HRW: Chorreando sangre
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José Martí decía que «trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras». Fidel, digno heredero del Apóstol, convocó a librar la «batalla de ideas», al comprobar que el fracaso económico y político del neoliberalismo no se traducía en la conformación de un nuevo sentido común posneoliberal.
Desgraciadamente, la izquierda demoró mucho en tomar nota de todo esto, observó el pensador argentino Atilio Borón, pero el Imperio, por el contrario, siempre tuvo un oído muy perceptivo a la necesidad de controlar la conciencia de sus súbditos y vasallos, tanto dentro como fuera de Estados Unidos.
Así, se llega a los focus groups para saber qué quiere escuchar el electorado y quién quiere que se lo diga y cómo y, de ese modo, garantizar que los personajes «correctos» y aceptables triunfen en las elecciones, fabricando candidatos con el perfil exacto de lo que quiere la amorfa mayoría, y he aquí que entran a jugar esas falsamente denominadas organizaciones no gubernamentales.
Sin embargo, no todas responden al máximo perfil preponderante que para el imperialismo ha tenido Human Rights Watch, instrumento ideal en la preparación sicológica para la agresión a Siria, como antes lo fue para la de Iraq.
La parafernalia bélica contra Siria siempre tuvo como antecedente el baraje de HRW, acusando al gobierno sirio de lanzar «barriles explosivos», bombas de racimo y armas químicas contra su población.
No queda ahí la crisis: el gobierno sirio fue acusado de arrestos arbitrarios, desapariciones forzadas, detenciones de niños, torturas y muerte, además de referirse a «un desertor militar que fotografió a miles de cadáveres en hospitales militares de Damasco».
Ello no es nuevo en HRW, porque los mismos pasos los dio en Libia, donde coadyuvó a acusaciones contra un gobierno legítimo que se formó tras el asesinato de Muammar el Ghadafi, con el fin de facilitar la agresión incoada por Estados Unidos y realizada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
La abogada y colaboradora de Radio Habana Cuba, Purificación González de la Blanca, recordó que el gobierno de Estados Unidos y sus socios «lo intentaron todo para hundir al gobierno de Bashar al Assad, comenzando por inventar una oposición dirigida por grupos terroristas, que no le sirvieron, dado su nivel de barbarie, como es el caso del Frente Al Nusra».
«Enemigo perfecto»
Fue entonces que crearon el «enemigo perfecto», el Estado Islámico, ISIS o Daesh, que tampoco pudo con Siria, gracias a la ayuda de Rusia, que intervino en base a un convenio de cooperación en materia de defensa que ambos países suscribieron hace años.
Luego de haber promovido inspecciones de la Liga Árabe, Naciones Unidas, etcétera, el Imperio inventó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (dirigido por un comerciante de ropa en Londres), tras lo cual, al fallarle los argumentos, acudió a uno de sus puntales, HRW, que junto con Amnistía Internacional, son las únicas organizaciones de derechos humanos de Occidente que operan en todo el mundo.
Mucho dinero cuesta esas falsas organizaciones no gubernamentales a las multinacionales norteamericanas Winston y Ford, y al Fondo Nacional para la Democracia, creado por Ronald Reagan, financiado por el Congreso y dedicado a promover la visión de la democracia que conviene a los intereses norteamericanos.
Nunca denunció HRW las más de 200 guerras auspiciadas por Obama y Trump, ni se cuestionó la existencia de la prisión en la Base Naval de Guantánamo, ni las torturas de Abu Ghraib, ni las de Mazar-i-Sharif, ni la inhumana política de Trump ante la epidemia del nuevo coronavirus.
Títere de guerra dirigido por el imperialismo, Human Rights Watch tiene sobre su conciencia la muerte de millones de personas.
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