Geopolítica: El orden postliberal y su perspectiva en el 2025

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Geopolítica: El orden postliberal y su perspectiva en el 2025
Fecha de publicación: 
15 Diciembre 2024
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Los primeros días de la nueva administración de Trump prometen darle un vuelco tanto a la política doméstica como a la exterior. Con un gabinete que ha sido cuestionado por el poder legislativo y con causas legales que han quedado al pendiente debido a la inmunidad presidencial, se inicia uno de los periodos de mayor incertidumbre de la historia más reciente. No solo por los sucesos del Capitolio, que estarían sujetos a otra narrativa de poder en la cual las personas culpables son relevadas de culpa; sino por la esencia del proyecto político que representa una élite de tipo conservador que ha marcado muy bien cual es su agenda.

Por una parte, las amenazas de una guerra de aranceles que se realiza desde una intencionalidad doble de favorecer al poder corporativo y restaurar el poder industrial norteamericano; por otra parte, la noción de un imperio que tiene que rehacer sus fronteras y retirarse hacia su zona de influencia más cercana para poder sostener su poder global. Ese proteccionismo en realidad está enmarcado dentro de una lógica de poder que no se inscribe en lo que hasta el momento nos ha ofrecido el globalismo clásico. La expansión a toda costa ha tenido como consecuencia la pérdida de las fronteras y la crisis del proyecto nacionalista imperial.
 
Trump representa la restauración de un tiempo que ya no es posible desde la propia lógica del capital y que se ha dado a partir del fenómeno de la deslocalización y de la volatilidad del mundo financiero. Las inversiones y las oportunidades están allí donde existe rentabilidad y crecimiento y ello no está centrado ya en Occidente. En ese sentido, retrotraer las empresas no es algo que se logre mediante la fuerza y el proteccionismo, ya que esa ingeniería lo que ha demostrado en el tiempo es  el desestímulo de las fuerzas del mercado. El poder de los gobiernos, con su lógica de control y su naturaleza ajena al movimiento de los intereses reales del capital volátil eleva el factor riesgo a los inversores y crea una cortina de persuasión que no huele a oportunidades, sino a pérdida. Pero hasta el momento lo que se está viendo como estrategia es el proteccionismo, la imposición de mecanismos arancelario y muy poco de libre comercio, algo que para un líder que se proclama liberal y capitalista no deja de ser una contradicción. En ese sentido, el paralelismo entre las construcciones totalitarias y la nueva administración es evidente.
 
Pero lo peor es el efecto que el proteccionismo puede tener para los trabajadores comunes, los que votaron y pusieron sus esperanzas en un crecimiento de la macroeconomía con la visión de que en algún momento por derrame llegue algo hasta ellos. Pero es que esta entelequia que se les vende a las clases desfavorecidas no es posible cuando se está hablando de que, para recortar la deuda pública, se aplicarán recortes que eliminarán las asistencias sociales que por ley hoy existen y que son la base de los beneficios que esos trabajadores esperan. O sea, no se puede pensar en derrame, si las formas de redistribuir la riqueza y que provienen de una noción socialdemócrata de poder se están desmontando. Lo que queda luego de eso es simplemente el beneficio corporativo o sea una élite que no compartirá sus ganancias. Sin dudas, la gran interrogante es qué pasará con esa sociedad cuando se vean los efectos de este tipo de recortes y hacia dónde irá, cuando sienta la necesidad de una movilización para cambiar el status quo. El partido demócrata quedó muy dañado por cuatro años en los cuales se ha evidenciado la falencia no solo ideológica, sino práctica.

¿Y cuáles otros mecanismos se pueden implementar bajo Trump con el tema de la deuda?, obviamente exportarla, vender esos bonos de deuda de alguna manera, lo cual nos lleva a pensar que quizás las promesas de campaña de que van a acabar las guerras no sean reales. Otros estallidos además de Ucrania están avizorando que las campañas proxis con agentes no norteamericanos pueden ser la tónica de la administración entrante. Por un lado, se logran objetivos geopolíticos y por otro se le vende armas a ese aliado, con lo cual se sigue haciendo negocio. La prometida paz con Rusia no es posible bajo esa lógica de poder, así que las esperanzas de que la contienda termine se alejan y se inscriben en palabras que fueron en el momento de las elecciones, pero que pueden estar sujetas al pragmatismo en el poder. La deuda es un problema que dificulta el prestigio del gobierno de los Estados Unidos y que pende como espada de Damocles sobre el crecimiento de su economía y la credibilidad de la divisa dólar. Por lo cual, es un asunto que estará en el tintero, no se sabe con cuáles medidas ni hasta qué punto coherentes o serias desde el punto de vista de la economía.

