El Club Antiglobalista: La verdad sobre los reptilianos entre nosotros

El Club Antiglobalista: La verdad sobre los reptilianos entre nosotros
Fecha de publicación: 
12 Marzo 2021
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Los reptilianos se han abordado en numerosos productos culturales, desde la popular serie Expedientes X hasta la comedia Hombres de Negro

“Apartó de su mente esas imágenes. Era un falso recuerdo.”

George Orwell (1984)

Decía Joseph Goebbels que una mentira repetida se volvía verdad, ¿a qué se estaba refiriendo? La mente humana procesa aquello que puede percibir, o sea lo que está a su alcance. Como sabemos, los primeros planos del pensamiento corresponden a las emociones y experiencias sensibles, a una porción que no necesariamente tiene que ver con racionalizar los hechos. La teoría de la propaganda, surgida de las entrañas de la corriente conductista dentro de las ciencias sociales, se refiere precisamente a los planos de la percepción sensitiva, apela a la emotividad constante a la vez que evita o frena los procesos racionales de la mente.

El padre de la propaganda moderna fue Edward Bernays, autor del ensayo “Cristalizando la opinión pública” que se convirtió en el manual de las campañas publicitarias de los grandes magnates a inicios del siglo XX. La idea de la filantropía, de hecho, surge como una estrategia de dicho libro: había que donar cantidades de dinero a los pobres y hacerlo público, para borrar la imagen depredadora que existía acerca de fortunas como las de Rockefeller. Con los años, los amos del mundo han establecido una matriz que apela a la emotividad, encubriendo los mecanismos de despojo que subyacen a las relaciones de producción, así por ejemplo, en revistas y medios masivos cunde la imagen de filántropos “iluminados” cuya política supuestamente beneficia a todos. A dicho fenómeno de la conciencia de las masas, divorciado de los hechos, se le conoce como post verdad, o sea, una verdad sin valor racional.

Los científicos conductistas, agrupados luego de 1918 en el Instituto Tavistok de Relaciones Humanas (Inglaterra), han diseñado una manera de hacer política para las élites que elude los mecanismos modernos de la democracia y funda su basamento en el trabajo sobre la psiquis. El conductismo busca hallar el punto de quiebre de la voluntad, o sea ese momento en el cual la persona deja de actuar por sí misma y se comporta según los estímulos que reciba del exterior, tornándose un sujeto predecible y bajo control. Tras la Segunda Guerra Mundial, el Tavistok se colocó bajo el dominio de Rockefeller y abrió una sede en Stanford, Estados Unidos, así como toda una red de estudio y experimentación a lo largo del mundo. El trabajo continuado del conductismo está unido a su uso en la política y la comunicación, sobre todo hoy a través de las redes sociales y la integración entre seres humanos e inteligencia artificial.

La psicopolítica

El conductismo busca deslindar la normativa de lo que es real, de forma que los electores no sepan a quién votar, ni qué decisiones son las mejores, dejando en manos de la casta aquellos asuntos públicos que confieren mayor poder. Esta apelación constante al drama, al teatro y a resortes del performance, va lastrando la credibilidad en el sistema hasta que las masas perciben que es necesario renunciar a las leyes y el consenso, pues los consideran inútiles. En ese instante aparece en escena el poder corporativo e impone  su voluntad por encima del resto de los mortales.

Se trata del psicodrama, una escuela que hunde sus raíces en los festejos y rituales órficos de la antigüedad, que son el origen del teatro. En la espectacularización de la vida se esfuman las energías reales del cambio y se hallan respuestas mitológicas (irreales) a problemas prácticos. El psicodrama de hoy se ejercita a través de puestas en escena multitudinarias en las redes sociales, donde los algoritmos les otorgan visibilidad selectiva a sucesos ideológicos y relatos alternativos a la verdad, con el fin de que se impongan matrices de opinión. El consumo de la mentira reiterada produce, en los usuarios, saturación y a la vez la emotividad que impide racionalizar los hechos, contrastarlos, hacerlos claros y evidentes.

