SOS: Una generación se pierde en España
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La vida no es fácil para millones de jóvenes españoles. La desesperanza es el único sentimiento que prima en ellos ante la ausencia de posibilidades de iniciar una vida profesional y desarrollar la personal.
Desde que comenzó la crisis el nivel de desempleo juvenil no ha parado de subir; ya abarca al 56 por ciento del sector y todo indica que continuará aumentando. Sin empleo las demás esferas de la vida se tambalean. Estudiar, tener casa propia, hasta vestirse, puede ser difícil para estos jóvenes que también son los más afectados por la pobreza en España.
El futuro del 25 por ciento de los jóvenes europeos quizás no sea tan preocupante. Pero la Comisión Europea sí se ha alarmado tras calcular que el desempleo juvenil cuesta 150 mil millones de euros a la economía del Viejo Mundo.
Según los números de la Organización Internacional del Trabajo la suma de las prestaciones pagadas a los jóvenes desempleados, los impuestos y el efectivo que estos dejan de ingresar, equivale del 1,21 por ciento del PBI del país y hasta tres veces más. A diferencia producir nuevos trabajos solo representaría el 0,45 por ciento. El desempleo es mucho más caro que intentar eliminarlo.
Ante tales cifras la Comisión Europea ha expresado su intención de resolver el problema. Su idea es crear las condiciones para que en los 27 países del bloque se ofrezca empleo o prácticas rentadas a los jóvenes a cuatro meses de terminar sus estudios. La iniciativa ya funciona en Austria, Suecia y Finlandia, países con una tasa de desocupación muy baja y en los que los jóvenes tienen menos problemas para encontrar ocupación.
Pero los deseos casi nunca concuerdan con la realidad. El gran obstáculo de esta alternativa es cómo podría aplicarse en los países del sur de Europa, en el fondo de la crisis y recesión, aplicando ajustes a martillazos y con tasas de desempleo históricamente altas.
En España se suceden los despidos en masa, los desahucios y los recortes. Si el gobierno de Mariano Rajoy acaba de proponer una reforma educativa que aumenta el costo de las matrículas y seguramente obligará a muchos jóvenes a abandonar los estudios, es imposible pensar que la administración subsidie millones de empleos. Incluso de aplicarse la iniciativa a través del Fondo Social Europeo ¿hasta qué punto este aceptará sufragar los gastos?
Ni-ni es el triste calificativo que lleva esta generación, donde la mayoría ni estudia ni trabaja. En muchos casos ir a la universidad no fue una opción. Uno de cada tres jóvenes españoles de entre 15 y 24 años dejó sus estudios antes de acabar la enseñanza secundaria, según los datos del Estudio Educación para Todos 2012 de la Unesco. Ellos se ven obligados a aceptar puestos poco remunerados. Ciertamente los empleos que exigen una calificación mínima son los que más engrosan las listas de despidos masivos.
Pero tener la formación necesaria tampoco es una garantía. Muchas familias invierten en los estudios de sus hijos y estos, cuando se gradúan, no encuentran un puesto de trabajo donde aplicar sus conocimientos.
Abandonar los estudios y unirse a las colas de las oficinas de empleo se ha vuelto un círculo vicioso que no puede hacer más que reforzarse. No servirá de mucho crear nuevos empleos si el país no tiene la capacidad de formar jóvenes con competencias profesionales adecuadas.
El futuro no parece reservar nada bueno a los jóvenes españoles y para muchos la mejor opción es abandonar el país. Pero también ha aparecido otro camino que esta generación demuestra poder recorrer. "Sí se puede"; "No son suicidios, son asesinatos"; “Rescatad a las personas, no a los bancos” son algunas de las consignas que corean los indignados durante las marchas.
Más de un año ha pasado desde la primera acampada en la Puerta del Sol, pero la indignación ante las injusticias del capitalismo no disminuye. Los jóvenes se han convertido en una generación con capacidad de participación en la vida política y lo más importante de exigir una democracia verdadera. Quizás sea eso lo único que pueden agradecer al desempleo.
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