Vizcarra, entre la vacancia y el coronavirus
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La mayoritaria votación legislativa peruana para lograr lo que llaman vacancia del presidente Martín Vizcarra, quizás no fructifique en una segunda etapa por la falta de la mayoría de dos tercios, pero que no resta en nada la importancia al verdadero desastre que el nuevo coronavirus ha provocado en una nación que se ufanaba de un alto crecimiento económico, pero cuyos gobernantes, presentes y anteriores, no han podido sacar de la miseria que golpea a la mayoría de sus habitantes.
La maniobra para lograr destituir finalmente al mandatario tiene su origen en pruebas que supuestamente demuestran su participación en el tráfico de influencias, cuyas reminiscencias provienen del anterior y destituido gobierno del presidente Pedro Pablo Kuczinski, del que Vizcarra era su vicepresidente.
Como se dice vulgarmente, “no hay nada nuevo en el timbe”, tan acostumbrado se está a que estos gobernantes, antes o después, siempre, se sumerjan en las aguas de la corruptela que ahoga a la nación, primordialmente desde que abrazó abiertamente el neoliberalismo.
Ahora se trata de destituir al presidente y que sea sustituido por el presidente del Senado, Manuel Medina, detrás del cual hay otro grupo de intereses económicos, por lo que cual el “cuartico” seguiría “igualito”.
Vizcarra había logrado eliminar la preponderancia del fujimorismo y logrado un congreso de transición, hasta los comicios en los primeros meses del entrante año, pero no cuenta con mayoría en el aparato legislativo.
Todo ello, no obstante, no puede desviar la atención sobre la debacle humana y económica que está causando la COVID-19, porque la social ya se había agravado desde la llegada neoliberal.
A pesar de que el mandatario ha tenido momentos correctos en la petición de ayuda solidaria, con logros, ello ha sido ahogado por las ganancias fabulosas de la industria farmacéutica y la de oxígeno.
En este pésimo panorama, Perú se ha convertido en el primer país con más tasa de letalidad en el mundo.
Una enorme parte de la población vive del trabajo informal, el Estado no le ofrece ayuda, porque los recursos están controlados por las empresas privadas –a las que sólo les interesa las ganancias-, por lo cual infringen abiertamente cualquier medida que conduzca al aislamiento social y hasta apoyan protestas que aumentan el peligro de infección y muerte.
NO ES UN PROBLEMA DE AHORA
Pienso que ya desde que Perú se integró a la neoliberal Alianza del Pacífico, el entonces presidente, Ollanta Humala, a quien se miraba como un mandatario progresista, presentó amplios resquicios que impedían cumplir su proyectada política de proteger los derechos humanos del pueblo.
Si esperanzas tuvimos de que un mandatario se fuese por encima de las diferencias entre partidos para lograr el bienestar general, independientemente de las limitaciones ideológicas, estas se fueron alejando, cuando se trata de inflar una macroeconomía que solo beneficia a los más poderosos.
Porque no hacemos nada con crecer y crecer y presentar altas cifras de desarrollo, si en la práctica sigue aumentando la miseria o por lo menos los beneficios no son proporcionales a las amplias entradas comerciales, producto de la exportación de oro y otras riquezas minerales y agropecuarias.
Cierto que la pobreza disminuyó en un primer momento, pero ello no es nada si no hay un desarrollo sostenible, porque los guarismos negativos vuelven a aumentar, y ahora es casi el doble el número de familias pobres.
En aquel momento había en Perú unas 35 000 familias en situación de pobreza y extrema pobreza, sin servicios de agua y desagüe, que tenían como su principal fuente de ingresos el reciclaje de basura en el distrito limeño de Carbayllo, donde sobresale el paupérrimo barrio marginal de Valle Sagrado. Allí las familias trabajan en las partes traseras de sus viviendas, lejos de las miradas de los curiosos y para evitar problemas con las autoridades, ya que el trabajo de menores de 14 años está prohibido.
En las Lomas de Carbayllo, que es su nombre oficial, la edad promedio de inicio laboral de la mayoría de niños oscila entre los siete y diez años, pero existe la tendencia creciente de menores que se incorporan al trabajo a una edad aún más temprana, incluso desde los cuatro a seis, señaló un informe de la organización no gubernamental Centro de Estudios Sociales y Publicaciones, que comenté anteriormente en este portal Cubasi.
Expuestos al humo, además de la contaminación ambiental por explotaciones de canteras mineras y fundiciones de plomo cercanas, las principales enfermedades reportadas por estos niños son las infecciones respiratorias. También padecen mareos y dolores de cabeza, males diarreicos, dolores en el cuerpo, columna y piernas, así como afecciones a la piel y parasitosis intestinal. Además, existe el riesgo de pincharse con agujas hipodérmicas de los desechos de hospitales, cortarse con vidrios o quemarse.
El ausentismo o el bajo rendimiento escolar es una realidad común para los niños recicladores de basura, perpetuándose así el círculo vicioso de la pobreza.
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