones. También el dopaje. Sin negar el uso de esto último por sistemas que no debieron hacerlo, para mostrar desarrollo con el objetivo de loar el avance general de su nación. Esa trampa dañina para la salud de los atletas, llegó a herir la imagen de los funcionarios que la utilizaba y del territorio representado por ellos. Derrumbes hubo y más allá de lo agonal. En este texto deseo referirme con mayor hincapié a los ladrones y prometo tratar la otra estafa más adelante
Latrocinio pues: a muchos verdaderos vencedores les han birlado hasta la medalla de oro con ese maldito truco y aun si lo descubren, no pocas veces han pasado bastantes años para que la presea llega a las manos de quien la merece, y su dueño verdadero ha perdido la satisfacción de subir al podio en la misma justa. Además, no siempre se ha conocido la justa decisión por la afición y el pueblo cómo se debe. El hecho reivindicador de la martilista Yipsi Moreno es un ejemplo.
Ahora me dirijo a la cueva de los ladrones. Pues, Ábrete, Sésamo. Énfasis en los muy sonados en la Magna Cita. En la prueba de maratón la cosecha es enorme y empezó temprano. En Atenas 1896 capturaron a Velokas o Belokas, quien arribó tercero, y en ese puesto fue colocado quien era su dueño: el húngaro Gyula Kellner. Sin embargo, se dejó en la neblina el porqué del cambio, al parecer debido al uso del infractor de un sendero más corto del estipulado o un auxilio recibido. No se quiso lacerar a la sede.
También fue descubierto el maratonista estadounidense Fred Lordz en San Luis 1904. Fue perseguido y hasta sufrió pedradas por un grupo de fanáticos al saberse la realidad: había montado en un carro de un amigo durante varios tramos Se declaró triunfador a su compatriota Tom Hicks. Tampoco lo merecía: había sido ayudado por algunas personas y llegaron a inyectarle una sustancia estimuladora. El silencio politiquero para no molestar al escenario de la lid. Esa acción perjudicó a nuestro Félix, Andarín, Carvajal: ocupante del cuarto puesto: se le debió ascender al tercero.
Hay más: el argelino Mohamed El Ouafi obtuvo para Francia la corona del maratón en Ámsterdam 1928, después de fracasar cuatro años atrás en París: terminó séptimo. Su vida concluyó varios años después en una pelea entre pordioseros en la capital francesa: un compañero de desgracias lo mató a cuchilladas para quitarle las monedas que tenía en un plato. Su coterráneo Alain Mimoun le entregó la gloria a la metrópoli gala en Melbourne 1956 en la distancia del Deporte Rey más larga. Mimoun tuvo una hoja de servicios hermosa, más su vida está muy lejos de esa hermosura. El talento alejado de la virtud está enfangado.
En Berlín 1936, certamen manchado por el nazismo, el titular y el contendiente bronceado del maratón fueron Kitei Son y Shoryu Nam. Ambos nacieron en Corea: nombre real de Kitei, Sohn Kee-Chung; el de Shoryu, Nam Seung Yong. Ambos representaron a Japón en la cita de la capital germana mientras los invasores nipones hacían horrores.
Ese birlar ha crecido extraordinariamente; en el olimpismo, al ritmo del avance de las lesiones proporcionadas por los negocios. Ya es muy común y, de una forma u otra se oficializa por las autoridades. Sobre el caso expresó Fidel el 29 de septiembre del año 2000: “Soñamos con el día en que no aparezca un país europeo, muy nórdico, muy blanco y de ojos azules, cuyas competencias las realiza tanto con kenyanos, nigerianos, etíopes o ciudadanos de otros países, como con ciudadanos cubanos que se han robado”.
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