Para comprender mejor de qué forma opera la psicopolítica basada en la dramatización de la vida, solo hay que analizar cómo los formatos comunicacionales han dejado el panfleto y el mensaje unidireccional, para asumir la atomización relativa y dispersa. Bajo esta apariencia de diversidad, la supuesta democracia nos dice que donde hay muchas opiniones existe la libre expresión. Por ejemplo, el formato de los influencers en redes sociales, una manera de comunicar que apela a la cercanía, los ambientes y los lenguajes más comunes, de manera que la identificación con el drama escenificado sea de ipso facto, poderosa, eficiente. En los periódicos ya no se hacen artículos ideológicos, sino que se recurre al periodismo narrativo, los resortes de la ficción y los detalles escabrosos e íntimos del morbo más invasivo y deshumanizador.  

La fuerza con que la psicopolítica impacta las relaciones humanas tornándolas predecibles, emotivas, desligadas de la razón; tiene que ver con el dominio de la industria cultural de consumo de masas y la implementación de mensajes subliminales que operan por efecto acumulativo y degradante del sujeto crítico e independiente. Y es que las campañas electorales ya poco deciden, salvo como escenario de un drama mayor, el del candidato que protagoniza el teatro de las votaciones. La muerte del poder de decidir, de la capacidad de llevar adelante un proyecto político por las vías democráticas, ha sido el objetivo para los científicos conductistas que diseñan las líneas ideológicas inherentes al sistema.

Los reptilianos entre nosotros

Quien acuda a las redes sociales podrá ver infinidad de teorías de la conspiración, coexistiendo con noticias y otras informaciones. Uno de los relatos más curiosos y dignos de un filme de Hollywood es el de los anunakis, la raza extraterrestre que supuestamente nos creó y que convive con los humanos. Videos que nos muestran los “colmillos” de la Reina de Inglaterra, o las escamas de su piel, son muy comunes. Recientemente tuvo mucho éxito una serie televisiva sobre la familia real británica y el interés por estos otros relatos alternativos aumentó en redes sociales.

Aunque es obvio que se trata de información engañosa, de post verdad pura y sin basamento, los administradores no eliminan los cientos de miles de páginas sobre este contenido. El objetivo es alienar la opinión, colocando relatos junto a hechos, de manera que no sean diferenciables. El conductismo desarma el sentido del discernimiento que determina lo real de lo fantasioso, hallando un punto de quiebre en la voluntad humana, para hacerla dócil.

Los relatos alternativos, explicaciones mitológicas, son usados por la propaganda desde que se hiciera sistemática y anexa al poder político. Así por ejemplo, los congresos de los nazis en Núremberg y las puestas en escena de los discursos de Hitler tenían un correlato referente al origen místico de la raza aria, la cual estaría unida también al contacto con seres superiores. El misticismo de la cúpula nazi es bien conocido y se agrupó en torno a la Sociedad de Tule, una logia  ocultista cuyos preceptos guiaban la propaganda del Dr. Joseph Goebbels de cara al dominio de las masas. Dicha organización desarrolló investigaciones que viajaron hasta el Himalaya, en busca de vestigios legendarios que pudieran darle veracidad al discurso oficialista.

Los reptilianos se han abordado en numerosos productos culturales, desde la popular serie Expedientes X hasta la comedia Hombres de Negro y sus sucesivas sagas. La paranoia social debe alimentarse de una mitología que esté al alcance de su mano, con respuestas mágicas inmediatas, que no exijan esfuerzo intelectual. Por ejemplo, uno de los relatos más comunes que recorren los pasillos de la Casa Blanca son los referentes a Roswell y el hallazgo de una nave extraterrestre, la cual estaría en los archivos clasificados del sistema de inteligencia. El uso de esta leyenda por parte de conspiranoicos se ha convertido en un arma arrojadiza en la política norteamericana, lista para usarse desde un bando u otro, según convenga como parte de la lucha.

