De nuestra historia: El Museo de la Alfabetización, símbolo de una hazaña
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A fines del 1961, un anciano de 86 años, Ciprián Vázquez Carballea, escribió lo que quizás fuera su única carta. «Dr. Fidel Castro: Lo quiero mucho». Hermosas letras de un alfabetizado que agradecían al líder de la Revolución la brillante idea de llevar a cabo una campaña nacional para enseñar a leer y a escribir.
En aquel entonces —al igual que Cipriano—, otras miles de personas redactaron cartas dirigidas al Comandante en Jefe, las cuales se guardan con celo en el Museo de la Alfabetización, de gran valor por lo que representan.
En septiembre de 1960, Fidel aseguró en Nueva York, en la sede de la Organización de Naciones Unidas: «Cuba será el primer país de América que, a la vuelta de algunos meses, pueda decir que no tiene un solo analfabeto». Tales palabras no fueron una utopía, pues una vez conquistada la libertad y derrotada la tiranía de Batista, la primera y necesaria gran batalla era enseñar al pueblo a leer y a escribir.
El 22 de diciembre de 1961, en la Plaza de la Revolución, Fidel declaró a Cuba como Territorio Libre de Analfabetismo. Ante su llamado, nuestro pueblo llevó adelante esta gran proeza, cuya dimensión llega a nuestros días.
De esta manera, el primero de enero de 1961 comenzó la gran campaña cultural que se extendió por campos y ciudades, montañas, parajes intrincados, que permitió alfabetizar a un millón de cubanos.
Todo un símbolo
En lo que antiguamente fuera el Cuartel Columbia, hoy Ciudad Escolar Libertad (Patrimonio Nacional), se encuentra el Museo de la Alfabetización, un lugar donde está preservada la historia y la proeza de los más de 200 mil jóvenes que intervinieron en ese hecho trascendental de nuestra Patria.
Museo de la Alfabetización, en la Ciudad Escolar Libertad, otrora cuartel Columbia.
El museo se inauguró el 29 de diciembre de1964, tres años después de haber terminado la Campaña, con la presencia de Evelia Domenech, madre de Manuel Ascunce Domenech, maestro voluntario que fue asesinado mientras alfabetizaba campesinos en las montañas del Escambray por bandas armadas al servicio de Estados Unidos.
En el lugar (antigua casa de un militar de la dictadura), en la primera de sus salas, están visibles los símbolos de aquella hazaña: la cartilla y el manual del alfabetizador, el farol, la bandera de Territorio Libre de Analfabetismo.
En el segundo compartimento están todos los documentos de los mártires de aquella epopeya, la propaganda de la época e, incluso, la pizarra de una escuela de Playa Girón que refleja la invasión mercenaria a este inhóspito lugar en plena Campaña.
La instalación cuenta, además, con una sala destinada a la investigación, en la cual quienes deseen profundizar sobre esta etapa de la Cuba revolucionaria pueden encontrar material bibliográfico.
La sala cuatro está dedicada a la victoria, y la cinco aborda el tema de la solidaridad, donde se muestran documentos que reflejan la colaboración de Cuba a otras naciones en el campo educacional.
La clase obrera en la campaña
Luisa Campos, la directora del museo, guarda en su memoria decenas de datos, fechas y estadísticas relacionadas con este suceso histórico que, sin lugar a duda, influyó en el destino de la nación. La también profesora ha señalado en más de una oportunidad que la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) desempeñó un papel muy importante en esa obra.
Explicó que a solo seis días de iniciada la Campaña, el 5 de enero de 1961, en Tinajitas, en las montañas de Pitajones, del macizo montañoso Escambray, fue asesinado por bandas contrarrevolucionarias el maestro Conrado Benítez.
Un breve tiempo después fueron convocados alrededor de 100 mil jóvenes para alfabetizar en nuestros campos, contingente que llevó el nombre de Conrado, quien se convirtió en el primer mártir de la Campaña. Estos jóvenes fueron los únicos (con una edad promedio de 14 a 16 años) que estuvieron uniformados y marcharon a las montañas y lugares apartados.
Jóvenes y hasta niños, como esta que muestra la foto, se incorporaron a las brigadas Conrado
Benítez, quienes alfabetizaron en los lugares más apartados de la geografía cubana.
Los llamados alfabetizadores populares laboraron en las ciudades, y los denominados Patria o Muerte fueron los trabajadores, quienes se movilizaron a partir de un llamamiento de Fidel en agosto de 1961, con el objetivo de dar término en ese propio año al objetivo propuesto.
Han transcurrido 58 años desde ese entonces, pero la historia no dejará en el olvido esa proeza incomparable que coadyuvó al posterior desarrollo del país, incluso en momentos económicos muy duros, cuando los Estados Unidos impusieron el bloqueo, hoy presente y recrudecido por la actual administración norteamericana.
Sin la Campaña de Alfabetización no se habría podido avanzar en materia educativa, ni mostrar los logros que en el presente tiene este campo y otros, con altos índices que lo sitúan entre los primeros de la región.
El digno homenaje a estos hombres y mujeres que llevaron el saber a los sitios más insospechados debe ser permanente, con el compromiso de continuar la obra con el mismo amor y dedicación con que ellos afrontaron esa hermosa y trascendental tarea de la Revolución.
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