Brasil: ¿Hacia el fin del mandato de la destrucción?
especiales
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro
Al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no le preocupan las acusaciones por negligencia ante la constante desaparición de niños en Brasil, ni que la deforestación de la Amazonía se haya incrementado en lo que va de año en un 15%, ni que los considerados delincuentes de las infrahumanas favelas sean asesinados metódicamente, para “limpiar” y “clarificar” el ambiente citadino.
Lo que preocupa al mandatario es que tiene en peligro la ansiada reelección, para lo cual debe enfrentar la cada vez mayor popularidad de su principal contrario, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, al frente en todas las encuestas que, de realizarse, le otorgaría un tercer mandato en una nación que había sido borrada del Mapa del Hambre por Naciones Unidas en el 2014.
Todos conocemos como el asesor de Bolsonaro en materia judicial, Sergio Moro, logró encerrar injustamente en el 2018 a Lula por un año para evitar que se presentase en unos comicios que ganó el actual presidente.
Mientras se acerca la realización de unos nuevos comicios, el 2 de octubre, el régimen ha arreciado los ataques verbales y físicos contra sus oponentes, así como intensificado la campaña para culpar a la oposición de estar promoviendo un fraude, y al respecto Bolsonaro afirmó que los militares están de acuerdo con el conteo manual de votos y no el electrónico.
El mandatario repitió sus argumentos este lunes 19 ante más de 40 diplomáticos en la residencia presidencial, atacando un sistema que lo llevó al poder.
“Queremos corregir fallas, queremos transparencia, democracia de verdad. Estoy siendo acusado de golpe todo el tiempo (…) estoy cuestionando antes porque tenemos tiempo de resolver el problema, con la propia participación de las Fuerzas Armadas”, dijo Bolsonaro, citado por AFP.
Al efecto, Lula criticó tales declaraciones: “Ayer, en la reunión con los embajadores, Bolsonaro logró superar su promedio de siete mentiras diarias: contó 20 noticias falsas a los diplomáticos en la reunión. Bolsonaro es el mentiroso de la República”.
Bolsonaro alegó que el titular del Supremo Tribunal Federal, Edson Fachin, planea un golpe para posicionar a Lula da Silva, a lo cual el susodicho dijo que el presidente tiene un “inaceptable negacionismo electoral”, y espetó: “Es hora de decir basta a la desinformación. Es hora también de decir no al populismo autoritario, que pone en peligro la conquista de la Constitución de 1988”.
Los embajadores consultados por el diario O Globo, destacaron que el encuentro se basó en una serie de acusaciones sin mostrar prueba alguna, e incluso aseguraron estar preocupados, después de que Bolsonaro se mostrara reacio a la idea de reconocer de inmediato el resultado de las elecciones.
RECORDANDO A TRUMP
Al calificar de vulnerable el sistema electoral brasileño, Bolsonaro recuerda al ex presidente norteamericano Donald Trump, cuando trató de generar confusión en las más recientes elecciones en Estados Unidos.
En este contexto, Lula afirmó que Bolsonaro “quiere crear sospechas donde no las hay. Está intentando engañar al pueblo para justificar una bobada cualquiera. No le teme a la máquina de votación electrónica, le teme al pueblo brasileño”.
Las elecciones en Brasil están previstas para el 2 de octubre. Sondeos muestran que Lula da Silva ganaría a Bolsonaro hasta con una diferencia superior a los diez puntos porcentuales.
Al mismo tiempo, una decena de diputados de la oposición se dirigieron al Tribunal Supremo para solicitar una investigación contra el presidente, por sus ataques al sistema electoral, sosteniendo que una vez más lanzó acusaciones sin pruebas, cometiendo irregularidades administrativas, propaganda electoral anticipada, abuso de poder y crímenes contra el Estado democrático.
Ahora le tocará decidir a la Procuraduría General si existen elementos suficientes para redactar una denuncia contra Bolsonaro y a la Fiscalía Electoral si se presenta entonces una demanda por crimen contra las elecciones.
ALGO MÁS QUE UNA ELECCIÓN
Destacamos: el 2 de octubre venidero es una fecha señalada en América Latina. Brasil se debatirá ese día entre el retorno al poder del líder progresista y expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) y la permanencia en el Palacio del Planalto del mandatario ultraderechista Jair Bolsonaro. Se trata de algo más que una elección presidencial.
Para revertir un previsible triunfo de Lula, tal y como auguran las encuestas, el excapitán del Ejército se guarda un as bajo la manga: la fiscalización paralela del proceso electoral por las Fuerzas Armadas y una posible impugnación del resultado en caso de derrota. El discurso belicista y mesiánico de Bolsonaro abona una violencia que ya ha irrumpido en la campaña con el asesinato de un dirigente local del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula a manos de un simpatizante bolsonarista.
El plan que traman Bolsonaro y su ministro de Defensa, el general Paulo Sergio Nogueira, revelado hace unos días por el periódico O Estado de S. Paulo, supondría la primera participación de los militares en el proceso electoral (más allá de la logística, con tareas de fiscalización de los votos) por primera vez desde 1985.
Para el diario conservador, los planes de Bolsonaro serían de enorme gravedad si llegan a concretarse: "Al involucrarse en asuntos electorales, el Ministerio de Defensa transmite la idea de que las Fuerzas Armadas tienen la pretensión de interferir en las elecciones. Un mensaje peligrosísimo que despierta preocupación en todos".
De gira por todo el país, Lula aboga por la paz y el amor y atrae a millones de desencantados; sus diversas alianzas refuerzan el sentido del lema de campaña: "Vamos juntos por Brasil". Pero, ante todo, está transmitiendo a sus seguidores que no caigan en provocaciones, consciente de que ese marco es el que quiere instalar el mandatario para justificar posibles alteraciones del orden conforme se acerque la fecha de la votación.
Bolsonaro, por su parte, no se arredra. No está en campaña, sino en guerra, "la guerra del bien contra el mal", según sus propias palabras, para impedir que Brasil vuelva a estar "pintado de rojo". En sus mítines, sus seguidores suelen arrodillarse mientras escuchan a su mesías proclamar que hay final feliz, es decir, que el bien vencerá al mal. Con esa narrativa tan simple como efectista, el líder ultraderechista ha generado en los últimos cuatro años un fuerte vínculo emocional con sus seguidores, entre los que existe un núcleo duro dispuesto a todo, incluso a involucrarse en una alteración del orden constitucional.
EL MANDATO DE LA DESTRUCCIÓN
El mandato de Bolsonaro se ha caracterizado por esa retórica incendiaria, según pone de manifiesto un reciente informe del International Crisis Group sobre Brasil. En estos casi cuatro años de gobierno, el gobernante de 67 años ha nombrado a cerca de 6 000 militares en puestos de la Administración. Se le recordará por su nefasta gestión de la pandemia (con más de 660 000 muertos) y por un desprecio de las políticas ambientalistas, lo que ha provocado una deforestación de la Amazonía sin precedentes.
Ahora, con sus esfuerzos por cambiar el sistema de votación, sus ataques a otras instituciones estatales, incluidos los tribunales, y sus recurrentes advertencias sobre una amenaza amorfa del comunismo, aviva la preocupación de que pueda cuestionar los resultados de las elecciones si no gana, lo cual, como ocurrió en Estados Unidos, podrían generar disturbios si sus partidarios salen en su defensa.
Añadir nuevo comentario