La encrucijada de los amores imposibles
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¿Existen los amores imposibles? ¿Qué hay más allá de ese eco persistente en el alma, ese sabor agridulce que nos acompaña en la soledad? Hay incluso una fecha, dos días después de San Valentín, destinada a celebrarlos; ¿o debería decirse conmemorarlos? Es que suelen ser historias contadas entre quimeras, nostalgias y frustraciones. No importa la cultura ni la época: el amor imposible ha sido una fuente inagotable de inspiración para la literatura, el cine, la música y, por supuesto, la vida misma.
Pero ¿qué define exactamente un amor imposible? No es simplemente un amor no correspondido, sino algo más profundo y complejo. Se trata de un sentimiento intenso que, por diferentes circunstancias, está destinado a permanecer en el reino de la fantasía o de la negación.
Las barreras que lo impiden pueden ser diversas; entre las más poetizadas están las diferencias sociales o culturales como las que imposibilitaban el amor entre Romeo y Julieta, separados por el odio ancestral de sus familias, o la fórmula infalible en materia de telenovelas de la muchacha pobre que se enamora del muchacho rico y viceversa. Y no subestimemos, que aun cuando no vivimos en la Italia medieval, ni en el melodrama de un culebrón, en la vida real, de que los hay, los hay, pues persisten en viejos prejuicios como el racismo.
La distancia física, aun en la era de las nuevas tecnologías y las conexiones súper rápidas, continúa frustrando amores. Y no solo afecta a las ciberrelaciones, que muchas veces no consiguen rebasar la etapa del enamoramiento a través de pantallas; también la emigración, cada día más frecuente en nuestra realidad, desgasta y rompe otros lazos aparentemente sólidos, tanto, que nos pone frente a la encrucijada de lo que realmente vale la pena arriesgar en función del «progreso».
La muerte es el más triste de todos los impedimentos: la pérdida irreparable del ser amado, la lucha contra el recuerdo y la imposibilidad de un futuro juntos. Otra fuente inagotable de amores imposibles, o cuando menos, difíciles, limitados (si es que esas condiciones le caben al amor), son los compromisos preexistentes: historias que surgen cuando uno o ambos protagonistas ya están comprometidos con otras personas, atados por la fidelidad y la lealtad o por las convenciones y la costumbre.
La idealización, el capricho de enamorarnos de una versión perfecta de alguien que no existe en la realidad, un amor platónico alimentado por la fantasía, es otra forma en que se presentan los llamados «amores imposibles».
La fascinación por los amores imposibles radica en su intensidad y en la promesa implícita de algo extraordinario. La imaginación llena los vacíos, pintando escenarios idílicos donde las barreras se derrumban y el amor triunfa. Se convierten en fuente de inspiración y creatividad, quizás por eso los encontramos tan a menudo como argumento de las artes.
Hay varias teorías que intentan explicar por qué nos enredamos en estos amores que nos llevan más cerca de la melancolía y la tristeza que de la felicidad propia de sentirnos amados.
El atractivo de lo prohibido, aquello de que se vuelve más deseable lo que no podemos tener; la búsqueda de intensidad emocional sin establecer compromisos reales; la validación, pues la idea de conquistar algo que parece inalcanzable puede alimentar nuestro ego y aumentar nuestra autoestima, aunque sea por un rato; ya luego, suele ocurrir todo lo contrario.
Los amores imposibles también pueden ser destructivos. Si la fuente de creatividad se convierte en obsesión o idealización extrema, si no somos capaces de aceptar la realidad, podemos pasar de las aventuras y los sueños a la depresión, la ansiedad y el aislamiento. Si llegan a ser más poderosos que nuestro amor propio, la autoestima se convierte en complejo y subvaloración de nuestras propias cualidades. Es importante reconocer cuándo el anhelo se convierte en una trampa y buscar ayuda profesional, si es necesario.
¿Por qué hay sujetos que se aferran o se obsesionan con un amor imposible?, le preguntaron al psicoanalista argentino Hugo Lerner en una entrevista publicada por Página 12. El especialista respondió:
«Porque ese objeto ha sido investido con un nivel de idealización que le hace perder el principio de realidad. No hay devolución del otro y sigue insistiendo. Y acá se complejiza porque se une un poco con lo que usted inteligentemente decía al comienzo: eso es imposible, pero ese imposible me va a completar. Y no lo va a completar nada. Es un ideal. Nunca nadie completa al otro. No deja de ser un ideal que el sujeto lo estructura seguramente de una necesidad de algo que no se estructuró bien en su devenir subjetivo de la infancia en adelante».
El experto no cree en el mito de la «media naranja». Muchos de sus colegas coinciden en que cada persona es un todo suficiente y el amor va de formar el equipo correcto, en el que podamos jugar enteros, así que el primer consejo que ofrecen para resolver la encrucijada de los amores imposibles es para nosotros mismos: invertir tiempo y energía en actividades que nos hagan sentir bien, fortalecer nuestra autoestima, aceptarnos, querernos y valorarnos, en primer lugar. Solo así seremos capaces de construir relaciones sanas, encontrar un equilibrio entre el anhelo y la aceptación, entre la fantasía y la realidad.
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