El temor a los años
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Imagen tomada de https://www.spreaker.com
El miedo a envejecer acecha cada vez a más personas, incluso muy jóvenes, con una vida por delante. En parte es culpa de los medios, de los famosos, de las grandes cadenas cosméticas que inundan todo de publicidad engañosa para que sintamos que esta línea debajo del párpado está mal, es un error, no debería estar.
Entonces buscamos por todas las vías hacerla menos evidente, le ponemos cremas, la maquillamos, otros se someten a tratamientos que le dan una apariencia de piel de porcelana, muy linda, aunque tengan setenta años. Los hay.
Es una competencia contra la edad, como si vivir no fuera un privilegio, como si pudiéramos escondernos del tiempo, burlar así lo vivido. Es una epidemia, una obsesión, nadie quiere cumplir años, y si pudieran se quedarían congelados sin expresiones faciales porque de reír mucho se nos marcan las comisuras, y si mostramos enojo se nos arruga la frente.
La piel sin ton ni son no solo se agrieta, se hace porosa, menos elástica, más flácida y opaca. También el cabello pierde volumen y brillo. ¿Y qué decir del cuerpo? Ese sí es el verdadero caos, cambia su forma, se pierde músculo, la gravedad hace su parte, las rodillas crujen.
Al fenómeno de enfrentar los embates normales de la edad no hay quien le siga la pista. Día a día aparecen métodos nuevos, cirugías de todo tipo, productos mágicos, dietas milagrosas que prometen retrasar o desaparecer los signos del almanaque. Y cada vez las mujeres —hombres también—que pueden parecen más Barbies, con cuerpos similares, con la misma nariz “rinoplastiada” como si las hicieran en serie.
Verse excelente y cuidar la apariencia está muy bien. Fortalece la autoestima, nos gusta estar lozanos, sentir que aún nos falta mucho para morir. Lo cuestionable es cuando resulta en fijación y deja de ser saludable. A veces produce daños físicos, y otras es el ánimo lo que se afecta al no conseguir los resultados esperados, al sentir tortura al mirarse al espejo y no conformarse ni quererse.
Para una parte del mundo lo natural está dejando de ser bonito porque todo es perfectible, todo se puede corregir y cambiar con medicina estética. La cultura del autocuidado fue más allá de querer repeler las huellas del cansancio hasta caer en retoques excesivos y en apariencias irreales que distorsionan la percepción de la edad, o de la vida, que es lo mismo.
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