Telenovela cubana: Pipo, Muñeca y el derecho de nacer (Parte III)
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Fotos de la página oficial de la telenovela El derecho de soñar en Facebook
En los últimos capítulos, una noticia tensó la cuerda en la trama de María Luisa, Pascual y «Mamacita»: el embarazo inesperado de Muñeca, la ingenua y natural alegría de la pareja porque esperan un bebé y la determinación de la madre de que no puede nacer. ¿Una posición censurable, correcta o comprensible, en cualquier caso?
Mayelín es la presidenta de la Asociación de Personas en Situación de Discapacidad (ACPDI) y mamá de un adolescente con Síndrome de Down. Ella reconoce que en Cuba la balanza se inclina hacia la negación: «la postura de que no tengan hijos está muy enraizada y es algo en lo que hay que trabajar. Incluso dentro de las familias nuestras hay diferentes criterios: madres que dicen que sí, otras que dicen que no, algunas incluso prohíben que tengan novio o novia. Desde mi punto de vista de madre y de líder de personas en situación de discapacidad intelectual, considero que, como hombre y mujer, están en todo su derecho. No ofrecerles el apoyo de la familia para que tengan su criatura es violarles sus derechos, más porque son independientes, trabajan...»
Cuando indagamos con quienes viven este tipo de situaciones en la vida real, encontramos una y otra postura.
«Si doy mi opinión referente al tema por la vida que vive mi hijo, mi respuesta sería, absolutamente, no», sentencia Arelis, de Habana del Este, y argumenta: «una persona que no sepa gestionar emociones, ni tenga un grado de comprensión de la realidad como mi hijo, no sería capaz, como madre, de formarme la idea de que pueda ser padre, con tanta responsabilidad que tenemos en los actuales momentos; por mi mente no pasaría jamás. Esa soy yo, la madre de Owen, pero sé que hay familias que solo tienen un hijo y es discapacitado intelectual moderado y hemos conversado sobre su deseo de tener descendencia. Ahí vuelvo yo, la madre de Owen: para consolidar mi descendencia tampoco lo haría. Si mi hijo se enamorara y me conversara la posibilidad de casarse y/o vivir en pareja, estoy segura de que lo apoyaría, pero tendría un estricto control de la natalidad».
Aryamna, otra habanera, nos habla también en primera persona: «Yo estoy a favor de ese amor y, desde que mi hijo nació, pensé en ese futuro distante en que amara a una muchacha y pudieran tener hijos juntos. Los padres debemos tener la valentía de dejar que nuestros hijos lleven una vida digna de un ser humano con amor, con armonía y equidad».
Entre un extremo y otro, Otilia, desde Marianao, echa luces sobre una arista importante: «Es un tema muy polémico y hay tela por donde cortar, no lo veo tan simple, no creo que el aborto sea una solución por todos los riesgos que implica, pero también vale pensar en el estrés por partida triple para esa mujer, ya no tan joven, que imagino que, como yo, piensa también en el futuro.
«Es un tema complicado, hay que analizarlo sin ligereza y no solo basándonos en el tema de los derechos, porque hay que ver la edad de la persona de apoyo, la situación económica de cada familia, el nivel alcanzado por la persona en cuestión... Los enfoques deben verse en el contexto de cada sociedad y país».
Leydi, de Granma, propone no hacer juicios a priori: «Son temas muy delicados, presentes en muchas familias, y sabemos que existe gran porcentaje de probabilidad de que los descendientes también posean discapacidad intelectual, tengo ejemplos de personas con tres hijos en esta situación, alguien tiene que sustentarlos, es complicado de veras. Estoy a favor del amor, pero lo demás depende de muchas condiciones y características propias de estas personas».
Elia nos envía su opinión desde Caibarién, Villa Clara: «No sé las implicaciones genéticas, en cuanto a la discapacidad, que pudieran transmitirles los padres al bebé, en el caso de la novela. Suponiendo que fuera el caso en que la discapacidad no es un factor heredado por el bebé, sí creo que pudiera dárseles el derecho de crear su familia. Eso sí, las instituciones sociales, políticas o gubernamentales del país deberían estar preparadas para ayudar y acompañar a esa familia en la crianza del niño».
Rita María es médico, pero cuando nos escribe desde el Cerro, en La Habana, se presenta como «la mamá de Yoel González», y en esa mezcla de sensibilidad personal y profesional, analiza: «Pienso que depende de la profundidad de la discapacidad, porque cuando pueden, con ayuda de otra persona, manejar al bebé y, después de realizarle los estudios pertinentes, dígase amniocentesis y todos los relacionados con las malformaciones congénitas, no hay problema. Si ellos lo desean, se puede permitir que sean padres, aunque lo más prudente es que al varón se le realice la vasectomía, que es una operación sencilla, que no tiene riesgo, y la familia se quita esa preocupación».
El enfoque de Amelia, desde el municipio habanero de La Lisa, parte de la ley: «El artículo 42 de la Constitución de la República de Cuba define que todas las personas, sin importar sexo, raza, discapacidad, entre otras, gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, lo que nos lleva a pensar por qué la madre sistemáticamente les dice que Muñeca se va a vivir con ella, ante esta situación u otra, lo cual ahora se agrava con el embarazo, si ella es mayor de edad.
«Lo primero en estos casos es la evaluación de la capacidad intelectual, el nivel de afectación y el validismo adquirido. Teniendo en cuenta estas cosas, el tutor/a legal deberá decidir lo que sería más beneficioso para ellos. No se define en las normas jurídicas cuándo pueden vivir solos, trabajar o tener un hijo; lo que sí queda definido es que los derechos individuales dejan de serlo cuando afectan los colectivos. Mi criterio personal es que los derechos en las personas que viven con discapacidad intelectual tienen un límite, y está relacionado precisamente con la afectación intelectual y su validismo personal.
«En el caso de Pipo y Muñeca, cuesta parcializarse, pues tienen un validismo elevado, mezclado con una buena trama y una actuación magistral, lo que pondrá la balanza en contra de la madre».
Con las emociones a flor de texto, nos escribe Yuni, desde Matanzas: «Las personas en situación de discapacidad intelectual sí deben tener el mismo derecho, oportunidad y acceso a la maternidad y paternidad en igualdad de condiciones que el resto de las personas, siempre y cuando exista la voluntad de parte de ambos integrantes de la pareja de tener hijos. Que las condiciones económicas, emocionales, de salud, intelectuales, etc., o el nivel de independencia y validismo no sean los adecuados, no debieran ser trabas para que lo logren.
«Si decimos que no tienen derecho porque sus hijos pueden heredar su discapacidad, estamos diciendo que hay algo errado en nuestros hijos con discapacidad. Si decimos que no tienen derecho porque no son lo suficientemente independientes, negamos que nosotros, en cierta medida, unos más y otros menos, hemos necesitado ayuda y apoyo de muchos seres queridos a nuestro alrededor. Si decimos que no tienen derecho porque no van a saber ser buenos padres, decimos que nosotros sabíamos antes de tener nuestro primer hijo a lo que nos enfrentaríamos. Si decimos que dejarlos tener descendencia sería una carga para ellos o para nosotros, sería reconocer que nuestros propios hijos son una carga. No sé qué más me toque enfrentar en el futuro, no sé si mis hijos con discapacidad o no lograrán formar una familia, pero es nuestra responsabilidad como padres apoyarlos, como es responsabilidad del Estado y la sociedad».
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alber
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