USA: sociedad suicida
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«…En este pueblo vasto de gente aislada y encerrada en sí, falta el trato frecuente, la comunicación íntima, la práctica y fe en la amistad, las enérgicas raíces del corazón, que sujetan y renuevan la vida. En este pueblo de labor, enorme campo de pelea por la fortuna, las almas apasionadas de soledad se mueren; o apenas acaba el goce de la riqueza, ya se vuelan el cráneo, porque les parece que no hay más goce…»
José Martí, Tomo 22 de las Obras Completas, página 98 de la Edición Crítica del 2008.
Así escribe el Apóstol sobre los actos suicidas que ya pululaban en la sociedad norteamericana, ejemplificando con el de un joven que vivía una vida acaudalada, quien se suicidó, luego de matar a su madre y a la hermana.
Quizás algunos recuerden cómo se suicidaban los banqueros que quedaban en bancarrota en la época de la Depresión de 1929, pero aquellos que tuvieron igual situación en la crisis económica del 2008 permanecieron vivitos y coleando, ayudados con los millones de dólares que les aportó el Estado del dinero de los contribuyentes.
Muchos de estos, sin embargo, perdieron sus casas, se vieron viviendo en la calle, por lo que algunos desesperados acudieron al suicidio como salida, tal era el dilema.
No solo la miseria, la desesperanza y la salud pueden llevar al suicidio, tema que se presenta fundamental al ir in crescendo en los denominados países felices, o sea, los más desarrollados, como Estados Unidos, donde aumentó el 24% en los últimos años y es realizado diariamente por más de cien personas, de ellas, seis niños.
Siempre se habla de la enorme cantidad de armas en manos de la población norteamericana, del temor a no tenerlas ante posibles agresiones de sus semejantes, pero no se dice que desde la cuna se ha ido imponiendo esta idea, en la que la voz cantante ha sido la multimillonaria y nunca cuestionada en serio Asociación Nacional del Rifle, que incluso utiliza desde la subliminal hasta la más abierta propaganda al efecto, como la de reescribir los cuentos infantiles.
Egoísmo
Para los egoístas que solo piensan en lucrarse no es nada matar por dinero, así como robar el exiguo presupuesto que tiene el gobierno de Estados Unidos para atender a los soldados que regresan de los frentes de combate víctimas de efectos traumáticos y, en innumerables ocasiones, de la contaminación producida por las propias armas norteamericanas utilizadas contra el enemigo.
Producto de ello es el número de suicidios que sigue en aumento entre las filas de exsoldados, de los cuales muchos se niegan a denunciar que padecen enfermedades por radiación, atemorizados de represalias contra ellos y sus familias.
Es increíble, pero la degeneración acerca del tratamiento a quienes regresan de las guerras es tal, que ni de asomo se asemejan a aquellos que dieron su vida por creer en una causa justa, como cuando marcharon a Europa y, sobre todo, al Pacífico.
Los ejemplos publicitados de Iraq y Afganistán, con su manada de torturadores hasta la muerte, no dicen que algunos de sus protagonistas intentaron y hasta llegaron a suicidarse.
El doctor Doug Rokke, veterano del Ejército, ha afirmado que «nuestro sistema médico militar está tornando su poder oficial contra los pobres, enfermos y asustados jóvenes soldados, quienes amaron su nación grandemente y creyeron cada palabra de justificación de la guerra que dijeron los oficiales de Washington… estos pobres soldados están ahora muriendo por los conocidos y predecibles efectos de nuestras armas».
Pero también están siendo amenazados con perder su posición y beneficios médicos, si demandan lo que ellos deberían esperar. No debe extrañar que muchos se suiciden. ¿Recuerdan al marine Kenton Shatzer, quien sufrió quemaduras graves y tuvo que ser trasladado a un centro de quemados en Texas? Él es el hijo de Vaughn Shatzer, a quien le dijo que, antes de su accidente, dos marines de su unidad se habían suicidado. Así que esos soldados lucharon bajo un estrés mental y físico extremo.
Se piensa ocultar con alguna cifra monetaria o una atención sanitaria, que debía haberse realizado desde el principio, el hecho de que el Pentágono pueda ser descubierto no solo en el caso del uranio enriquecido, sino también en la acción de ocultamiento de la cifra de militares que se suicidan como consecuencia de las guerras que desata para beneficiar al complejo militar-industrial.
Tal ocultamiento es muestra de la efectividad de la propaganda con la cual los norteamericanos han sido alimentados, y de la complicidad controlada de los medios de comunicación.
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