A ocho años del Euromaidán: Ahora el Imperio habla de los acuerdos de Minsk
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Después de haber detestado públicamente los acuerdos de Minsk que debían llevar la paz y tranquilidad a Ucrania y sus zonas cercanas, Estados Unidos y sus cómplices de la Unión Europea se hacen defensores de los documentos y atacan a Rusia por su decisión de reconocer a las repúblicas independientes del Donbass, lo cual deja a los documentos sin valor alguno.
Pero la verdad es otra, y no se puede tapar el sol con un dedo: Kiev no sólo pretendía incumplir con los convenios, porque alegaba que favorecían a Rusia, sino que ha sido incapaz de solucionar la crisis ucraniana surgida tras el golpe de Estado financiado por Estados Unidos y ejecutado con la abierta participación de grupos neonazis para deponer en el 2014 a un gobierno legítimamente electo y perseguir con saña a sus seguidores, como ocurrió en Odessa, donde decenas de ellos fueron apresados, torturados y asesinados, algunos de ellos quemados vivos.
Tal represión, principalmente contra la población parlante rusa, hizo que unos 800 000 opositores a la ultraderecha se hicieran fuerte en el Donbass, donde crearan las repúblicas independientes de Donestk y Lugansk.
Para establecer la paz en el lugar y a la región en general, hubo reuniones y acuerdos de consideración que llevaron a firmar el Protocolo de Minsk en el 2014, y un año después, con la colaboración de Francia y Alemania, otro documento complementario.
Pero Kiev, obedeciendo órdenes de Estados Unidos, jamás pensó en poner en práctica tales acuerdos, y es ahora, cuando Rusia comprueba que son obsoletos porque las autoridades ucranianas faltan a su palabra y prosiguen los bombardeos y sabotajes contra el Donbass, cuya población civil se ve obligada a huir, que Moscú reconoce la independencia de ambas repúblicas y envía a su ejército a proteger las zonas donde se han establecido.
EE.UU. que ha armado hasta los dientes con armas modernas al ejército ucraniano, siempre buscando la invasión rusa a Ucrania, dice ahora que Putin hizo estallar los convenios y lleva a tal decisión a la Secretaría General de la ONU y, por supuesto, a sus serviles europeos, cada uno de los cuales se convirtió en repitente del Imperio –como siempre-, cuando se trata de herir a la Federación Rusa.
Por ahora ha llegado lo que se esperaba: sanciones a las repúblicas independientes, y castigos mayores por Estados Unidos a Rusia, con sanciones a la deuda soberana, bancos e individuos rusos, seguido en este aspecto por la Unión Europea en lo que concierne a legisladores, entidades e individuos de la Federación. En medio de ello, el presidente norteamericano, Joe Biden, aplaudió rabiosamente, cuando Alemania suspendió la certificación del oleoducto construido con Rusia, el Nord-Stream 2.
Antes, en Moscú, tras un rápido debate, el Consejo de la Federación aprobó por unanimidad de 153 votos la solicitud presentada poco antes por Putin del uso de las Fuerzas Armadas rusas en el extranjero, “derecho que está destinado a establecer la paz en el Donbass”, dijo la presidenta de la Cámara Alta, Valentina Matienzo.
La jefa del Senado explicó que la aprobación está dirigida a parar la sangrienta guerra civil y no permitir futuros ataques contra localidades y civiles, así como crear condiciones de vida normales y garantizar la seguridad de la población.
Según la solicitud, que fue publicada por el Kremlin, Putin hizo la solicitud en virtud de los tratados de amistad, cooperación y asistencia mutua que firmó la víspera con los líderes de Donetsk y Lugansk.
El Ministerio de Defensa de Rusia denunció este martes que la situación en el este de Ucrania tiende a empeorar y que Kiev ha concentrado 60 000 militares con sistemas de misiles y lanzacohetes cerca de las fronteras con las recién reconocidas repúblicas separatistas.
RECORDATORIO
El Protocolo de Minsk es un acuerdo que se creó para poner fin a la guerra en el Donbass, firmado el 5 de septiembre del 2014 por Ucrania, Rusia, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Luhansk.
El acuerdo fue firmado después de extensas conversaciones en Minsk, capital de Bielorrusia, y fue auspiciado por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y, posteriormente, por la ONU para ponerle un alto al fuego, luego de meses de enfrentamientos entre el gobierno de Kiev y los territorios que demarcaron su independencia después del Euromaidán.
Sin embargo, Ucrania no ha cumplido el acuerdo y desde entonces no solo no ha retirado el armamento pesado de la primera línea, sino que en ocho años no ha parado de bombardear los territorios que se declararon independientes.
Mediante el convenio se sistematizan algunos acuerdos establecidos y firmados por los tres actores políticos involucrados:
Asegurar un alto al fuego bilateral inmediato; garantizar la supervisión y verificación del alto al fuego por la OSCE; una descentralización del poder, incluso a través de la aprobación de una ley ucraniana sobre "arreglos provisionales de gobernación local en algunas zonas de los Óblasts (regiones) de Donetsk y Lugansk" ("ley sobre el estatuto especial").
Asimismo, asegurar la monitorización permanente de la frontera ruso-ucraniana y su verificación por la OSCE, a través de la creación de zonas de seguridad en las regiones fronterizas entre Ucrania y la Federación Rusa; liberación inmediata de todos los secuestrados y de todas las personas detenidas ilegalmente, establecer una ley sobre la prevención de la persecución y el castigo de las personas relacionadas con los hechos que han tenido lugar en algunas áreas de los Oblasts de Donetsk y Luhansk, excepto en los casos de delitos que sean considerados graves.
La continuación del diálogo nacional inclusivo se contempla en el convenio, con la toma de medidas para mejorar la situación humanitaria en el Donbass.
El fracaso de esta primera ronda de acuerdo llevó a los acuerdos de Minsk 2 firmado el 12 de febrero del 2015, en el que participaron otros países de la Unión Europea, como Francia y Alemania. Esta segunda fase tenía el mismo objetivo: aliviar la guerra en el Donbass. Rusia no fue signatario de esta edición.
Desde siempre el gobierno de Putin ha buscado una salida al diálogo. En su discurso previo al reconocimiento de Donetsk y Lugansk como repúblicas independientes, el presidente ruso afirmó que Ucrania no considera otra salida a la crisis que no sea militar. Los hechos lo avalan.
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