En la normalización del mito como explicación plausible está el hecho de que la post verdad se enseñorea de opiniones públicas y por ende de la toma del poder. Las redes sociales son hoy mismo el sitio de mayor consumo de información y eso ha servido para consolidar mecanismos conductistas que quiebran la razón, potenciando la emotividad, el error, la ficción, el vacío informativo, el campo de las especulaciones y los rumores.

Los mejores autores trágicos de la antigüedad recibían buena remuneración y reconocimiento por parte de la casta política. Lo que comenzaba siendo la idea de un artista devenía luego verdad popular, creencia y moral compartida. Quizá nada o muy poco haya cambiado desde entonces.

Un elemento que surge constantemente en las teorías de la conspiración y que sostiene viva la post verdad es lo que se conoce como negación (o afirmación) plausible y que constituye una técnica de trabajo sicológico  muy común entre los servicios de inteligencia. Se trata de que, mientras alguien tenga el control de los medios masivos, también será capaz de determinar qué cosa puede llamarse verdad o mentira. De ahí que el interés político esté mediando en la existencia en la web de los relatos sobre anunakis y nadie se preocupe por eliminarlos.

Lo que preocupa no reside en si lo que leemos es real, sino en la fe popular, en la credulidad. La transformación de las teorías conspirativas en movimientos de calle en los Estados Unidos pudiera ser el principio de un nuevo tipo de política totalmente fuera de los márgenes legales, regida únicamente por aquellos relatos que tengan más fuerza en redes sociales y determinados medios de comunicación.

El magnate de la prensa Randolph Hearst se hizo célebre por la frase “Envíen las fotos que nosotros hacemos la guerra”, referida a la confrontación hispano cubana de 1895-1898, en la cual Estados Unidos intervino luego de una campaña propagandística efectiva. El psicodrama está bien dentro de nuestras conciencias y su peligro estriba en la pérdida de libertades. 

¿Existen los anunakis?, eso poco importa, solo interesa cuánta gente cree en ellos. El teatro de la vida continúa.

 

 

Comentarios

Te felicito. Muy bueno. Las corrientes de la sicología que utilizan estas técnicas al servicio de los verdaderos depredadores del planeta y la Humanidad, hen visto reforzados sus enfoques desde la neurofisiología, tras la teoría propuesta por Paul MacLean a finales de los 60, la cual enfoca al cerebro como un complejo interconectado formado por tres estructuras evolutivas, una, la más antigua, heredada de los reptiles, que interpreta la realidad a través de reacciones básicas para la supervivencia, otra presente ya en los mamíferos (sistema límbico) que interpreta la realidad a través de emociones y el neorcórtex, presente en los mamíferos modernos y permite el desarrollo del intelecto en los humanos. Esta sicología en función del dominio de las masas, utiliza y estimula la tendencia de los seres humanos a darle mayor peso a las emociones que al raciocinio, algo que incluso desde la antiguedad era posible corregir mediante el ejercicio del autocontrol mental y la educación, en lo cual se debe insistir en la actualidad. Ciertamente los nazis utilizaron ampliamente el manejo de las multitudes de seres humanos a través del miedo y las emociones, y fomentaron el fanatismo, oscurantismo y mesianismo buscando incluso pruebas antropológicas de su falsa superioridad racial, lo cual como dices los llevó a financiar expediciones arqueológicas al Tibet y también al Tihuanaco andino. La Ahnenerbe, organización nazi dedicada a la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana (muy a lo nazi, desde luego) fue un retorcido engendro maligno que encargaba estas tareas y a la vez, se ocupaba por sí misma de crímenes contra "razas inferiores". Hago la aclaración porque varios de los arqueólogos que participaron en estas expediciones nada tuvieron que ver con los crímenes fascistas y algunos incluso ni siquiera compartían aquella ideología monstruosa, fueron contratados para la labor científica de investigación arqueológica. Algunos de ellos sí eran nazis convencidos
ReyQuimico@yahoo.com

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