Mi bandera es aquella: Bonifacio Byrne
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Foto: José M. Correa
El 5 de mayo de 1899, en el periódico Matancero, de Cuba, vio la luz un poema entrañable y enérgico titulado Mi bandera.
Bonifacio Byrne, recién llegado del exilio, rimó en diez cuartetas todo su amor y orgullo por la insignia nacional, «la bandera más bella que existe» y, al mismo tiempo, la tristeza de verla ultrajada: «pues no deben flotar dos banderas, donde basta con una, la mía».
Unos meses antes de la publicación, el 4 de enero, regresaba el autor desde Tampa en el vapor Mascotte y encontró la inaceptable realidad de una independencia arrebatada. Cuentan que ese mismo día, en Jesús María # 9, en Guanabacoa, nacieron los versos inspirados en la bandera de la estrella solitaria; de hecho, «con más luz cuando más solitaria».
Del destierro en el alma la trajo Bonifacio Byrne en los primeros días del último año del siglo XIX para hacerla flotar en sus versos. Décadas más tarde, Camilo Cienfuegos convirtió la última estrofa en un juramento para todos los tiempos:
«Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día...
¡nuestros muertos, alzando los brazos,
la sabrán defender todavía!»
Con esta obra poética comenzamos un recorrido por la presencia de la bandera en el arte cubano que ha «sabido rendirle homenaje».
Mi bandera
Al volver de distante ribera,
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto, además de la mía!
¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,
y no he visto una cosa más triste... !
Con la fe de las almas austeras,
hoy sostengo con honda energía,
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una: ¡la mía!
En los campos que hoy son un osario
vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.
Orgullosa lució en la pelea,
sin pueril y romántico alarde;
¡al cubano que en ella no crea
se le debe azotar por cobarde!
En el fondo de oscuras prisiones
no escuchó ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve...
¿No la veis? Mi bandera es aquella
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella,
con más luz, cuando más solitaria.
Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el Sol, con su lumbre,
la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!,
en el llano, en el mar y en la cumbre.
Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día...
¡nuestros muertos, alzando los brazos,
la sabrán defender todavía!
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