Geopolítica: Conversaciones de paz en el umbral del nuevo mundo

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Geopolítica: Conversaciones de paz en el umbral del nuevo mundo
Fecha de publicación: 
16 Marzo 2025
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La delegación de EE UU, a la izquierda, y la rusa, en la mesa de negociación en Riad. Efe

¿Es posible un plan de paz en Ucrania? Las negociaciones de Riad entre Rusia y Estados Unidos evidencian un nuevo mundo geopolítico en el cual no resulta importante ya una alineación ideológica exacta entre los poderes, sino un pragmatismo de los proyectos globales dominantes. Por un lado, los norteamericanos tratan de sostener su hegemonía del siglo XX, por otro las potencias emergentes empujan la estructura y la mueven hacia posiciones ventajosas de multilateralismo. Pero esa lucha no cesa en la medida en que se producen conatos de resistencia a los intentos de paz y allí tenemos a los intereses corporativos que han hecho su pan con la guerra, esos mismos que ahora obstaculizan, la emprenden contra las negociaciones y hablan de una Ucrania militarizada y miembro de la OTAN para un futuro cercano. Justo las demandas que Putin está tratando de frenar, para la propia seguridad de Rusia.

Paralelo al pedido de alto al fuego que surge, los ucranianos lanzan el mayor ataque con drones de toda la contienda contra Moscú. El mensaje está claro, un posicionamiento de paz no excluye la posibilidad de volver al combate, ya que en términos de intereses es mucho lo que los globalistas se están jugando en Kiev. Entonces no se trata de una simple guerra, sino de la reconformación del mundo. La lucha por los mercados y por los recursos está haciendo que la pelea se torne cruel, no tanto ideológica, como referida al egoísmo real de adueñarse de aquello que resulta vital e imprescindible para los pueblos. El globalismo posee una mentalidad y una lógica rentistas, de crecimiento absoluto e ilimitado sobre los recursos finitos del planeta. Ello determina que el sistema esté en su lecho de muerte. Estamos hablando aquí del viejo liberalismo, devenido neoliberalismo, que en 1991 tuvo un revival a partir de la caída de la URSS, pero que ahora mismo no dispone de la capacidad de ir más allá en el decrecimiento de sus mercados por la no accesibilidad de los recursos y la caída de esa lógica de expansión constante. El nuevo mundo no es antiliberal en el sentido económico de la palabra, pero sí conservador y nacionalista en el término ideológico. Por eso existen los proyectos soberanistas del gran despertar de Rusia y de China, que tanto miedo causan entre las élites de los banqueros occidentales y sus lacayos de la política.

Entonces, ¿cuál es el mundo que puede salir de las conversaciones de Riad?, uno que no esté alienado con el globalismo clásico de crecimiento ilimitado, en el cual los grandes poderes redefinan el reparto sin llegar a una tercera guerra mundial. Eso significa el fin del viejo orden de Yalta en el cual se sentaron las bases para la OTAN y la Unión Europea, dos organizaciones hechas a imagen y semejanza del mundo liberal posterior a 1945 en el cual regía por poder incontestable el dólar. Pero por antiglobalista que parezca Trump, no escapa a la defensa del modelo liberal norteamericano y los intentos de restablecer el poder de los Estados Unidos mediante el proteccionismo son el último canto de cisne de un mundo moribundo, que tendrá que pagar un peaje por seguir siendo considerado gran potencia en las próximas décadas. Que las conversaciones tengan lugar en Arabia Saudita tiene un significado y va en la línea de la importancia de los países emergentes. Riad es un poderoso actor cada vez más global que se mueve entre los dos bloques y genera de esa manera un delicado equilibrio en el tema del petróleo. Pero Ucrania en medio de todo esto tiene muy poco o nada en cuanto a protagonismo. Los globalistas, que hicieron mucho dinero con la guerra, no están a favor de que acontezcan conversaciones de paz en las cuales se asoma el nuevo orden mundial de los países del BRICS como un referente.

Las conversaciones no son pues algo que se dé porque Ucrania y los globalistas quieran, sino porque la nueva política de la Casa Blanca les torció el brazo. El proyecto de Inteligencia Artificial de Trump con Elon Musk y el crecimiento industrial no son posibles se existe el riesgo de una tercera conflagración de escala planetaria. Los mercados que ellos quieren ganar deben ser estables y las acciones no pueden comportarse como un caos. Los globalistas lo saben y desde el primer día del gobierno de Trump han acontecido casi a diario sucesos trágicos que repercuten en la seguridad nacional de los Estados Unidos. Y no es que el proyecto del presidente republicano no sea imperial, sino que lo es a la vieja manera de la protección de las industrias y empresas y no en el corte liberal especulativo que conviene a los banqueros que manejan el poder del dólar. Por tanto, en los Estados Unidos no existe una unidad en torno a cuál política deberá regir. Este “estira y encoge” entre los dos bandos está lastrando el poder de los norteamericanos y es potenciado por los rivales, a partir de un revival de la política del pingpong tan cacareada por Kissinger en el siglo pasado y que ahora se les revira como ingeniería social.

