CRÓNICA POR UNA CRISIS: De amor y de balas aquí se habla
especiales
Con estos relatos del periodista Víctor Joaquín Ortega, colaborador de CubaSí, nuestro sitio quiere homenajear la resistencia del pueblo cubano y la dimensión de estadista de nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro, en los días difíciles y estremecedores de la Crisis de Octubre, 55 años después de aquellos hechos que pusieron al mundo al borde de una confrontación nuclear. Pero no es una cronología de los acontecimientos, no es la Historia en mayúsculas, sino el día a día vivido desde adentro y contado, como dice el autor en su presentación, «como un soldado del pueblo». Durante esta semana, la misma de aquel 1962, CubaSí irá publicando esta Crónica por una crisis.
Y la canción de Miguel Matamoros me baila en la mente:
Aunque quieras olvidarme, ha de ser imposible,
porque eterno recuerdo tendrás siempre de mí.
Mis caricias serán el fantasma terrible,
de lo mucho que sufro, de lo mucho que sufro,
alejado de ti…(*)
Pero ¡qué penas de amor ni qué ocho cuartos...! ¡Al demonio!
Esta mañana dominical es de fusiles y trincheras, de disparos y entrenamiento. Día de la defensa en la capital. A un lado ese dolor tan mío, aunque sea momentáneamente, que vamos a práctica para evitar penas mayores porque la mejor forma de derrotar a los bandidos es la de ser más fuertes y decididos que los bandidos. Esto es de ¡Patria o Muerte!; mas la patria para nosotros y la muerte para el invasor. ¡Y sigue la bella canción dándome vueltas, caballeros! Y eso que no hay tragos ni siquiera de... Son.
Aunque nos darán guachipupa, seguro.
Por doquiera que mires, verás lobregueces,
si buscas otro amor, hallarás soledad
porque todo el que olvida, recoge esquiveces,
donde quiera que siembra, donde quiera que siembra
la flor de amistad…
Miro los rostros de mis camaradas del batallón de Milicias de Tropas Territoriales. Recuerdo a Pablo de la Torriente Brau cuando escribió: “... negros, blancos y a la mitad...” ¡Y cómo hay a la mitad!; bueno somos de una raza: cubanos y revolucionarios. Hay estudiantes y profesores, técnicos y obreros, periodistas y amas de casa…En algunos existen arrugas y canas prematuras; hay viejos con un tremendo brillo juvenil en los ojos. Y muchachos mucho más maduros que yo a esa edad. Se hacen chistes, y a una mulatona le pusieron Januaria(**) por su gordura y el abastecimiento que trae... que pensamos tumbarle. Que sigo siendo un comilón y mis ganas de comer no creen ni en la tristeza este domingo 15 de septiembre de 1985. Pasan los años, pero el apetito no se me va.
María habla de su hija: quiere estar de vuelta temprano y prepararla para la entrada en el pre en el campo.
- Tú sabes cómo son los muchachos; además, siempre me gusta llevarla hasta el punto.
Margarita está un poco nerviosa: tirará por primera vez en su vida. No te preocupes, Margara, que todo va a salir bien. Ella sonríe y escucha las instrucciones de los más veteranos. ¡Cará..., de nuevo la canción!
Aunque quieras olvidarme, ha de ser imposible
porque eterno recuerdo tendrás siempre de mí…
Pues me olvido, ya ustedes ven. La canción es...la canción. La vida siempre es más verde que el mejor de los poemas. Y se va por encima. ¡Coño!, ¿por qué ha ocurrido?
- Oye, cambia la cara, compay, que aquí te gusta tirar y ni una chiste has hecho.
- Sí, sí...
Las andanzas de mi pensamiento deben haber ganado mi cara. Y mi amigo César lo notó enseguida. No sabe qué es pero se llevó algo cuando me vio fuera del bonche, demasiado pensativo. Perdóname, Matamoros, tengo que erradicar tu creación del cerebro por ahora: el tiro me espera en el Día de la Defensa. Y los compañeros me ayudan.
- Mijo, ¿cuándo sale otro libro tuyo?
- ¿Cómo te va en las vacaciones?
Comienzo a conversar. Pasan algunos minutos y ¡ya estamos en el campo de tiro! Los más nuevos reciben clases de arme y desarme y de tomar puntería.
Margarita ya está en la línea; ¡atención!, ya le toca. Suerte, Margara, y hacia delante, tú verás. Tiro a tiro. Ráfaga ¡Alto al fuego! La carrerita, y a comprobar los blancos Regresan. Un viejito dice: “Le desbaraté la cintura al yanqui”. Margarita, contenta, anuncia que le dio a la figura. Su cara, manantial, arcoiris, qué sé yo. Ya tú ves, Linda.
Me sitúan de guardia enana, loma, el fusil entre las manos. “Por aquí no puede pasar nadie mientras duren las prácticas”. Camino, vigilo. Pienso. Los chiflidos de los balazos son música cercana. También, los cantos de las alumnas de Colina de Villarreal. Me acuerdo de otros tiempos, otros combates de la gran batalla contra los gringos, los traidores y las vallas que nos quedan: la Asociación de Jóvenes Rebeldes, la Alfabetización, lucha contra bandidos, Girón, CDR, Crisis de Octubre, movilizaciones, los 62 kilómetros, escuelas, AK, cuatro bocas, R-2, las metralletas, mi San Cristóbal recortado debajo de la almohada, un 38 en la cintura. Me sustituyen: voy a tirar.
Una cabellera roja allí. Se parece. No, ¡no es...! Mi fusil. Tendido. ¡Fuego! Dedo en el disparador; que el disparo me sorprenda. Así...
El rafagazo. Ahora. Por ti, por los hijos, por mí, por todos, por el amor. Se acabó, y yo que quería seguir tirando. Hacia los blancos. No falló nadie. Al lado mío, un mulato fuerte, los espejuelos en la diestra, sonríe. "Mire, en pleno corazón". Se vira para mi blanco. “Usted también lo tocó sabroso”.
Nos vamos a brindar por el triunfo con guachipupa de mantecado (ya dije que no podía faltar) y pan con tortilla. Reengancho como casi siempre. Luego, en el transporte, durante el regreso, de nuevo vibran canciones en mi cerebro. Silvio toma, entonces, el batón de manos de Matamoros:
Cómo gasto papeles recordándote…
En el camión hay chanzas, palmadas, gritos, cantos. César entre los primeros. La tropa imitando a los Van Van. Y yo entre ellos.
(*) Bolero Olvido.
(**) Por un personaje de una telenovela brasileña que transmitía la televisión cubana en esa etapa.
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