Medallero: ¡cuántas injusticias se cometen en tu nombre!

Medallero: ¡cuántas injusticias se cometen en tu nombre!
Fecha de publicación: 
12 Junio 2024
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El Comité Olímpico Internacional (COI), en su sesión quince, efectuada en Estocolmo en 1912, aprobó confeccionar un cuadro de honor por naciones al término de los certámenes. Se daría una puntuación a cada una de las seis primeras en cada prueba y, al sumar lo acumulado, la que tuviera mayor puntación ganaría los Juegos.

El COI no tardó en revocar el acuerdo, sobre todo debido a las concepciones de Coubertin: la implantación dañaría el espíritu del clásico y el abrazo entre los pueblos.
 
“Pero existe y de qué manera…”, cualquiera me señala. No le falta razón. Muchos han escrito parte de la verdad sobre esta resurrección. Por ejemplo: “La prensa, organismos e instituciones deportivas siguieron confeccionando el medallero, a partir de los galardones alcanzados por loa países, de acuerdo a diversos criterios de puntuación. Prevalece que el ganador es el mayor acumulador de medallas de oro”. Falta profundidad, ir a la causa.
 
Esta medición fue instituida de forma extraoficial debido especialmente a intereses políticos e ideológicos de las potencias de la esfera que, en general, son las más desarrolladas del planeta, imperios incluso, para demostrar supremacía, cantar gloria a su sistema de vida robado a tantos, ganar simpatías a costa del talento cual escondrijo de la carencia de virtud. Gozó y goza de un enorme empujón periodístico. Medallero conducido a Centrocaribes, Panamericanos, Mundiales... ¡hasta a los Paralímpicos!
 
Este sistema de puntuación no determina en realidad la situación del deporte y, mucho menos, de la cultura física en un territorio. Coubertin expresó el 9 de junio de 1925 en carta a Franz Reichel que un país no es verdaderamente deportista “hasta que la mayoría de sus habitantes no experimente el deseo personal del deporte”.

Ese concepto complementa lo que manifestó en la conferencia titulada Obstáculos y ayudas a la educación física en el siglo XX (Octubre de 1902) al criticar “...no solo el ánimo de lucro sino también la detestable vanidad que hace al hombre buscar vulgares laureles y groseras satisfacciones de amor propio, donde radica el peor enemigo del deporte y al mismo tiempo de la educación física tomada en su conjunto...”

Más allá de lo económico y lo político, lesiona el fetichismo de las estadísticas. A esos números debemos estudiarlos hasta llegar al tuétano. ¿Acaso el Producto Interno Bruto refleja siempre el adelanto de un sistema? Con Pinochet avanzó en Chile, e independiente de su base asesina y del soporte gringo con interés muy marcado, ¿hacia dónde fue la mayoría de los recursos?, ¿quiénes se beneficiaron con eso? Los ricos avanzaron en su riqueza; los de abajo, en su pobreza material y espiritual. Si en algo tan serio sucede, ¿qué esperar con el escenario atlético?
 
Se observa fácil de que manera se distribuyen las preseas desde el principio. Al frente de la cosecha, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania... Japón entró en los festejos.
 
A Nuestra América, África, gran parte de Asia, les toca el desafino. Hay excepciones: reafirmada la regla. La presencia de la URSS y el campo socialista pusieron el juego del medallero en contra de quienes lo usaban para lo perverso. La Mayor de las Antillas lo fustigó en las diversas lides, sin dejar fuera el gran certamen, y su impulso -incluido su apoyo solidario de contundente deportividad-, fortaleció el sector en la patria grande.        
 
Deseo ir antes de ese hecho para comprender mejor. Luego avanzaré en el tiempo. Con varias preguntas quiero hacer pensar con claridad superior sobre el asunto. ¿Por qué se demoraron tanto para aparecer los primeros ases de Nuestra América en natación y atletismo? El honor correspondió al argentino Alberto Zorrilla, rey de los 400 libres en Ámsterdam 1928, y su coterráneo Juan Carlos Zabala, en el maratón de Los Ángeles 1932. Después regresó la sequía. Zabala actuó en los 10 000 en Berlín 1936 y terminó octavo. Eso sí: sus paisanos mostraron de nuevo calidad entre las cuerdas encabezados por el dorado del peso pluma: Oscar Casanova.
 
Segunda interrogación. ¿Por qué el primer cetro de Colombia llegó gracias a la pesista de los 75 kilos María Isabel Urrutia en Sydney 2000, cuando ese país debutó en la gran fiesta en Los Ángeles 1932?  

Me referiré a los hermanos africanos. ¿Por qué Mozambique logró su primer oro olímpico al ritmo de María de Lurdes Mutola, en los 800 planos de los XXVII Juegos albergados por la ciudad australiana?
 
Sigo. ¿Por qué debimos esperar hasta Moscú 1980 para que una latinoamericana alcanzara la primera medalla de oro olímpica? Y las muchachas del deporte rey arribaron a la magna cita en Ámsterdam 1928. Fue la guantanamera María Caridad Colón quien quebró la barrera y, sin negar sus dotes personales, sería imposible de no construirse una nueva vida en su patria donde el deporte es un derecho del pueblo.

Puede alguien decirme: también un cubano es el primer campeón latinoamericano del clásico: el esgrimista Ramón Fonst, en París 1900. Los recursos de su familia le permitieron entrenar en París, donde se fogueó y aprendió con no pocos de los mejores esgrimistas de la época.

Hacía falta un mundo distinto hasta por encima de lo agonal: el soñado por Coubertin donde la cultura física, la cultura en general, fuera para todos y ascendiera a ser un derecho del pueblo. Esa sociedad está lejana en este planeta a la deriva, como lo califica el pensador cristiano Frey Betto.

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