¡El bocadito de heladooo…!
especiales
El bocadito de helado ya no solo gusta; también incomoda. Al menos, eso puede llegar a ocurrir en cualquier lugar de la capital cubana por el que pasan los pregoneros de ese dulce.
Lo que hoy conocemos como bocadito de helado tuvo origen en Nueva York en 1890, según fuentes en la web, y poco a poco fue popularizado por compañías lecheras que crearon sus propias versiones. A casi todos agrada comerlo; incluso, las variantes criollas parecen tener alta demanda en Cuba.
Desde hace algunos años, muchos vendedores de ese y otros aperitivos han sofisticado sus métodos de mercadeo. Está de moda que la gestión de venta ambulante consista en una bicicleta o triciclo al que se le acopla una bocina que reproduce constantemente frases previamente grabadas con anuncios tales como «el pay… de coco y de guayaba; si lo pruebas, te gusta…» o «¡el bocadito de heladooo!».
Se trata de un elocuente aprovechamiento de las ventajas tecnológicas en función de perfeccionar tradicionales actividades de comercio citadino. No obstante, al mismo tiempo, el paso a deshoras de un vendedor puede resultar incómodo para los vecinos de cualquier barrio. O peor: su estacionamiento durante varios minutos sin que reduzca el volumen de la bocina con el pregón.
LEER MÁS: ¡Silencio!, quiero paz
Mucho ruido y muchas malas nueces
Frases de promoción como las referidas —que seguramente muchos tienen grabadas en la memoria— se están volviendo constantes en el ambiente sonoro de las urbes, para incomodidad de sus habitantes. Más que anunciar o motivar la compra, devienen un ruido estridente que entra a los hogares y perturba la tranquilidad interior.
En efecto, los ruidos llegan a tener impacto nocivo en la salud de los humanos. Está probado que afectan la concentración de los individuos en sus actividades cotidianas, ocasionan el deterioro de la calidad del sueño y la capacidad auditiva y resultan perturbadores durante la comunicación interpersonal. En algunos casos, provocan daños físicos como el incremento de la presión arterial, o inciden negativamente en la regulación de las hormonas relacionadas con el estrés.
Sin pretender afectar el desenvolvimiento de quienes están vinculados a la venta ambulante de pays, galletas, panes, bocaditos de helado o cualquier otra cosa (aunque, en muchos casos, el nivel de los precios no se relaciona con la calidad del producto), debería pensarse cómo lograr —desde la persuasión o la regulación— que esta legítima actividad económica no afecte la tranquilidad del resto de la ciudadanía.
- Añadir nuevo comentario
- 2854 lecturas
Comentarios
Carmen
Tania Fernández Cortés
Añadir nuevo comentario