¿Yo te sirvo, tú me sirves, todos nos servimos?

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¿Yo te sirvo, tú me sirves, todos nos servimos?
Fecha de publicación: 
18 Mayo 2018
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Al margen de sus 84 años, Dinorah dedica un día de la semana para ir de paseo a La Habana, es decir al centro de la capital, pues reside en un municipio de la periferia. En un par de horas, a lo sumo, visita las tiendas y luego regresa a la casa, pero casi siempre lo hace quejosa.

“En Ultra —de los comercios más emblemáticos de la ciudad— la empleada estaba conversando y tuve que esperar para que me enseñara lo que yo quería; en la otra tienda la muchacha ni siquiera se paró para atenderme, y cuando en la cafetería refunfuñé por el refresco caliente, pues mejor no lo hubiera hecho, había que ver cómo me miraron los que allí servían”.

Así llega casi siempre a su casa, pero con motivos más que suficientes. Trabajó durante más de cuatro décadas en varias tiendas, también ubicadas en el centro de La Habana, y hoy afirma que en su tiempo el maltrato a los clientes era casual.
 
Quizás porque tomó del sector del comercio en el capitalismo una de sus mejores enseñanzas en cuanto a que el “cliente siempre tiene la razón”, Dinorah se molesta cuando es objeto de tantas negligencias, así como de tan pocos deseos de trabajar por quienes debieran prestar un adecuado servicio.

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La sonrisa, un "ingrediente" indispensable para brindar un servicio óptimo.

La complacencia viene con el buen servir

“En las escuelas de comercio o donde se estudian determinadas especialidades debían enseñar que servir es una acción necesaria”, aseguró Inés, quien también ronda los 80 años y hasta hace muy poco laboraba como auxiliar de limpieza en un policlínico.

Siempre sonriente y dispuesta a ayudar a los demás, Inés lo mismo carga unas libras de vianda para el vecino, que da un recado, que le lleva un plato de comida a cualquiera. Le acompaña la vocación de hacer bien y que los demás queden complacidos.

“Servir y hacerlo bien, con gusto y gracia personal, debería ser una máxima en los establecimientos públicos, pero muchas veces los administrativos no le dan importancia al asunto”, resaltó.

Agregó que son pocas las veces en que se colocan al lado del cliente o el usuario ante una queja determinada, y “hasta suele ocurrir que una vez que estos dan la espalda, pues le “echan tierra” al planteamiento y “si te he visto no me acuerdo”, como dice el refrán”.

Más allá del comercio y la gastronomía

Los cubanos venimos arrastrando desde hace mucho tiempo el maltrato y la falta de cultura en los servicios, lo cual se arreció durante los años más duros del período especial cuando se impuso la filosofía de “sálvese quien pueda”. Sin embargo, los adultos mayores recuerdan con añoranza de otras épocas la atención en tiendas, comercios y establecimientos públicos de diversa índole. Lo cual quiere decir que este no es un mal endémico.

Aunque servir es un arte —y hay quienes lo hacen con elegancia—, en la vida cotidiana es necesario estar conscientes de que todos necesitamos de la ayuda, colaboración y hasta de la comprension de otras personas. 

A propósito del tema, Rafael, un colega, comentaba una verdad incuestionable: “Los servicios son un todo, siempre pensamos en el comercio y la gastronomía, pero rebasan tales contextos, ya que dependemos de la bodega, del agro, pero también de los maestros, de los médicos, de los zapateros, de los transportistas, de quienes arreglan enseres menores. La lista sería interminable".  

El día a día es una cadena de servicios, y cada cual brinda uno determinado. Por ejemplo, si la farmacéutica no abre a la hora prevista, entonces la trabajadora que necesita adquirir un medicamento también llega tarde a su puesto laboral, y puede que también sea de cara al cliente.  

¿Y los de “afuera” cómo resuelven el problema?

Marlen, una estudiante universitaria, brindaba otro filo del asunto. “Muchos cubanos en el exterior trabajan en lo que aparezca, ¡y cuidado!, siempre sonrientes frente a clientes, usuarios y todo tipo de personas”.

Y agregaba la muchacha: “¡Claro es que allí de la sonrisa y el buen trato dependen mantener el trabajo y, a su vez, el contar con dinero para pagar la renta y otros enseres!

“Sin embargo, en Cuba, pase lo que pase —salvo raras excepciones— el empleo y el techo no están en peligro. Nadie duerme debajo de un puente, ni resultan botados”.

Lo que sí está claro es que la cuestión ha tomado dimensiones inimaginables, hasta el punto de que todos, ¡absolutamente todos!, nos quedamos asombrados y boquiabiertos cuando somos atendidos con amabilidad, respeto y decencia.

Servir al otro, a los demás, a las mayorías, no solo es un acto de humanidad, sino que en muchos lugares forma parte del contenido de trabajo. No importa si se está detrás de un mostrador, dando una clase, atendiendo a un enfermo o arreglando un par de zapatos.

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El país trabaja por elevar la calidad de los servicios médicos.

Ahora menciono en positivo la frase que da título a este comentario “yo te sirvo, tú me sirves y todos nos servimos” —aunque en la vida real lamentablemente no suceda así— pues no debemos perder las esperanzas de lograr lo que un día quedó atrás por disímiles razones.

Servir y hacerlo bien constituye una premisa indispensable para vivir en una sociedad próspera. En la macroeconomía es decisivo y pudiera evitar más de un mal (entre estos el llamado burocratismo), que deriva en inconvenientes, malos tratos y disgustos a la población.

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Servir bien en todas las esferas de la sociedad, un imperativo actual.

¿¡Y qué decir del ámbito doméstico!?, donde desde siempre la ayuda y colaboración entre vecinos ha sido un puntal en la cotidianidad.
 
Hace muchos años escuché a un chofer decir las siguientes palabras luego de un debate en torno a los hombres y las llamadas “botellas”: “Yo le paro a todo el mundo, porque quizás esa persona que estoy ayudando para que llegue temprano a su trabajo es el médico que atenderá a mi hijo”. La anécdota pudiera parecer simplona, pero encierra una gran verdad: Todos dependemos de todos, y nadie escapa a ello, porque la vida es como una espiral. 

   
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Laboriosidad de los campesinos: un servicio de gran valor.

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