No es posible entender el mundo hoy solo a partir del binomio derecha-izquierda, salido de la Revolución Francesa, sino que hay que ir más allá y ver los intereses concretos de quienes financian las campañas y están detrás de la aprobación de leyes y de visiones de poder. El mundo se mueve por proyectos globales y ello predetermina una geopolítica complicada en la cual se mueven las naciones por un lado con sus lógicas de Estado, pero por otro lado tenemos al poder corporativo y los banqueros especuladores financistas con sus prospecciones de tipo político y social. El gran drama de este siglo es la caída del dólar, cómo va a ser y a quién va a beneficiar/perjudicar. Pero todos coinciden en que es cuestión de tiempo antes de que veamos un yuan poderoso o una moneda que funja como garante de un comercio mundial. Y eso es lo que expresa el déficit de Estados Unidos con respecto a China en cuanto a exportaciones/importaciones. En la medida en que los productos asiáticos se tragaron la competencia norteamericana, los Estados Unidos dejaron de ser una potencia temible en términos de rivalidad económica. Y no es que vayamos a ver a una nación norteña llevada a condiciones tercermundistas, sino que probablemente se convierta en la periferia de Asia y termine recortando sus niveles de vida que hoy son totalmente irreales y especulativos, lo cual crea olas migratorias que son también bombas de tiempo en términos de identidad y de sostén del esquema.

Todo eso está contenido, aunque no lo veamos así, en la metafísica de esta guerra en Ucrania. Retrasar a Rusia en su hegemonía global, desgastarla, llevar a China a implicarse y entrar en contradicciones; reeditar la política del pingpong como ya se vio en el siglo pasado. Si ganan los globalistas, la lucha sigue con condiciones que nadie puede predecir. Si triunfan los nacionalistas, se detiene por ahora el enfrentamiento y todo pasa al plano de los aranceles y de la competencia industrial y tecnológica. Y es que los globalistas deberían entender que ya ni los Estados Unidos ni la OTAN están en condiciones de ganarle una guerra a Rusia, por las cuestiones militares que sean. El mundo en su reparto de fuerzas es otro y no admite la implicación de visiones irreales y alejadas de una óptica lógica y racional. Y ello incluye que los países europeos dejen de pensarse con el peso suficiente como para mantener una postura belicista hacia Rusia, cuando ya se nota la superioridad de Moscú.
 
Pero lo que el occidente colectivo no entiende es la necesidad de que el mundo llegue a acuerdos de paz que lo alejen de la capacidad destructiva de las grandes potencias. Por primera vez en centurias de modernidad, no son los países blancos europeos y su esfera de influencia los que están llevando adelante la transformación global y eso tiene un peso en lo que viene para el mundo. No solo porque Rusia es la primera nación con poder atómico, sino porque China está llamada a ser la que rija las relaciones económicas. En este punto del debate, todo lo que los occidentales planteen desde la ideología es irrelevante si no se cuenta con un correlato real en la repartición de las fuerzas. Las conversaciones de paz no se están llevando adelante en Europa, ni en los Estados Unidos, sino en un terreno como Riad, en el cual se puede hablar de un nuevo orden mundial basado en el ascenso de nuevos poderes.

¿Son los BRICS el punto de quiebre del viejo orden y está ese debate como telón de fondo de los choques a nivel internacional? El capitalismo está reinventándose y eso quiere decir que atraviesa por una crisis de reconformación de los mercados y de las fuerzas. Persiste un orden geopolítico que ya es obsoleto, pero que en sí lleva la marca de su muerte y es solo cuestión de tiempo. Las conversaciones se dan entre unos Estados Unidos apresurados por una paz en una guerra que no pueden ganar y una Rusia dispuesta a todo, porque posee ventaja militar y estratégica. Está claro que el equilibrio global no es el mismo y que los norteamericanos no pueden hablarles a los rusos como si lo hicieran con un país del tercer mundo o de la periferia. Las conversaciones pueden terminar en un acuerdo que cambie lo que hoy conocemos y que conduzca a una forma de paz que no esté alineada del todo con las ventajas para Occidente.

Por ello, los rusos son antiglobalistas, pero no a la manera de Trump. La postura de Moscú tiene que ver con la creación de un nuevo mundo en el cual se produce un despertar de la conciencia nacional y una participación genuina de los componentes de la identidad. En el caso de los trumpistas, se trata de un posicionamiento para retrotraer la historia y conservar el orden en manos de los occidentales. El BRICS es el verdadero esquema del antiglobalismo, no así las alianzas de nuevo tipo que está tratando de crear Trump hacia lo interno de su país o las rupturas que lleva adelante con viejos amigos. Mientras que Rusia es lo creacional y lo organizativo, los Estados Unidos no tienen otra manera de existir que desde el caos y la no estructuración. Ese complejo sistema de relaciones internacionales se expresa desde los estados naciones, pero sobre todo está presente en la proyección conceptual de lo que son cada uno de los bloques.

En lo que sí no puede terminar esta contienda fría de nuevo tipo es en el choque armado, porque Estados Unidos en su lógica de mercado no tendrá absolutamente nada que ganar, mientras que Rusia no renunciará a su dignidad. El esquema defensivo de la mano muerta, planteado por Putin una vez que se produzca un golpe atómico demoledor, nos habla de que la doctrina de los rusos no tiene contemplaciones a la hora de luchar por la soberanía. Y eso está muy bien. Son dos lógicas enfrentadas, dos mundos, dos concepciones de la vida y dos ritmos existenciales.

 

 

 

 

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