Indígenas en Brasil: Asesinados, expulsados, ¿quién se preocupa?
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El legendario cacique Raoni Metuktire (D), de pueblo kayapó, logró sobrevivir a la covid pese a sus 89 años. Famoso dentro y fuera de Brasil por su defensa de las tierras y los derechos indígenas, es por ello objeto frecuente de ataques del presidente Jair Bolsonaro. Foto: Mario Osava/IPS
Desde el golpe de Estado judicial que derrocó a Dilma Rousseff, el exterminio de la población indígena en Brasil tiene un fuerte incremento, aumentado aún más en este desgobierno de Jair Bolsonaro, siempre dispuesto a sacrificar la soberanía nacional para complacer a intereses oligárquicos e imperialistas.
Esa población indígena se asienta principalmente en la Amazonía, junto con la de Perú y Colombia, asentándose en las ciudades al pie del río Amazonas: Iquitos, Leticia, Manaos y Belém do Pará.
Las principales actividades económicas que se presentan en el río Amazonas y en su región son la venta del caucho y la madera a todo el mundo. También la pesca es primordial en el territorio amazónico, al presentarse varias exportaciones de peces hacia toda la región, así como las de la agricultura y alimentos, tales como la yuca, el plátano y el maíz y frutas típicas de la región.
Y es bueno decir esto, aparentemente bucólico, porque esa tranquilidad y modo de hacer ha sido interrumpido por aquellos que quieren sacrificar todo esto en aras de la imposición de una agroindustria a base de incendios de la Amazonía y asesinatos y desapariciones de los indígenas asentados en suelo brasileño, quienes, además de ser objeto de exterminio, también lo son, en el mejor de los casos, de expulsión.
CRIMEN DE LESA HUMANIDAD
Sin que aparentemente se vea correr la sangre, es un crimen de lesa humanidad el exterminio de una región considerada patrimonio y de fundamental vida para la conservación del medioambiente.
Desde el punto de vista cultural, la selva amazónica es una de las regiones más diversas del planeta. Los pueblos autóctonos de la región pertenecen a diferentes grupos lingüísticos entre los que no se ha probado una relación filogenética clara, lo cual sugiere que tanto la diversidad cultural como lingüística se remonta a milenios atrás.
Esta diversidad pudo darse en parte porque, a diferencia de otras regiones donde desde antiguo existieron importantes imperios, en esta no hubo sociedades suficientemente duraderas como para tener un efecto nivelador en el plano cultural y lingüístico. Los grandes grupos lingüísticos de la región son:
Lenguas tupíes: familia de lenguas autóctonas actualmente más extendida en la región, aunque parte de su expansión pudo darse en un período reciente; ye o gê, tras las tupíes es la más extendida en la región amazónica; caribes, que se expandió probablemente desde la parte septentrional de la Amazonía, aunque existen miembros de esta familia lingüística en el centro del lugar; arahuacas, ubicadas básicamente en la región circunamazónica propiamente dicha; y pano-tacanas, en la Amazonía suroccidental.
CONTEXTO COMÚN
Todas estas evidentes diversidades se unen en un contexto común: el asesinato o desaparición de miles de pobladores. Aunque en la era Bolsonaro no ha sido posible la cuantía de esos hechos alevosos, que han aumentado a ojos vistas, se sabe que sólo en el 2016 hubo 118 crímenes cuantificados, aunque se habla extraoficialmente de cerca de 400. Esto sin contar con los centenares de suicidios por no soportar las duras condiciones de esclavitud a que son sometidos por los capataces de compañóas locales y foráneas, y la muerte de miles de niños menores de 5 años por causas diversas, como la desnutrición infantil.
El mayor número de víctimas por la acción de sicarios y hacendados, 44, fue registrado en la región de Roraima en el 2016, entre el pueblo Yanomani, que en ese año contabilizó 59. En Mato Grosso do Sul, donde viven los Guarani-Kalowá. fueron 18 las muertes. Otros estados escenarios de crímenes, que aún continúan, son Ceará y Maranhao.
Con Bolsonaro el número de asesinatos de indígenas sigue aumentando, en los que desde antes de llegar él al poder están implicadas tres bancadas que son mayoría en el desprestigiado Congreso: la de la bala (defensores de asesinos y torturadores; la de la biblia, integrada por comerciantes evangélicos que impulsan el negocio religioso; y el de los terratenientes, que alimentan a sus latifundios con la aprobación de tierras fiscales.
O sea, sectores que se complementan en el saqueo del Estado, el robo de tierras y la promoción de parlamentarios corruptos.
A esta excrecencia pertenece Bolsonaro, tan despreocupado con la salud de un pueblo que se infesta y muere por la COVID-19, como por el asesinato o la desaparición de la población autóctona indígena.
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