ZAPPING: Marcas de un Calendario

ZAPPING: Marcas de un Calendario
Fecha de publicación: 
3 Abril 2022
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Concluyó la primera temporada de Calendario. Concluyó (fiel a la vocación de promover la buena literatura) con un poema de Roberto Fernández Retamar: Felices los normales... y el poema resumió, en buena medida, la pretensión de la teleserie: ofrecer luz sobre conflictos perfectamente reconocibles porque son parte de una cotidianidad cercana.

El epicentro fue un grupo de secundaria, pero las tramas irradiaron a otros ámbitos, íntimos o públicos. Al final, se consiguió presentar un perfil interesante y verosímil de una sociedad, evitando el peligro de hacer periodismo desde el dramatizado. Porque los conflictos éticos de estas historias fueron asumidos desde una perspectiva estética. El arte, más que respuestas, propone interrogantes. Resalta, jerarquiza, ofrece luz.

Calendario, como antes hizo la telenovela Entrega, se ocupó de un sector con el que el dramatizado cubano tiene todavía deudas: los educadores. Más allá del reconocimiento a una labor imprescindible (y de eso hay mucho en esta teleserie), se trata de ahondar en desafíos y realizaciones de profesores y directivos, en interacción siempre demandante con el alumnado.

La escuela es institución básica del entramado social, y deviene escenario por excelencia de confluencias múltiples. Hay, por tanto, mucho potencial dramático. Y Calendario le sacó provecho.

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El espectro temático fue riquísimo, porque rico es el trasfondo. Por supuesto que no basta con tocar determinados asuntos más o menos espinosos: hay que saber hacerlo, hace falta sensibilidad y capacidad para aprehender esencias. Y hacerlo desde un claro posicionamiento. Aquí se habló de la influencia que puede tener la escuela y los profesores en las rutinas y situaciones específicas de los alumnos. No se cuenta con varitas mágicas (particularmente ante problemas que trascienden el espacio académico), pero la educación tiene un rol que va más allá de la propia escuela.

En este tipo de dramatizado siempre se corre el riesgo del excesivo didactismo (uno ve un maestro y ya está esperando la moraleja), y en Calendario se bordeó por la organicidad de los personajes y sus peripecias. Los maestros pueden y deben ser promotores de la cultura, entendida en su acepción más integradora. Una cultura de valores.

Es posible que no todos comulguen con todas las soluciones, pero estimular desde la coherencia un debate ya es plausible.

La articulación dramatúrgica fue funcional. Se dosificaron peripecias, el ritmo de exposición no decayó, se distinguieron planos argumentales. Y la puesta en pantalla (muy correcta en todos sus apartados) concretó el relato sin interferirlo, sin desvirtuarlo con alardes estilísticos. Series como Calendario pueden contribuir a consolidar estándares de calidad en la producción de dramatizados en Cuba.

La primera temporada ha sido un verdadero suceso de teleaudiencia, a pesar de que ocupó el espacio habitual del policíaco. Pero a golpes de peripecias, de personajes bien concebidos, de buena factura... la serie «enganchó». Y ya se anuncia su segunda temporada. Estaremos al tanto...

Comentarios

Waooo que final espectacular Felicidades para todo el elenco, pero dejaron la varilla demaciado alta para la segunda temporada, tendran que saltar muy alto para no quedar por debajo, nuevamente Felicidades.
triana@ctec.cu

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