CRÓNICAS BIEN CORTAS: ¿Qué tal, profesor?
especiales
Sancho y Quijote, según una litografía de Gustave Doré.
Esta será una croniquilla en primera persona, así que perdonen cualquier involuntario atisbo de inmodestia. Durante un curso completo fui profesor de Español y Literatura en una secundaria de La Habana. Era estudiante de tercer año en la Universidad cuando fuimos llamados a cubrir plazas vacantes en varios centros educativos. Hijo de una maestra, di mi paso al frente sin pensarlo dos veces. Y comenzó la aventura.
Digo aventura porque durante esos meses no faltaron peripecias y emociones. Para bien y para mal. La suerte es que siempre me gustó la gramática y que siempre fui un lector furibundo. Tenía la base, aunque me faltaba método. Pero gracias a la jefa de la cátedra y a mi propia madre, pude salir adelante.
Yo me hacía la ilusión de que mis alumnos me respetaban, porque en mis clases no se portaban tan mal como con otros profesores. Al final comprobé que más que respeto lo de ellos era solidaridad: tan jovencito y escuálido yo era, que ellos me veían casi como uno de los suyos. Era una muchachito más.
Han pasado más de veinte años y de cuando en cuando algunos hombres y mujeres hechos me saludan en la calle: «¿Qué tal, profesor?» Por supuesto que ellos han cambiado mucho, apenas puedo reconocerlos. Pero enseguida añaden: «Fui su alumno en la secundaria Felipe Poey».
Hace unos días uno de ellos me descubrió en una cola... y me hizo el mejor elogio que me han hecho en años: «Gracias a usted leí el Quijote; gracias a usted comencé a leer en serio. Por eso siempre digo que los dos maestros más importantes en mi vida fueron la de primer grado y usted».
Tuve que contener las lágrimas... sentimental que me pongo.
Comentarios
RIR
yudith.gutierrez
Añadir nuevo comentario