Bajo el musgo, un trino invisible
especiales

De la cantautora Teresita Fernández se cumple este 11 de noviembre otro aniversario de su muerte, ocurrida en el 2013 en La Habana.
Amaba las suaves alas del zunzún, la flor del caracolillo iluminando la mañana, el mar sin límites; cantó al encantamiento del primer beso de amor, a la soledad, sombra triste que oscurece el alma. La obra musical de Teresita Fernández está dotada de un delicado lirismo. Para niños y niñas, su voz y guitarra apresaron lo esencialmente humano.
Rondas de la querencia con la que crecieron varias generaciones, memoria del universo infantil, al que nunca se renuncia, porque es la alegría de un tiempo marcado por la fantasía y los deslumbramientos.
De Teresita Fernández valen sus concepciones éticas y estéticas porque fue una gran soñadora, maestra y trovadora sin igual.
Tuve la oportunidad de entrevistarla en su casa, en la calle Clavel, donde su bondad dio refugio a gatos y perros abandonados de la vecindad.
Teresita comenzó a cantar en el programa radial La hora de Marta, de CMHI, de Santa Clara. Su madre era organista y creó una academia de música en la casa donde nació la trovadora en 1930.
Rememoró:
«En una victrola de mano escuché los primeros tangos, y a los cinco años ya cantaba Inocencia; me eran muy queridas las voces de Mercedes Simone, Tita Merello y, más tarde, Gardel. Disfrutaba de los autores mexicanos Tata Nacho, Guty de Cárdenas; los danzones de Antonio María Romeu, la trova de Villalón, Sindo Garay, Corona, María Teresa Vera, pero también los pasodobles y los aires asturianos, sin olvidar a los clásicos Mozart, Bach. Como ves, tuve un fuerte sedimento musical... Mi hogar era como una gran peña visitada por los de la Banda Municipal, el coro y los vecinos».
A los quince años, aprendió los secretos de la guitarra con el trovador Benito Vargas. Le gustaba contar que seguía la música con los pies, y que nunca pudo bailar porque su mamá lo consideraba pecado.
Estudió magisterio, pedagogía y piano. Trabajó como profesora de música en la Escuela Normal de Maestros de Santa Clara. Siempre rebelde, acompañó a sus alumnos en la huelga contra el dictador Fulgencio Batista. Ella viajó a La Habana y, cuando volvió a su hogar, la sorprendió la Batalla de Santa Clara. En aquella etapa, a su familia, e incluso al gatico Vinagrito, los situaron en la antigua Escuela de los Maristas; allí pasaron los bombardeos, la toma de la ciudad.
Regresó a la capital cubana, aunque al principio vivió tiempos difíciles, pues carente de domicilio fijo, llegó a dormir en funerarias; luego, los amigos le ofrecieron protección en sus hogares. Tuvo el apoyo de Esther Borja, Luis Carbonell, las hermanas Martí, entre otros.
Su primer recital lo dio en la sala teatral Arlequín, donde debutó en presencia del gran Sindo Garay. Actuó en Idal, teatro Mella. Lyceum, Casa de las Américas. Esas presentaciones la dieron a conocer en el mundo artístico. Imantadas por una poesía muy personal, las canciones de la joven comenzaron a cautivar a un público que se adentraba en otras vertientes de la música desde un aire renovador.
En 1966, fundadores de la revista literaria El Caimán Barbudo le ofrecieron un homenaje en la sala teatral del Museo Nacional de Bellas Artes.
Teresita calificaba de mágico su encuentro con Bola de Nieve, una de las personalidades de la música que siempre reverenció... Compartió con él en el restaurante Monseigneur y la aplaudieron Josephine Baker y el presidente Salvador Allende. Después ella pasaría al club Coctel, donde también tuvo admiradores muy devotos.
Una maestra que canta
«Yo seguía en conflicto porque me sentía maestra. Fíjate, tengo muchas condecoraciones, pero la que más quiero es la que lleva el nombre del educador Rafael María Mendive. Y es que siempre admiré a maestros como Gabriela Mistral, Tagore, Martí, Cristo, que también lo fue. Enseñar, para mí, es una aventura que nunca termina: me encanta adquirir conocimientos para luego transmitirlos.
«Tenía, pues, la vocación, y con la guitarra como medio auxiliar, comencé a moverme por distintos sitios como aquellos maestros ambulantes de José Martí. Mi aula es gigante, y donde quiero, aquí o en el extranjero, hago la peña para decir con música y poesía de este mundo, lo más sencillo o trascendental».
La artista actuó en programas como Musa traviesa y De regreso. En 1960, en el espacio «La casita de azúcar», con los títeres Pitusa y Eusebio. Junto a César Portillo de la Luz y José Antonio Méndez hizo una gira nacional.
En la Peña de los Juglares, en el Parque Lenin, bajo un árbol de yagrumas plateadas, los domingos compartía momentos inolvidables con el notable poeta Francisco Garzón Céspedes y el titiritero Valdés Piña. Hasta aquel lugar llegaban de todo el mundo intelectuales, bailarines, actores y actrices, teatristas, directores de cine…
Entre sus influencias en la literatura, la trovadora citaba a José Martí, Gabriela Mistral, Emilio Ballagas, Vicente Huidobro, presencias y esencias del latir poético.
A los niños dedicaría Canto a mi bandera, Cubano, mira tus palmas, La gaviota, El viejo mambí, Maruquita cotorrita, Rani, Señora manatí, Titiritero, Zafirito, y esa pieza antológica que es Lo feo.
De sus canciones, una de las que más se popularizó fue Cuando el sol, balada pop en la voz de Luisa María Güell. Musicalizó el Ismaelillo de Martí y Rondas, de Gabriela Mistral. Otros discos: Mi gatico Vinagrito, Teresita canta a Martí, No puede haber soledad, Vamos todos a cantar. Liuba María Hevia llevó al disco temas de Teresita, la artista de arraigada cubanía.
Realizó giras por España, México, Venezuela, Brasil, Chile y Nicaragua. Fue ganadora del Disco de Plata de la Egrem en 1980 y del Premio Egrem en 1988 por el LD Mi gatico Vinagrito. Obtuvo en 1990 el Premio Chamán, Premio Nacional de Música 2009, y también le fue otorgada la réplica del Machete de Máximo Gómez, entre otros galardones.
Teresita, autora del libro Arco tenso, prologado por Fina García Marruz y Cintio Vitier, falleció el ll de noviembre del año 2013. La mujer que colocó «bajo el musgo un trino invisible» ya no está entre nosotros, pero su obra sigue alumbrando la música. Ella es el recuerdo y la alegría de aquella niñez que siempre regresa.
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