ZAPPING: Dulce ambición: la montaña rusa
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No hay que tomarse muy en serio los vericuetos de Dulce ambición, la telenovela brasileña que transmite Cubavisión los martes, jueves y sábados. No hay que buscarles lógica a las peripecias, no hay que justificar los puntos de giro, no hay que asombrarse ante las salidas de tono. Tampoco habría que exigirle un claro posicionamiento ético, un compromiso con el contexto, una recreación sosegada de los desafíos de una sociedad. La casa productora no lo exige, al autor no le interesa, el público para el que está escrita y realizada no lo extraña.
Aquí lo único que interesa es entretener, divertir, hacer pasar el rato. Y si hay que violentar ciertas convenciones, si hay que forzar situaciones y hacer de algunos personajes caricaturas de lo que se suponía que eran... se hace sin remilgos ni cargos de conciencia.
Walcyr Carrasco, el guionista, tiene fama ganar audiencias a golpes de efectismo. Y cuando nota que las cifras están bajando, se las arregla para remontarlas cambiando el rumbo de la historia cuantas veces sea necesario. Por eso sus estructuras y sus planteamientos son simples. Por eso el tratamiento de temas a primera vista polémicos e importantes suele ser epidérmico. Los asuntos más acuciantes de su realidad le sirven hasta el punto de que pueda aprovecharlos para armar tramas trepidantes.
Los personajes tampoco serán nunca demasiado ricos o complejos. Buenos, malos y malísimos. Pocos matices. Más ruido que nueces. Paroxismo del estereotipo.
Todo eso es Dulce ambición: la concepción de la montaña rusa: un sobresalto en cada curva, muchas peripecias... y más espuma que refresco. Se han tomado dos o tres fórmulas funcionales: familias enemistadas cual Montescos y Capuletos; mujer pobre que triunfa a costa de sacrificios; enfrentamiento de madre e hija a partir de modelos contrapuestos... y se han sazonado con los ingredientes del folletín de siempre. Y con un importante agregado: la reivindicación de una clase. Los pobres se reafirman en sus rituales y preferencias... y logran abrirse camino.
No es conciencia social; parece más bien oportunismo: en Brasil los ricos no suelen ver telenovelas; es un producto para ámbitos más populares.
Pero si le gusta Dulce ambición no se sienta culpable: está hecha para seducir. Y la puesta en pantalla es esplendorosa (los altos estándares de la transnacional Globo). Y la presentación no deja a nadie impasible. Y hay mucho humor en cada capítulo... Alguien lo ha dicho: lo de Walcyr Carrasco es el circo. Con perdón de los muy dignos artistas circenses.
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