El reordenamiento geopolítico global: la desglobalización y la desdolarización
especiales
El mundo se reordena: una vez más Eurasia está en guerra, esta vez por delegación del otrora indiscutible hegemon EEUU, el eje geopolítico global se desplaza hacia el Oriente. Y si pareciera haber consenso para afirmar que el neoliberalismo y la financierización de la economía impulsaron la globalización, no lo hay respecto a sus resultados. Ello es así porque el “Occidente” (EEUU y sus estados vasallos y siervos) que la impulsó no sólo no obtuvo los beneficios esperados ya que no logró restaurar el orden geopolítico global que aceleradamente perdía (aunque el capital financiero transnacionalizado a cuyo servicio se encuentran esos mismos estados nacionales alcanzara ganancias fabulosas), sino que el mundo hoy aceleradamente se “desglobaliza” y también se “desdolariza”.
La crisis de 2008-2009 –que debió ser la alerta a “Occidente” de que el neoliberalismo y la financierización de la economía no era la panacea esperada –poco contribuyó a que el capital regresara a la economía real (producción de bienes y servicios no financieros) en los países “desarrollados”. Y aunque el crecimiento en general se mantuvo, este se concentró principalmente en los países del “Sur global” y en la región Asia-Pacífico, paradójicamente con amplia participación del capital transnacional en busca de las ganancias extraordinarias proporcionadas por el significativo diferencial de los costos de producción y, en ellos, de los salarios. Lo anterior reforzó la tendencia, desde antes preexistente, a convertir la región en lo que es hoy, la “fabrica del mundo”, y con ello a la pérdida de hegemonía de “Occidente” por el desplazamiento de la economía real, y con ella del eje geopolítico global, hacia el Oriente, esta vez sí, geográfico.
Todo período de tránsito es complejo, difícil, y en buena medida imprevisible. Y no puede dejar de serlo el tránsito del ordenamiento surgido después de la Segunda guerra mundial que apuntalara el fin de “la guerra fría” y la implosión de la URSS al nuevo, cuyo comienzo bien puede situarse en la denominada por Rusia “Operación militar especial”, la guerra en Ucrania, y su preludio manifiesto en la crisis del modelo de dominación anglosajón-occidental incapaz de mantener su supremacía económica global, que debilitaba y supeditaba Europa a los EEUU, que incumplía los compromisos de la OTAN de no expandirse luego de la desaparición de la URSS, que urdió la farsa de los acuerdos de Minsk para convertir a Ucrania en bastión contra Rusia, y que todavía hoy intenta mantener la hegemonía global enfrentándose al mundo multipolar que nace y se va imponiendo.
Busquemos en la teoría las causas de lo que va ocurriendo, y como esencialmente de economía se trata, en la “Teoría económica” y más precisamente en la “Economía política internacional”.
Si desde antes de nacer el capitalismo estuvo signado por el egoísmo y el “dejar hacer, dejar pasar” de los fisiócratas que se manifestara en el liberalismo en lo económico y en la “democracia representativa” en lo político, ya en su madurez la crisis de 1929 dio paso al “capitalismo regulado” y al keynesianismo cuya crisis, a su vez, fue seguida por más liberalismo, el “neoliberalismo”, acompañado del keynesianismo militar y de la idea de que las fronteras eran solo un obstáculo a la maximización del capital (idea no aplicable si de impedir el paso de las personas, en particular si provenientes del “tercer mundo”). Sus impulsores más reconocidos Ronald Reagan y Margaret Thatcher, premiados con la implosión de la URSS y el fin de la “guerra fría”, y los aportes de Bill Clinton y Barack Obama, bendecidos por las burbujas en los mercados financieros y el comercio, la globalización y la financierización.
La jauja del neoliberalismo, del “Consenso de Washington”, y de las instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), facilitadoras todas de la liberalización comercial y financiera sin fronteras –tan beneficiosa para el gran capital transnacionalizado –hizo posible acuerdos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y hasta propuestas como las del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y las negociaciones del considerado su sucesor, el “sigilosamente” preparado luego de la incorporación de EEUU Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), aunque también la incorporación de China a la OMC, lo que a posteriori alteraría el equilibrio geopolítico global. También el neoliberalismo globalizador desestabilizaría al mundo al aumentar los niveles de desigualdad entre países y en el interior de los mismos hasta dar lugar a la exacerbación de los nacionalismos y al fascismo.
En particular en los EEUU la pérdida de competitividad de su industria, el surgimiento de los “cinturones de óxido”, el malestar por la caída del salario real y del nivel de vida de la “clase media”, puso fin al “sueño americano”, profundizó las diferencias de clases, aceleró la “derechización” e impulsó el “trumpismo”; también en Europa aumentaron las dificultades tanto por el incremento de las desigualdades como por las oleadas de inmigrantes procedentes de los mismos países que durante siglos habían masacrado y explotado… y todo ello, además, acompañado por las masacres en la propia Europa por la OTAN y “Occidente” en Yugoeslavia, aunque también en Irak, Libia, Afganistán, Siria…
Los resultados anteriores provocaron el deterioro de la peregrina idea de que la globalización –conducida por EEUU a la que se sumaba como “vagón de cola” Europa –universalizaría los “valores occidentales” y su cultura acabaría dominando el mundo a través del leitmotiv del egoísmo y su visión de la democracia, de la política y hasta de su cultura transmitida por sus películas, su música, la internet, sus algoritmos y sus redes sociales. La idea de la globalización incluía que el mundo convergería, en esencia, hacia los valores liberales para beneplácito de sus promotores que, cual dioses, harían y mantendrían al mundo “a su imagen y semejanza”.