En resumidas cuentas, la administración es un batiburrillo entre el liberalismo, el proteccionismo, el nacionalismo y la ideología conservadora. Y ello responde a los intereses que en la campaña dominaron los movimientos del candidato. Ya que por una parte, no se requiere en estos momentos de un globalismo a la usanza quizás de un Obama que se interese por la expansión a toda costa, sino más bien un proyecto que salve lo que va quedando del poder económico, imponga orden en patio trasero y rescate de la debacle la deuda. Ello no quiere decir que se renuncie a que el imperio sea lo primordial, sino a que es el tiempo de una política de protección y del endurecimiento del propósito ideológico de los Estados Unidos. Así, el anticomunismo, aunque no estemos en la guerra fría, es un elemento a partir del cual se busca la cohesión de fuerzas conservadoras sobre todo en el tema electoral y de legislación. Es una especie de comodín que posee la utilidad de casi justificar cualquier cosa. Por ende, su uso como ingeniería política será herramienta constante.

Estamos en la era de la antipolítica en la cual se habla más de ingenierías sociales y de manejo del poder que de participación y de democracia y los partidos llegan para implementar reformas que desmontan los beneficios para las mayorías y consolidan a la élite. Así, no podemos hablar hoy en Occidente de un orden liberal, sino post liberal en el cual se nos está evidenciando que no existe posibilidad de salvas las conquistas de las revoluciones burguesas del pasado. Todo ese poder está siendo capitalizado para construir un bastión diferente que, en primer lugar, conserve la manera en que el centro norteamericano controla el resto de la periferia y de países clientes. En esa lógica geopolítica, la democracia clásica sobra, ya que les otorga a las masas la posibilidad de en teoría remover los poderes. Por ello, el proteccionismo, que es una forma de entender la economía a la manera de los estados y no de la expansión mercantil, es la nueva tónica bajo la cual las viejas familias de Occidente pretenden restablecer lo que entienden como lo normal, lo moral y lo aceptable.
 
Lo que hay que tener claro con la llegada de Trump es que ya no podremos regresar al mundo liberal del año 2016 en el cual se podía hablar de una institucionalidad internacional y de un consenso salido de la modernidad. En realidad, el caos que se está viviendo es un resultado de la decadencia de un poder que quiere seguir a toda costa y que lo hará bajo riesgo del resto de las personas. Por eso, hablar del fin de la lógica de la guerra es utópico, si bien eso es algo que la humanidad desea como su mayor anhelo. Tal pareciera que la prosperidad solo puede favorecer a minorías y que cada vez que el capital y sus fuerzas van a entrar en un ciclo de redistribución aparecen fuerzas conservadoras que lo impiden. En ese escenario, no se puede hablar de que podamos confiar en instituciones o leyes que estén por encima de la fuerza o de los intereses de quienes en efecto ejercen el poder global del mercado.

Los primeros días del gobierno de la nueva administración pueden decir mucho, pero hay que esperar, porque todo pareciera estar oculto y la agenda principal aun no se nos clarifica. En ello nos va como humanidad toda nuestra existencia y existe un estado de zozobra ahora mismo en torno del tema por ejemplo de la guerra. Solo si Estados Unidos detiene al menos ese conflicto, podremos respirar, pero en la lógica del poder ello no es lo que las élites desean. No importa cual sea el riesgo, el crecimiento del nuevo mundo debe ser detenido y en ello nos vamos nosotros como habitantes de la periferia. Trump es un ente nacionalista que, por mucho que otros digan que significa una postura antiglobalista, no va a renunciar a la expansión ni al poder que es la base de la prosperidad y del modo de vida de su país. Ese es el principal tema que deberíamos estar abordando como variable de análisis.
 
Al finalizar su mandato, Biden le otorgó armas de mediano alcance a Ucrania y liberó a su hijo de los cargos que le habían sido imputados. Ambas cuestiones parecieran distanciadas, pero responden al mismo orden post liberal. Por una parte, no le importa que con esa decisión Rusia active su doctrina nuclear y se ponga en riesgo la vida, por otra, lo de Hunter Biden evidencia que a los poderes no les interesa mantener la forma o sea el estado de derecho y que lo puede violar cuando sea necesario. Lo que está legislado es solo para los pobres y para ser usado de forma discrecional.

 

 

Comentarios

Trump con su victoria desnudo,desesmascaró y ha quitado la careta el verdadero rostro derecha.
javierhernandezfernandez31@gmail.com

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