El Cub Antiglobalista: La élite pretende escribir sus propias crónicas marcianas
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Elon Musk y Jeff Bezos encabezan los más ambiciosos planes para colonizar Marte. Desde hace siglos el hombre ha puesto su mirada en dicho planeta, al punto de hacerlo objeto de fantasías, novelas, poemas. La fabulación en torno al destino ha tenido en cuenta la posibilidad de emigrar a otros puntos del sistema solar. De hecho, uno de los libros que mejor lo retratan es “Crónicas Marcianas” de Ray Bradbury. Allí, con una maestría propia de los grandes autores, queda plasmado cuál sería el principal conflicto del proceso de colonización espacial: el sistema político.
Hasta el momento, todos los recursos que llevan la avanzadilla en cuanto a dicho tema proceden de fortunas privadas. Sin contar que la NASA, a pesar de ser una agencia de un Estado, recibe donaciones de fortunas personales. Ello supone que, cuando se produzca un cambio y el hombre pueda alcanzar los demás planetas, transportaremos hasta ahí el capitalismo neoliberal que impera aquí. El detalle es que la industria espacial ya no es la de hace décadas, cuando los gobiernos tenían un papel preponderante. La existencia de individuos tan poderosos o más que los Estados, hace que el próximo plan civilizatorio esté lejos de ser colectivo, regulado, para beneficio de todos.
Elon Musk y Jeff Bezos encabezan los más ambiciosos planes para colonizar Marte.
Y es que la necesidad de colonizar Marte y luego otros sitios responde a la eterna insatisfacción del capital, a su voracidad de recursos naturales. El agotamiento de las minas de combustible, el daño al medioambiente y la falta de voluntad real de revertir el cambio climático, hacen que la élite vea como más rentable emigrar. Por supuesto, no serán todos los afortunados de ir a poblar aquellos parajes. Ya Musk dejó bien claro que solo personas como él, cuya fortuna alcanzó en enero el número uno en el ranking mundial, emprendedoras e insertas en el gran mercado, serán las más elegibles. Este millonario de hecho posee dos empresas cuya finalidad se centra en un cambio civilizatorio a partir de la cuarta revolución industrial, que incluye las tecnologías convergentes (porque convergen en el ser humano).
El proyecto de colonización no puede, no obstante, iniciar de cero. Lejos de lo que vende la propaganda, no se espera un nuevo comienzo equitativo, ya que la reprogramación de la especie no ha incluido el sistema político social. De manera que, si bien se trabaja en la creación de ciborgs y post humanos así como transhumanos, nadie se plantea el hecho de que la economía basada en la extracción y el mercado pueda modificarse. De hecho, ese capitalismo buitre ha sido el causante de la crisis en la Tierra y es el principal impulsor de las corrientes migratorias allende el espacio.
Lo que sí incluyen empresas como Tesla y SpaceX son investigaciones para modificar la genética humana y hacerla resistente a las condiciones interestelares. De hecho, se trata de que el cambio civilizatorio sea posible a partir de la activación de determinados genes y la inhibición de otros. Un proceso de ingeniería tan profundo no dará lugar a personas normales, sino a mutantes en toda la regla, capaces de resistir altas radiaciones, con poco o ningún oxígeno y consumir sustancias que hoy son nocivas para la especie. Mucho dinero se invierte en algo que se esperaba que demorara, pero parece que los punteros de la economía global tienen prisa en hacer.
Para 2050, señala la élite que haya poblaciones en Marte. Eso es a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, los planes para la Tierra incluyen el manejo ideológico de la crisis climática. Ahora resulta que fundaciones como la de Bill Gates se dedican a promover el consumo y la producción de carne sintética, pues uno de los dogmas que imponen es que el planeta se degrada debido a la utilización de animales. Ni hablar del incumplimiento por parte de las potencias del programa de reducción de gases con efecto invernadero o del papel de Estados Unidos en la emisión de CO2 como principal mercado y potencia consumidora. El fracaso del sistema se centra en hallar variables ideológicas que impidan al mundo ver la verdad. Este mito ambientalista tiene como base el mantra, repetido por la élite, de que “somos muchos”. Como se sabe, en 1989 se desclasificó el Informe Kissinger, redactado décadas atrás, que declaraba abiertamente la necesidad de estimular al tercer mundo a reducir sus habitantes. En dicho documento aparece además que solo así sobrevivirán el sistema y la hegemonía norteamericana.
El desastre que ha sido el orbe desde la Segunda Guerra mundial obedece a la lógica plasmada en el Informe Kissinger. Se palpa en los resultados. El maltusianismo del sistema lo lleva a hacer fríos cálculos y determinar qué población es prescindible. El capital sabe que ni los recursos, ni el mercado ni el consumo son infinitos. Tal idea no era otra cosa que un engendro ideológico. Así que en buena medida, la emigración espacial constituye también una respuesta clasista, que pretende dejar en la Tierra a la gran masa sin solución, irredenta y explotada.
En la obra “Crónicas marcianas”, los terrestres destruyen el hábitat de los nativos del otro planeta. Los conflictos, las discriminaciones persiguen a los de aquí. No todos pueden emigrar, muchos quedan en la Tierra presos de las consecuencias de una guerra atómica. La distopía destapa sucesos y pensamientos que por siglos nos acompañan. ¿Será capaz el hombre de ser bueno e iniciar de cero? La ecuación supone utopías y preguntas filosóficas que solo podrá responder la historia. Por el momento, no resulta halagüeño que el proyecto dependa de manos privadas, sin regulación, por fuera incluso del sistema de las Naciones Unidas. El propio Musk planteó, de hecho, que las leyes de Marte no tendrán ningún parentesco con las de la Tierra y que planea crear un Nuevo Orden. Desde los inicios de la literatura, este tópico existe y no fueron pocos los millonarios en el siglo XIX que soñaron con acadias y paraísos, en los cuales, bajo la mirada del dueño, los proletarios eran “libres”. Una idea de la emancipación que resulta ridícula, infantil y poco efectiva y que esconde nocivas prácticas, ideas supremacistas y el germen del mal.
Según Elon Musk su compañía va camino de lanzar su primera misión no tripulada a Marte en menos de 4 años.
Para los colonizadores de Marte, los Jeff Bezos, los Musk, se trata de una salida a la crisis planetaria que se avizora, sin embargo no constituye ello una respuesta para la especie, no se trata de una puerta loable por la cual podamos apostar. El clasismo, la determinación elitista y los conflictos sin resolver de este mundo, nos impiden soñar con el otro. Una vez más, la búsqueda de espacio, recursos y mercado llevan al hombre a “globalizar” la galaxia, a hacer hegemónicos los resortes del sistema. No se va ya en nombre de todos, sino para unos pocos, no hay un plan sostenible para sobrevivir, sino que se exporta el sálvese quien pueda.
En la mentada novela de Bradbury, hay un relato en el cual los terrícolas llegan a una parte de Marte donde todo es como en la Tierra, e incluso hallan a sus seres queridos ya muertos. Pasadas las primeras líneas nos damos cuenta de que en verdad se trata de marcianos que, para sobrevivir, engañan al invasor a través de hologramas. Varios aspectos existenciales sin resolución se reflejan en ese capítulo y nos muestran que los hombres y mujeres requieren de algo más que tecnología, de mucho más que una emigración a otro sitio. El gran viaje siempre será hacia nosotros mismos.
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