Oda al gato (+ fotografías y poemas)
especiales
Fotografía de Socks tomada de https://elpais.com
De tantos días señalados que tiene el calendario para celebrar a los gatos, este es el primero, y se debe a que el 20 de febrero de 2009 murió uno que alcanzó celebridad en la década de los años 90. Se llamó Socks y fue mascota de Bill Clinton, reconocido expresidente de Estados Unidos.
Este gatico tuxedo, de apariencia elegante, fue bastante mediático. Ni siquiera era de alcurnia sino adoptado, recogido en las calles, pero vivió en la Casa Blanca y se le veía en las ruedas de prensa, en los jardines, merodeando oficinas, incluso recibía correspondencia.
Socks —que en inglés significa medias (por sus patas blancas)— salía en los medios junto a la familia Clinton, a veces mientras paseaba por los alrededores, también cuando lo llevaban a eventos o si compartían momentos de intimidad.
Ava Gardner fue una famosa actriz de Estados Unidos, considerada una de las grandes estrellas del siglo XX. Fotografía tomada de https://www.esquire.com
A propósito, o no, la imagen de Socks lograba empatizar con la administración, y hasta hicieron libros en su honor, y en su momento la versión infantil de la página web presidencial estaba protagonizada por el conocido gato, que, como todos los de su especie, poseen un encanto que llama a las masas.
No por gusto los videos de felinos son de los más abundantes en Internet, y es casi seguro que cualquiera, por muy simple que sea, tiene alta probabilidad de hacerse viral en corto tiempo por su capacidad de “hipnotizar” a cierto sector que encuentra en ellos entretenimiento y energía positiva.
El artista visual uruguayo Carlos Páez Vilaró. Fotografía tomada de la página Cats & Hearts en Facebook
Esa curiosidad mezclada con suspicacia, el misterio alrededor de su manera de conducirse, y su prestancia, hace que los gatos sean encantadores para muchos, y por eso no pocos les han dedicado sus artes. El cine, la literatura, la música, en todas las manifestaciones podemos encontrar recreaciones felinas.
Pienso en personajes que nos acompañan desde pequeños como Vinagrito, El gato con botas o Cheshire, el enigmático y burlón de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, y también en piezas que existen desde mucho antes como las esculturas del Antiguo Egipto, que nos dice lo importante que ya eran para aquella sociedad.
El escritor argentino Julio Cortázar. Fotografía tomada de https://www.excelsior.com.mx
Los gatos (Charles Baudelaire)
Los amantes fervientes, los sabios venerables,
Sienten, cuando maduros, igual predilección
Por los gatos, orgullo de la casa, que son
Como ellos sedentarios y al frío vulnerables.
Amigos de la ciencia y la sensualidad,
Prefieren el silencio y las tinieblas crueles.
Del Erebo serían los fúnebres corceles
Si su altivez cediese ante la majestad.
Cuando sueñan, adoptan las nobles actitudes
De las grandes esfinges que en vastas latitudes
Solitarias se pierden en un sueño inmutable.
Mágicas chispas arden en sus grupas tranquilas
Y partículas de oro, como arena impalpable,
Alumbran vagamente sus místicas pupilas.
Oda al gato (Pablo Neruda)
Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.
El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.
No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.
Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.
Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.
Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.
A un gato (Jorge Luis Borges)
No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.
Un gato en un piso vacío (Wislawa Szymborska)
Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no son ésos.
La mano que pone el pescado en el plato
tampoco es aquella que lo ponía.
Hay algo aquí que no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre
como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está.
Se ha buscado en todos los armarios.
Se ha recorrido la estantería.
Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.
Incluso se ha roto la prohibición
y se han desparramado los papeles.
Qué más se puede hacer.
Dormir y esperar.
Ya verá cuando regrese,
ya verá cuando aparezca.
Se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Irá hacia él
como si no quisiera,
despacito,
con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos al principio.
Gato negro a la vista (Gonzalo Rojas)
Gato, peligro
de muerte, perversión
de la siempreviva, gato bajando
por lo áspero, gato de bruces
por lo pedregoso en ángulo recto, sangrientas
las úngulas, gato gramófono
en el remolino de lo áfono, gato en picada
de bombardero, gato payaso
sin alambre en lo estruendoso
del Trópico, arcángel
negro y torrencial de los egipcios, gato
sin parar, gato y más gato
correveidile por los peñascos, gato luz,
gato obsidiana, gato mariposa,
gato carácter, gato para caer
guardabajo, peligro.
Solo de gatos (Rafael Alcides Pérez)
Este gato está pidiendo amor.
