Al rescate de nuestros parques infantiles por “la esperanza del mundo”
especiales
Concurrí como periodista la II Conferencia Internacional “Con todos y para el bien de Todos”, a finales del pasado mes de enero auspiciada por el Centro de Estudios Martianos y otras instituciones. Asistí para hacer una entrevista que logré. Había cumplido mi misión profesional.
Entonces, en vez de retirarme me dediqué a escuchar en diferentes salas ponencias e intervenciones de los delegados asistentes. Me fue muy útil apreciar ese “cesto de llamas “con el florecimiento de las ideas martianas y la presencia de muchos admiradores de El Apóstol de la Independencia de Cuba en diferentes partes del mundo.
En una de ellas grupo de participantes escuchaba la experiencia de la directora de la Casa Museo Natal de José Martí, Diohelys Delgado, ubicada en la Habana Vieja. Lugar que todo cubano debe visitar. Su intervención aportó algo novedoso.
Hablaba ella de una iniciativa para brindarle ayuda a los niños del barrió ubicado alrededor de la calle Leonor Pérez en lo que se podría llamar “la Habana Profunda”, de familias sencillas (“Con los pobres de la tierra/quiero yo mi suerte echar “). Allí, decía la ponente no habían lugares de esparcimiento para los niños y explicaba cómo casi todos los menores se dedicaban a sus pillerías.
Sin embargo a la encargada del Museo se le ocurrió que el jardín de la Casa Natal de José Martí, que estaba descuidado, fuera atendido por los niños y motivarlos a ocupar su tiempo en algo que los entusiasmara. Así acudieron los pequeñuelos a su llamado y el jardín floreció como nunca antes.
Ella y el colectivo les enseñaron a los menores cómo sembrar y cuidar las plantas y las flores. Se sintieron felices en ver cómo crecía lo que bien cuidaban. Es actualmente un bello jardín al que acuden regularmente los pequeños en sus tiempos libres.
Tal información me motivó a pensar en la posibilidad de que se inicie un movimiento de los martianos con la Organización de Pioneros José Martí y otras intuiciones en favor de la sana recreación de los pequeñuelos.
Soy abuelo y los domingos lo dedico a Paloma, mi nieta de dos años. Confieso que me resulta difícil encontrarle opciones para su recreación, aunque cualquier paseo, su pelota y el parque despierta su alegría. Está la niña descubriendo un mundo nuevo al salir de su hogar y del Círculo.
He apreciado en mis rondas con ella y mi esposa que no hay ningún parque infantil del municipio Plaza, donde vive la familia, que muestren un mediano o buen estado. Todos presentan un panorama deplorable, de abandono, con aparatos desvencijados y áreas verdaderamente deprimentes.
Tal es el caso del Parque Almendrares, el de la calle Paseo, el cercano a la avenida 26, el del Parque Zoológico, entre otros. Muchos de ellos se mantienen precariamente por la iniciativa de particulares que llevan brincolines o maquinas pequeñas, y hasta caballos de verdad para que los niños disfruten. No sé si los mueve el amor o el dinero que cobran por pasearlos o ambas cosas, pero “resuelven” la distracción de los niños.
Jalisco Park, todo un símbolo de la Habana, por el que hemos pasado varias generaciones de capitalinos, se mantiene por una verdadera hazaña de sus trabajadores que logran que estén funcionando. Los niños se divierten con los ruidosos y viejos aparatos que mueven autos y caballitos, una estrella, los avioncitos y los botecitos con agua y todo. Es casi un milagro que funcionen todavía.
Decía medio en serio y medio en broma un domingo el Payaso “Azul” de Jalisco, que no les dejan establecer allí una cooperativa.
Tal vez el estado, ocupado de los macro proyectos económicos, no pueda mejorar un poco Jalisco y los parques infantiles, pero quizás el parque sería una útil cooperativa para que se repararen los añosos aparatos, sin esperar por largo tiempo presupuestos estatales y decisiones de funcionarios.
No se trata ahora de traer sofisticados aparatos y gastar el país sus divisas en adquirirlos. Es poner un poco de iniciativa y entusiasmo y que se inicie un movimiento popular en favor de la sana recreación de nuestros más pequeños, de los que saben querer y son nuestra esperanza para que sea posible un mundo mejor.
Entonces, por qué no iniciar con mucho amor un Movimiento Nacional en favor del esparcimiento de los niños. Una acción martiana que cuente también con el apoyo de la comunidad y el entusiasmo de la Organización de Pioneros José Martí para rescatar esos lugares con la contribución de todos y para el bien de todos los pequeñuelos.
Debemos, sin embargo, reconocer otras demostraciones como el Teatro Guiñol de la calle M, que brinda buenos espectáculos todos los domingos. El de La Colmenita, orgullo de nuestro país que ha tocado incluso la sensibilidad de otros pueblos al presentarse ante ellos.
No me anima hacer críticas, abundar en quejas, sino sugerir en buscar soluciones.
Una buena iniciativa sería que en las asociaciones de profesionales que cuentan con mansiones y casas con buenas instalaciones, dediquen programas para los niños. Por ejemplo, las sedes de los escritores y artistas, de los periodistas, juristas y casas de cultura entre otros, podrían convocar a artistas, músicos, magos para presentarles buenos espectáculos. Que cobre fuerza una Acción Martiana por los niños cubanos.
Y si se reparan los parques y lugares de esparcimientos para los niños es necesario que se destinen personas que los cuiden, pues sobran ejemplos abordados por la prensa donde se aprecia que después de terminada una obra para la recreación, por la acción de personas irresponsables se dañan y vuelven a un estado deplorable después de invertirse cuantiosos recursos en ellas.
Recordemos a Martí con hechos. Porque tal como nos indicó: “Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo”.
Muchos años después Albert Einstein nos dijo : "La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices”.
Y Fidel Castro al hacer entrega al Ministerio de Educación del Campamento militar de Colombia, el mayor de Cuba y albergue durante años de un ejército enemigo del pueblo dijo “Nada es más importante que un niño.” Así lo ha hecho la Revolución durante todos estos años, pero la atención al niño puede y debe perfeccionarse cada día. Hagamos una acción martiana para hacer más felices a nuestros forjadores del futuro.
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