DE CUBA, SU GENTE: ¿Serás, amor, un largo adiós que no se acaba?

DE CUBA, SU GENTE: ¿Serás, amor, un largo adiós que no se acaba?
Fecha de publicación: 
22 Febrero 2016
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—¿Te puedo ayudar en algo? —le dije, porque no me sentía cómoda pasando a lo largo por el lado de alguien que parecía estar dispuesto a emprender caída sin fondo.

Cuando me le acerqué, me enseñó una foto raída.

«Esta que ves aquí es el amor de mi vida. Y aunque era mala en la cama y 18 años más vieja que yo, estoy loco por ella».

La respuesta era tan contundente, que traía matices de locura; quise alejarme, pero antes de que lo hiciera, y aunque no viniera a tema (porque yo era apenas una desconocida que vagaba por el césped, huyéndole a la muchedumbre de la Feria del Libro), Ernesto me contó su historia.

«Nos conocimos la tarde en que llegué de Cienfuegos, hace seis años. Vine con dos pañuelos y doscientos pesos. Nada más. Ella me encontró llorando en la calle debajo de un aguacero, me preguntó más o menos lo mismo que tú ahora… y me pidió que la acompañara. Me llevó a su casa, que está cruzando la calle, detrás del parqueo de la Feria, y me cosió las medias, me dio de comer y me dijo que podía quedarme cuanto lo necesitara.

«Su casa era del tamaño de un grano de frijol. Por muebles tenía una litera, un fregadero que botaba el agua por la ventana y un cubo que servía lo mismo de utensilio de limpieza que de inodoro. Vivía de lo que le daba su exmarido, el padre de sus dos hijos, que sí vivían en muy buenas condiciones, con casa de verdad, de la que no gotea cuando llueve.

«Y nada… empezamos a “luchar”. Ella a presentarme gente; yo a ofrecerme ante esa gente para lo que fuera, desde arreglador de ventiladores hasta consoladores. Primero decía que sabía hacerlo y después aprendía. Aprendía sobre la marcha. Y ahí fuimos tirando… primero hicimos ilegal lo que después se pudo hacer con las ventanas abiertas. Cuando legalizaron lo de los negocios, montamos uno. Pero todo lo dejé, todo».

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—La crisis de los 30. Es una sensación que empieza en la boca del estómago, que te da todo el tiempo ganas de vomitar. Nosotros hasta fuimos al médico porque pensamos que yo tenía gastritis. Pero nada. No era gastritis, era…

—La crisis de los 30.

—Ajá.

«Te empiezas a dar cuenta de que se te va la juventud, y te empiezas a preguntar qué estás haciendo con tu vida. Ya de repente no quieres estar con alguien que te lleva 18 años, porque empiezas a darte cuenta de que la juventud no es para siempre. Así que la dejé».

—Pero la extrañas…

—Extraño todo. Incluso las veces que no me dejaba hacerle el amor, porque, ¿sabes?, las mujeres mayores tienen muchos tabúes.

De repente, Ernesto se voltea a observarme. Lo dejo detallarme. Pienso que quizás se esté dando cuenta de que ha contado mucho a una desconocida; asumo que quizás tema por el destino de su historia. Pero estaba en otra cosa:

—¿Y tú? ¿A qué te dedicas?

—¿Yo? Escribo.

—¿Escribes? Qué casualidad. Yo una vez leí un libro.

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