Lula ante un difícil camino

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Lula ante un difícil camino
Fecha de publicación: 
14 Febrero 2023
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Foto: Internet

La noticia es escueta, parcial, no tan reciente, pero tiene connotación: la deforestación en la Amazonía brasileña descendió 61% en enero, lo cual contrasta con igual fecha del 2022, con récord de destrucción en la región considerada el pulmón del planeta.

Menos publicitada, pero de igual importancia, está el arresto y la expulsión de miles de personas que extraían ilegalmente minerales de la zona, antecedida por la decisión oficial de evitar el exterminio de la etnia yanomami y de otras minorías indígenas del lugar, en cumplimiento del programa establecido por el presidente Luiz inácio Lula da Silva.

Lo que menos se señala, y tiene gran importancia, es que Lula está utilizando a las fuerzas armadas para esas acciones que no provocan víctimas inocentes, dándoles un cierto prestigio a un cuerpo relacionado generalmente con la represión y uso irracional de la violencia.

Sin dudas, fue una decisión audaz e inteligente de Lula, considerando que las autoridades de los lugares afectados tenían demasiada influencia de intereses nacionales y extranjeros que explotan la zona, además de que se realizaba luego de la fracasada intentona golpista contra los tres poderes del Estado y la destitución al respecto de algunos de los principales jefes militares.

O sea, el asalto de franco matiz bolsonarista fue derrotado y hasta ahora Lula avanza en la investigación, detención y condena de los responsables, sin tropiezos, pero, sobre todo, sin vacilaciones sobre el destino de Bolsonaro, quien se encuentra en el gusaneril refugio norteamericano de Florida, y ahora dice que regresará en unos pocos meses a Brasil.

Por lo demás, la decisión del gobierno de Lula de decretar la intervención federal en la seguridad de Brasilia, ante la amenaza golpista, fue justa, y Ricardo Capelli, ex presidente de la UNE (Unión Nacional de Estudiantes), mereció destaque en la iniciativa de llevar a cabo la respuesta de apoyo al mandatario, necesaria e inmediata, así como la decisión de Alexandre de Moraes de apartar a Ibaneis Rocha del gobierno del Distrito Federal, para intentar recuperar el control de Brasilia.

Correctamente, al tomar el control de la situación, Lula tomó medidas como la intervención federal en el Distrito Federal, habló en la cadena nacional denunciando a los golpistas, calificándolos de "fascistas fanáticos", y culpó de los incidentes a Bolsonaro, a quien se refirió como un "genocida".

La posición de Lula llegó en el momento oportuno, ya que Flavio Dino, Ministro de Justicia, tardó en tomar medidas, aun sabiendo que las acciones de los golpistas se estaban anunciando "a cara descubierta". Además, quedó clara la inercia de José Múcio al frente del Ministerio de Defensa, quien calificó de "legítimas" las concentraciones frente a los cuarteles generales, afirmando que tenía familiares y amigos dentro de los campamentos, algo inadmisible para combatir a la extrema derecha.

Pero la contraofensiva tiene que ir más allá de la respuesta institucional, por lo que ha sido importante la movilización popular de condena al golpismo.

OTRO GRAVE PROBLEMA

Antes habíamos indicado, sin decir su nombre, de ese agronegocio que cubre la mayor parte del territorio brasileño, tal es su fuerza e influencia.

Permea Brasil, lo envuelve casi todo, muy difícil de controlar en el cuarto país exportador de alimentos en el mundo, donde hay 33 millones de hambrientos, cifra que sigue creciendo por la crisis mundial.

De ahí que Lula tiene que maniobrar en todos los sentidos, porque es una fuente económica importante y las medidas al efecto chocarán con un fuerte poder económico que no dejará a un lado sus espurios intereses.

Hay que recordar que apenas el 21% de los legisladores es de su Partido de los Trabajadores y que fuerzas que apoyan a Lula contra el bolsonarismo tienen interese$ relacionados con el agronegocio.

Brasil tiene una historia que no se enseña en las aulas. La tierra de Santa Cruz fue “descubierta” por navegantes portugueses.

No se dijo en los libros de Historia que la tierra “descubierta” y apropiada por la corona portuguesa fue, de hecho, conquistada violentamente por los recién llegados en varios siglos de exterminio.

Los conquistadores comenzaron a depredar la rica fauna y flora que encontraron, extrayendo madera roja para las industrias europeas de tintes y tomando guacamayos, loros y otras hermosas aves para el deleite de las damas y caballeros de las cortes.

El país estaba siendo ocupado por expediciones, presentadas como heroicas empresas de los pioneros, cuyo objetivo era “preparar” a los indios para hacerlos trabajar en los asentamientos costeros.

Ocuparon un área mucho mayor que la designada por el papa en el Tratado de Tordesillas, exterminaron a muchos indígenas, porque, decían, eran “indolentes y no se dejaban dominar fácilmente”, breve frase que es un resumen del gigantesco genocidio que marcó la colonización.

Con los indígenas desapareciendo en el interior agreste a medida que los ocupantes se apropiaban de sus tierras, la falta de mano de obra generó el comercio de esclavos negros traídos de África para trabajar a muerte en la segunda empresa económica de los colonizadores: el cultivo de la caña de azúcar.

Las vastas tierras puestas a disposición por la expulsión de los pueblos originarios fueron tratadas de la misma manera que los bosques y los trabajadores: prevaleció una forma depredadora de tratar el suelo. Preocupados por sacar las máximas ganancias en lo que muchos consideran el primer modelo capitalista de producción del mundo, a los colonos no les importaba la depredación de los suelos. Cuando la producción cayó, buscaron nuevas tierras y siguieron adelante.

Hoy día, la agroindustria moderna conserva algo de esta raíz. El avance en la explotación de tierras para los sucesivos cultivos de exportación que se establecieron dejó una estela de destrucción ambiental cuya huella más evidente es la desaparición de casi 90% del bioma de la mata atlántica, el primero en sufrir la furia destructiva de los conquistadores. Como el país es grande y las tierras son vistas como infinitas, la agricultura depredadora se ha ido extendiendo por el interior, siglo tras siglo.

Contra estos elementos malsanos, Lula busca la reivindicación de estas tierras para el pueblo brasileño, principalmente para lo que queda de la población aborigen, y para el mundo, por lo que tendrá que movilizar fuerzas populares en el enfrentamiento a lo malsano que derive del agronegocio, que es mucho, como hace hoy contra el bolsonarismo y su mala herencia.

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