La Asamblea de Guáimaro y la polémica de la bandera cubana
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La Asamblea de Guáimaro, celebrada entre el 10 y el 12 de abril de 1869, estuvo copada de fuertes discusiones entre sus participantes, quienes acumulaban discrepancias desde antes del inicio de la Guerra de los Diez Años. Uno de los temas polémicos discutidos durante sus sesiones fue el de la elección de una bandera para Cuba.
El de la enseña nacional no hubiera sido “un tenso debate” durante la última sesión de deliberaciones —como se lee en el texto Historia de Cuba. Las luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales— si en los territorios en armas hubiera existido una sola bandera y no dos en aquel momento. Pero, desde que arrancó la guerra, dos estandartes diferentes habían sido enarbolados por mambises de distintas comarcas. Uno era el que acompañó a Carlos Manuel de Céspedes en la mañana del 10 de octubre de 1868. El otro lo había ondeado la tropa de Narciso López en una aventura anexionista en Cárdenas, el 19 de mayo de 1850, casi dos décadas antes.
Si dos fueron las banderas que guiaron a los independentistas en los combates hasta abril de 1869, dos también son las facciones, básicamente, que se pueden distinguir al analizar lo sucedido en torno a la selección de la enseña nacional durante la Asamblea de Guáimaro.
De una parte estaban los delegados villareños y camagüeyanos. Para ellos, el honor debía corresponder al pabellón diseñado por Miguel de Teurbe Tolón en 1849; es decir, el utilizado por Narciso López durante su breve ocupación de Cárdenas. Esa fue la primera bandera alzada en tierra cubana contra la dominación española e inspiró, por casi 20 años, las actividades anticoloniales, aunque como un símbolo del deseo de algunos grupos criollos de anexar Cuba a Estados Unidos. Al iniciar la Guerra de los Diez Años, los patriotas villareños y camagüeyanos la asumieron en sus alzamientos.
A esa elección se oponían los representantes del Oriente. Allí la tradición del anexionismo era menos fuerte que en otras localidades del archipiélago. Varios investigadores han explicado que en el este del país los referentes de las recién fundadas repúblicas sudamericanas, gracias a las conexiones a través del puerto de Santiago de Cuba, tenían más fuerza cultural que los de Estados Unidos. Así, más ajenos a la ideología anexionista, los revolucionarios orientales arribaron a Guáimaro decididos a defender la enseña blandida por Céspedes al proclamar la independencia.
“Los asambleístas seleccionaron como enseña nacional, no el pabellón cespedista enarbolado en Demajagua el 10 de octubre de 1868, sino la bandera ondeada por Narciso López en Cárdenas en 1850, reflejo del peso camagüeyano-villareño en la Asamblea”, escribieron los historiadores cubanos Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola en su libro Historia de Cuba. 1492-1898. Formación y liberación de la nación.
Al igual que en otros asuntos llevados a la primera reunión constituyente de la historia de la Isla, la afinidad de intereses de villareños y camagüeyanos hizo trizas las propuestas de Céspedes y sus acompañantes. Aquel 12 de abril, una mayoría de votos oficializó que la bandera de Narciso López sería el principal emblema de la República en Armas y que la que entró triunfante a Bayamo el 20 de octubre de 1868 acompañaría, como parte del tesoro nacional, todas las sesiones del órgano legislativo.
Más adelante, José Martí, con su prosa magistral, aliviaría temores sobre la legitimidad de un símbolo nacido en el anexionismo y oficializado al calor de sesgos regionalistas. El Apóstol escribió que el carácter anexionista original de la bandera de la estrella solitaria fue saneado con la sangre derramada por la independencia.
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