DE LA HISTORIA DEPORTIVA: László Papp, el mejor de todos los tiempos antes de Stevenson

DE LA HISTORIA DEPORTIVA: László Papp, el mejor de todos los tiempos antes de Stevenson
Fecha de publicación: 
5 Diciembre 2021
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Después será el mejor boxeador aficionado de todos los tiempos, hasta que llega el cubano Teófilo Stevenson, pero hoy el húngaro László Papp es un joven que aspira a la medalla de oro de la categoría mediana en los Juegos de Londres 1948. La prensa ha seguido su trayectoria hacia la pelea decisiva a la que arribó por tres nocaos y una fácil decisión. Sobre él publica líneas como estas:

“Parece hipnotizar al adversario con su fija y persistente mirada, de sus ojos y sus movimientos se desprenden tranquilidad, seguridad en sí mismo. Espera, avanza, retrocede..., aprieta sus puños contra el pecho y mientras el rival, nervioso, evita ponerse al alcance de sus puños, él juega como el gato con el ratón. Sabe que tras cambiar los primeros golpes, el nerviosismo del contrincante se convertirá en miedo.”
 
Con Wright no será así. Ah, cierto... Primero diremos quién y cómo es John Wright. Es un púgil inglés, marino de profesión, que topará contra el magyar en la batalla final, más alto y con espalda ancha cual frontón.
 
¡Grita el gong! Paap ataca. ¡Gancho de izquierda a la quijada del británico! Se mantiene firme y responde. Repite el húngaro la dosis. El oponente no ceja. Continúa László a la ofensiva; le contestan sin dar muestra de temor.
Al descanso...

Segundo episodio. El jab y el upper mantienen la conversación en voz muy alta. El marinero responde y duro. Ni hablar de miedo. Van muy parejos -y ¡cuidado...!- cuando termina el segundo episodio. La angustia golpea la esquina del favorito.
 
-No aguanto más, no tengo más fuerza...

El entrenador, Zsigmond Adler, aconseja...
 
- Tú eres el más fuerte. Aguanta, solo te queda un round.
 
Uno de los séconds promete:
 
- Escucha, Laci, cerca del cuadrilátero está la piscina donde hace poco se compitió; si vences, mi compañero y yo nos tiramos al agua...

El muchacho es otro: ya no es solo golpe tras golpe. La inteligencia le sonríe. Hay más técnica entre estas cuerdas. Ha comprendido que no siempre se puede poner a dormir al rival. Jab aquí, gancho allá... y va ganando clara ventaja el ataque desarrollado. El de la isla asimila todo... Finaliza la lid. Hay que esperar el veredicto. Ya lo van a anunciar.... ¡Vencedor, Papp, de Hungría, por decisión unánime!

Vendrán nuevos triunfos para el rey del nocaut; ahora logró el más importante, porque más que a Wright ha derrotado a lo malo de sí mismo, a las debilidades que le comían adentro, a la desesperanza  que acechaba para intentar hacerlo abandonar la lucha. Hay también una gran risotada en el Empire Pool que alberga diez mil personas: dos señores canosos, bien vestidos, se han lanzado a la piscina: los segundos del campeón han cumplido la promesa.

Repetirá la alegría en Helsinki 1952 y Melbourne 1956 en el peso medio ligero. El trío hará decir al doctor Ferenc Mezó, miembro del Comité Olímpico Internacional: “A este magnífico joven solamente lo supera el siciliano Tisandros, nacido en Naxos, quien hace 2 400 años ciñó la frente por cuarta vez con la corona de laurel. Brindemos, pues, por el Tisandros húngaro”.

En su niñez, el as encontró en el fútbol su camino atlético. En la adolescencia y la juventud buscaba en la contienda por el balón la solución de lo económico, poco sonriente para un aprendiz de mecánico. En eso, un filme, El último round, lo hace cambiar del reino de los goles al de las narices achatadas. Desde el principio, muestra audacia, combatividad, terrible pegada con la izquierda.

Rápido avance entre los juveniles; con esa edad, sobresale entre los adultos. A los tres años de su quehacer, en 51 presentaciones, 50 victorias, 47 por fuera de combate; un solo revés y por puntos. Es un zurdo virado a la derecha. Con 22 años, conquista su primer título olímpico. A los 30, con tres coronas, se convierte en profesional. Demuestra calidad; no obstante, ha perdido potencia: el implacable no perdona y le limita el alza.

Conocí al brillante deportista cuando laboraba en las esquinas de los boxeadores de su patria. No alcanzó igual refulgencia en esa actividad. Tal vez, no llegó a lo soñado al tratar de realizar, con  muchos de sus alumnos, la misma estrategia con las manos que en él dio resultados. Todavía se mantenía muy bien físicamente. La muerte lo sorprendió  en su Budapest natal (25-3-1926) el 16 de octubre de 2003.

La película El último round tiene por encima de cualquier premio estético, el gran mérito de traer a László Papp hacia el pugilismo, disciplina donde escribió un poema a puñetazos.

 

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