OPINIÓN: Esta vez el séptimo cielo fue azul
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Foto: Roberto Morejón
Cuando Santiago de Cuba ganó cómodamente el sexto juego de la semifinal contra Industriales, pensé que se repetiría la historia de 1999, cuando alzaron el trono de la pelota cubana al día siguiente.
El hecho, que tuvo de testigo de primera mano nada menos que al actual mentor de los capitalinos, Guillermo Carmona, tenía otro antecedente más: la final de la Serie Selectiva de 1992, donde también en siete juegos Serranos batió a Ciudad de La Habana.
Este sexto choque volvió a contar con un bateo oportuno de los indómitos con dos outs, en un primer episodio que fue lapidario para las aspiraciones de los visitantes en el Guillermón Moncada, donde les entraron por los ojos a los Leones.
Otra vez la paciencia de los toleteros de las Avispas fue fundamental, unido a su exacto corrido de las bases.
Foto: Tele Rebelde
Sin embargo, en el decisivo juego siete resurgieron sus problemas de defensa, y por ahí se les fue buena parte de sus aspiraciones de llegar a la final de la 62 Serie Nacional de Béisbol.
Los santiagueros mostraron muchos nervios, lógica presión porque tienen menos experiencia que sus rivales, pero a lo largo de la Serie y en esta postemporada dejaron claro que tienen mucha calidad y entrega, y dominan el ABC de este deporte, que por momentos se perdió en sus huestes en la última década.
Para el crucial desafío, ambos elencos llegaron con sus mejores cartas en el pitcheo, y eso se tradujo en un excelente enfrentamiento.
Los bateadores capitalinos volvieron a salir muy agresivos, pero fue la cordura la que les dio la primera carrera, con base por bolas a Oscar Valdés, y luego les rindió más dividendos. Hasta ese momento, el veterano Alberto Bisset había cerrado las primeras entradas con apenas 10 lanzamientos como promedio en cada una, y estaba en condiciones de lanzar juego completo.
Su oponente, Raymond Figueredo, firmó una soberbia actuación de una limpia en seis capítulos, y a pesar de los boletos que lo metieron en dificultades, supo meter el brazo en los momentos importantes.
Esta actuación del único abridor efectivo de los Azules le permitió a su alto mando cumplir a rajatabla su plan del pitcheo, pues trajo al acomodador y al cerrador en el momento previsto, como se hace en el béisbol moderno, aunque el abridor lo haya hecho bien.
Industriales se lleva el boleto a la final, pero ambos merecen la felicitación por la pasión puesta en cada lance y por haber llenado los dos estadios más importantes del país, además de tener a miles de televidentes y radioyentes en vilo en muchos rincones del planeta.
La gesta de los citadinos, que en sus dos eliminatorias necesitaron siete juegos, tendrá un nuevo capítulo ante los Leñadores de Las Tunas, pero eso es harina de otro costal.
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