A 56 años de la Olimpiada de Ajedrez de La Habana
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Los cubanos recuerdan con orgullo aquella cita.
La edición 17 de las olimpiadas de ajedrez transcurrió en la capital cubana hace 56 años, animada por los mejores jugadores de la época. Se convirtió, además, en punto de partida para apreciar el juego desde una perspectiva diferente.
El 25 de octubre de 1966 comenzó la que todavía, al decir de muchos estudiosos, califica entre las tres olimpiadas mejor organizadas de la historia. La pasión despertada por ese deporte se hizo notable tras aquellos días en que la Isla se convirtió en un tablero gigante.
La mayoría de los mejores jugadores del momento viajaron a La Habana y en el Salón de los Embajadores del hotel Habana Libre movieron piezas para deleite de muchos, incluidos aquellos que por primera vez asumían como reales a figuras tan admiradas desde la distancia.
Uno de los jóvenes que entonces definió el rumbo de su vida fue el ahora Maestro Fide Danilo Buela. Apenas tenía 14 años de edad, con uno menos había aprendido los primeros secretos del juego y con mucha osadía acudió a la convocatoria para trabajar en el torneo.
«Supe que en el salón de actos del Coliseo de la Ciudad Deportiva iban a impartir un curso con el propósito de preparar al personal que sería seleccionado para trabajar en la Olimpiada, y para allá fui…», recuerda el actual profesor del Centro de Estudios de Ajedrez Isla.
«Nos prepararon con conferencias acerca de las reglas del juego, la historia y el sistema de anotación de las partidas. Tuvimos encuentros con maestros cubanos», dice y se traslada hacia aquellos días en que se revolucionó el ajedrez en la Mayor de las Antillas.
Para Danilo fueron los capítulos iniciales de una aventura en que luego encarnaría el papel de "fiscal", una especie de árbitro con la tarea primordial de copiar las jugadas de cada partida para reproducirlas en los tableros murales que el público seguía fuera de la sala de juego.
«Había que hacerlo en el sistema descriptivo que se usaba entonces, y de modo legible porque también lo utilizaban para confeccionar los boletines que se imprimían al final de cada ronda», agrega durante un diálogo con JIT para el que no fueron necesarias las preguntas.
Danilo estuvo entre los privilegiados que pudieron ver de cerca a los campeones mundiales Tigran Petrosian, Mijail Tal y Boris Spassky, integrantes del ganador equipo soviético.
También conoció al controvertido estadounidense Bobby Fischer, sin la menor idea de estar parado frente a quien seis años después asaltaría el trono mundial del ajedrez.
«En el lobby del hotel nos reuníamos por las mañanas para compartir con los maestros y un día, al acercarme, veo que estaba jugando Mijail Tal. Por supuesto que me puse en la fila para enfrentarlo… Cuando me correspondió el turno, al ver que su adversario era un joven bajito y delgado, Tal se levantó, me dio su mano en caballeroso gesto deportivo y me dijo: ¡Capablanca!», cuenta sobre su mejor recuerdo de aquel torneo.
La Olimpiada de La Habana reunió a equipos de 52 países y los más de 300 participantes estrenaron mesas con tableros de mármol y juegos de la marca Stauton. Los soviéticos se coronaron por octava ocasión en estas lides. Contra la mayoría de los pronósticos, el elenco cubano se clasificó a la segunda etapa, en que se discutieron las medallas.
El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz asistió asiduamente a las sesiones de la lid, compartió con los protagonistas, los retó a jugar y fue centro de atención en la simultánea gigante -más de 3 mil tableros- en la Plaza de la Revolución, con la cual se clausuró la fiesta.
«La presencia de Fidel en la Olimpiada y la simultánea fueron acontecimientos destacables que mucho contribuyeron a estimular la práctica del ajedrez en el país», asegura Danilo.
«El ajedrez en Cuba dio un salto en cuanto a organización, calidad y masificación en nuestra población. Aquella Olimpiada forjó los cimientos de los logros que ahora tenemos», acepta decir feliz por saberse parte de aquello y de la fecunda historia escrita después.
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