Develado el mito, la globalización se manifestó como lo que era: una fábrica de desigualdades, de concentración de la riqueza y de los avances tecnológicos concentrados en el Metaverso que no sólo no produjeron el “efecto derrame” anunciado por los países “del centro”, sino que incrementó e hizo insoportables las desigualdades, promoviendo el ascenso de las ultraderechas al poder, aumentando la pobreza (en “la periferia”, pero también “en el centro”, principalmente en los EEUU) y fue incapaz de evitar que se crearan otros polos de “poder global”. Para tratar de detener el surgimiento de uno de esos polos, la OTAN, rompiendo compromisos adquiridos, continuó su expansión hacia el Este acercándose a Rusia hasta comprometer su seguridad con el resultado conocido de la guerra en Europa, paradójica y convenientemente lejos de los EEUU y cerca de sus “socios” de la UE, tanto, que pone en peligro la integración europea.
También convenientemente lejos, hasta de Europa, “Occidente”, en nombre de la democracia, la libertad y el “orden sujeto a reglas”, generó su propia “sopa de letras” y creó alianzas militares: QUAD (EEUU, Japón, Australia, India), AUKUS (Australia, Reino Unido, EEUU), Five Eyes (Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido, EEUU), realizó y realiza ejercicios militares provocadores en las proximidades de Corea del Norte, incursiona en las proximidades de China y se inmiscuye en sus asuntos internos alentando el separatismo de Taiwan... Y todo lo anterior, además, acompañado de “sanciones” (medidas punitivas, unilaterales e ilegales) que cuando se imponen a países pequeños, como Cuba, Corea o Nicaragua, perjudican al “sancionado”, pero cuando se imponen a países grandes y ricos en recursos, también sancionan y generalmente más, a los sancionadores.
Así hoy, los que “sancionan” a Rusia sancionan al mayor exportador de energía del mundo (y al mayor suministrador de Europa occidental), al mayor exportador de trigo y entre los mayores de cereales, al primer exportador de fertilizantes (lo que reduce considerablemente la producción de alimentos en el mundo); no consideraron que del metanol ruso depende la producción de productos industriales y médicos esenciales sin el que, o no pueden producirse o cuyo costo de producción se multiplicaría; que exporta el zafiro artificial (80 % del mercado) necesario para la producción de semiconductores y chips que en buena medida depende de la producción rusa… todos componentes clave, aunque unos mucho más que otros, como los alimentos y la energía, de la vida moderna.
Las “sanciones”, además, aceleraron la división del mundo en bloques por la prevista conversión del BRICS en BRICS plus por la solicitud de incorporación al mismo de más países lo que aumenta su importancia y también por el proceso, ya desde antes iniciado, de la desdolarización de la economía global impulsada por la inflación galopante generada tanto por la crisis estructural misma, como por el exceso de emisión de dinero fiduciario que precipitó la estanflación.
A la estanflación y a la desdolarización también contribuyen el ulterior aumento de las tasas de interés en el intento de controlar la primera; el uso de las monedas nacionales de Rusia y China, de Rusia e India, de China y los Emiratos Árabes Unidos en su comercio mutuo; la desconexión de Rusia del sistema Swift y la congelación de sus cuentas y bienes en el exterior y el inicio de procesos para su confiscación lo que acelera el uso del rublo, el yuan y la rupia en el comercio mundial y hasta el aumento de las compras de oro por China y fortalecer así sus . No menos importante resulta, en el referido sentido, que las “sanciones” han impulsado proyectos que como el mBridge –en el que participan el Banco Popular de China, la Autoridad Monetaria de Hong Kong, el Banco de Tailandia, el Banco Central de los Emiratos Árabes Unidos y el Centro de Innovación del Banco de Pagos Internacionales de Hong Kong –deprecia el papel del dólar y precipita su final como principal moneda de reserva mundial.
Los hechos demuestran que el mundo unipolar que los EEUU llegaron a imponer al mundo no existe ya más, que la globalización neoliberal con los que EEUU y “Occidente” pretendieron mantener su hegemonía desaparecen, que cada vez son menos los países dispuestos a seguir al otrora hegemon, menos aun los que admiten las criminales “sanciones” disfrazadas de democráticas y humanitarias, y que los intentos por mantener el “orden sujeto a reglas” perjudican a los pueblos del mundo, a los pueblos de los “sancionadores”, ponen en peligro la paz mundial y nos acercan a la catástrofe nuclear.
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Javier Hernández Fernández
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