Impunidad policial en Brasil: Ya no me río de Janeiro

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Impunidad policial en Brasil: Ya no me río de Janeiro
Fecha de publicación: 
9 Mayo 2021
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Al conocer sobre la más reciente masacre en la emblemática ciudad brasileña de Río de Janeiro, vino a mi mente aquel dicho de un muy buen cómico argentino, admirador de Fidel, que exclamaba: “Cada vez que me acuerdo, me río de Janeiro”.

Sin ser grandes momentos, en aquellos tiempos se podía reír en la urbe carioca, hasta que llegaron otros, como estos de mayo, en que la ciudad se ha cubierto de sangre en una de sus zonas más pobres, en una favela, donde la muy bien armada policía acaba de asesinar a por lo menos 24 personas a las que sindica con el crimen organizado, mientras solo se reportaba una baja mortal de los agentes, a pesar de que, según fuentes oficiales, se les ofreció resistencia con un buen armamento.

Realmente, es muy difícil pensar que no fue una ejecución en toda la regla, según los cánones fascistas. Quizás las víctimas sean más, porque la destrucción fue grande, pero a las autoridades no les interesa, como tampoco la vida de los brasileños pobres, que son muchos, con más de 400 000 muertos a causa de la actual pandemia de la COVID-19, descuidada totalmente por el gobierno de Jair Bolsonaro.

Días antes de la masacre de 24 personas en la favela, la policía había matado a 13 durante un operativo en otra zona pobre carioca. Ningún oficial murió. Y es que como apuntaron reporteros de prensa extranjeros, en Brasil, y específicamente en Río de Janeiro, la policía tiene licencia para matar.

Ahora Naciones Unidas, la Oficina de la Comisión de Derechos Humanos, se ha mostrado compungida e indicado que se debe estudiar tal situación.

Pero ello, de una u otra manera, el desprecio a la vida humana, está ocurriendo también a lo largo y ancho de Colombia y sucede casi a diario en Chile, lugar de origen de la titular “humanitaria”, quien ha demostrado que ya no recuerda que fue vejada por la dictadura pinochetista, y sólo tiene requiebros y diatribas contra la que considera antipática Revolución Bolivariana.

Qué en Brasil, y especialmente en Río, la policía brasileña invada una favela es algo corriente, y más cuando los agentes no tienen restricciones, están protegidos por sus jefes y los políticos, empezando por Bolsonaro, con la certeza de que los asesinatos no serán usados en su contra.

Ya el pasado año se estableció un récord de muertes violentas -1814-a manos de la policía brasileña, y en este sentido los corresponsales

Manuela Andeoni y Ernesto Londoño constataron personalmente que Rodrigo dos Santos, de 16 años, y un compañero que viajaban en una motocicleta fueron baleados por dos agentes.

Rodrigo murió de camino al hospital, sangrando de una herida de bala en su brazo, y tres en su espalda. La policía nunca afirmó que estaba armado, y uno de los agentes involucrados, el sargento Sergio Britto, estaba de servicio, incluso a pesar de que lo estaban juzgando por asesinato, acusado de disparar a otro hombre en el cuello a quemarropa.

Una cuarta parte de los asesinatos examinados por The New York Times fueron cometidos por policías previamente acusados de, por lo menos, un delito. Un agente había sido suspendido para una evaluación psicológica, por la asombrosa cantidad de municiones que disparó en un año en servicio: más de 600 cartuchos.

Algunos funcionarios también reconocen que los agentes de policía matan a presuntos delincuentes en emboscadas premeditadas.

Los tiroteos policiales se han intensificado este año, incluso cuando el estado ha ordenado cerrar los comercios e instado a la gente a quedarse en casa por el coronavirus.

 

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