La vida en versos: a veces tengo ganas de ser cursi (+ Infografía)
especiales

Y otras, muchas veces, lo soy ¿y qué? Habrá quien generalice, incluso, que el amor es en sí mismo cursi y quien diga que para ser sincero no hay que envolverlo tanto. Probablemente todos tengan razón. Sin embargo, lo reconozco: yo tengo ganas de un amor cursi.
Sí, ya lo sé, ser cursi se asocia a expresiones exageradas, empalagosas y hasta ridículas, sin embargo ¿quién establece las medidas, la línea divisoria? Lo que para unos es demasiados, para otros resulta exacto, hay quien prefiere el café sin azúcar y quien le pone tres cucharadas a una tasa de expreso.
La cursilería es una cuestión de percepción, lo que importa es que el amor sea auténtico, sincero y respetuoso de los “niveles de insulina” que admite la otra persona. El amor, me atrevo a asegurarlo, tiene mil maneras de ser cursi.
Por supuesto, no significa necesariamente que sea “cheo” ni encartonado, tampoco significa que un amor sin postales y 14 de febrero esté a salvo de las cursilerías, me quedo más bien con la mirada del poeta uruguayo Mario Benedetti:
“… siento un leve resquemor frente a lo cursi, y a mí lo cursi me parece justamente eso: andar siempre con el corazón en la mano”.
Y con la desprejuiciada confesión de nuestro poeta nacional, Nicolás Guillén:
A veces
A veces tengo ganas de ser cursi
para decir: La amo a usted con locura.
A veces tengo ganas de ser tonto
para gritar: ¡La quiero tanto!
A veces tengo ganas de ser niño
para llorar acurrucado en su seno.
A veces tengo ganas de estar muerto
para sentir,
bajo la tierra húmeda de mis jugos,
que me crece una flor
rompiéndome el pecho,
una flor, y decir:
Esta flor, para usted.
Añadir nuevo comentario