Maullando llega, levanta la cola,
se arquea como un joven guerrero,
se aplana contra el piso, se tiende
boca arriba con la sinceridad
de quien ya ha perdido la vergüenza,
da vueltas, no deja de maullar
y se va, por fin se va
sin que le hagan caso.
Yo también maullé a lo largo
de mi vida, señor gato. Yo también
levanté la cola; yo también
me contorsioné como un acróbata
en su noche de debut; yo también
me aplané contra el piso
hasta ser una alfombra
volando en los cielos de Simbad.
Yo también,
fui payaso, telépata, electricista,
príncipe desterrado que arregla cocinas a domicilio
para olvidar, y al cabo yo también
me marché sin que me hicieran caso.
Es el destino de esta ciudad.
Acostúmbrese. (Está escrito.)
En overol de herrero
o con fanfarrias de monarca,
por los siglos de los siglos
pasarán los moradores de este lugar
maullando igual que usted.
Del libro Gatos (Darío Jaramillo Agudelo)
Estados de la materia.
Los estados de la materia son cuatro:
líquido, sólido, gaseoso y gato.
El gato es un estado especial de la materia,
si bien caben las dudas:
¿es materia esta voluptuosa contorsión?
¿no viene del cielo esta manera de dormir?
Y este silencio, ¿acaso no procede de un lugar sin tiempo?
Cuando el espíritu juega a ser materia
entonces se convierte en gato.
Gato (José Emilio Pacheco)
Ven, acércate más.
Eres mi oportunidad
de acariciar al tigre
-y de citar a Baudelaire.
Había tres gatos… (Marosa di Giorgio)
Había tres gatos que no eran silvestres ni caseros.
Vivían en la bodega.
La bodega estaba lejos de la casa.
Yo iba hasta allá cuando las amas andaban cortando ajíes, que son de tul verde con el coágulo rojo dentro.
La amatista… brilla la pata de turquesa de que penden.
De esos gatos se dijo que comían mariposas y algo más absurdo se dijo… que comían moras.
Pero yo nunca lo comprobé.
Estos gatos eran llamados los indios.
Al verme, cada uno trepaba a un árbol y me miraba.
Así yo era observada desde tres lugares diversos.
Un día, uno de los gatos tuvo para mí intenciones sexuales y yo huí a través de los ajíes de encaje y él volaba y caía a mis pies y volvía a volar y a caer a mis pies.
Me siguió en la larga caminata demostrando a cada instante su poder supremo e inútil...
El gato (José Watanabe)
Estoy esperando la vuelta del gato desconocido
que cruzó el alféizar de mi ventana.
El alféizar corre a lo largo de varias ventanas. No tiene
otro camino. Volverá
y esta vez mi imagen le será más cordial.
Pasó arrogante como un bello inmortal. Los gatos ignoran
la contingencia de los torpes,
tropezar y caer.
Miden tan bien sus pasos cuando cazan o fugan, y nunca
nunca cara de extraviados. Así nos infunden en la mente
su propio mito.
Y los mininos de viejas no los contradicen
porque gato es gato, dignísima fiera cuando la vieja duerme.
Los gatos son peligrosos para la poesía, pronto
acumulan adjetivos, mucho provocan, mucho seducen.
Por eso no espero limpiamente la vuelta del gato,
la mucha belleza me hace siempre perverso. Y digo:
está caído en la vereda, inmóvil, dirigiendo
hacia mi altísima ventana
su última y fosforescente mirada.
Gato nocturno destruye su leyenda (Eduardo Chirinos)
No sé si me gustan los gatos. Tampoco
si me gustan los perros. Jamás he tenido
mascotas en casa (tampoco niños), pero
un gato me visita siempre por las noches.
“Debes ser el gato de Baudelaire, le digo.
Veo tus místicas pupilas, tus ojos de metal
y ágata mirarme a través de la oscuridad”.
Pero el gato no responde. “Entonces eres
Micifuz el extranjero o Marramaquiz el
que araña las bibliotecas del Parnaso”.
Pero el gato estira su lomo sin decirme
nada. “¿Has venido acaso de Cheshire
y no entiendes español?, ¿acaso apareces
y desapareces y muestras de noche tu
sonrisa sin gato?” Pero el gato, pardo
como todos los gatos, ni siquiera sonríe.
Pruebo entonces con el gato con botas,
con el gato triste y azul que nunca se
olvida, con el gato filósofo de Natsume
Soseki “que aún no tiene nombre”. Pero
el gato levanta su cola, da media vuelta y
se marcha, indiferente, hacia la noche fría.
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