La chatarra satelital de Elon Musk invade la atmósfera
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Chatarra espacial de Elon Musk en la atmósfera ANSA
Una catarata de satélites Starlink está atravesando la atmósfera terrestre y solo en el mes de enero, 120 de ellos han regresado, ya al final de su vida operativa, a un ritmo de cuatro por día.
Se trata de un proceso necesario que corre el riesgo de amenazar la atmósfera, y que apenas está empezando: desde 2018, SpaceX de Elon Musk ha colocado más de 7.000 satélites globales de Internet en órbita terrestre, que caerán gradualmente hacia la Tierra para ser reemplazados por satélites de nueva generación.
A estas hay que añadir todas las demás mega constelaciones en proceso de despliegue.
El riesgo surge porque, al reingresar a la atmósfera, los satélites se queman y se desintegran antes de tocar el suelo para minimizar el riesgo de desechos espaciales, pero al hacerlo liberan polvo metálico contaminante, como óxido de aluminio, que corroe la capa de ozono.
"Los Starlinks están hechos principalmente de aluminio, que cuando el satélite se evapora permanece en lo alto de la atmósfera", explicó a ANSA Alberto Buzzoni, astrónomo del Instituto Nacional de Astrofísica.
"Y lo mismo ocurre en el momento del lanzamiento, ya que los propulsores que utilizan los cohetes, sobre todo los sólidos, están basados ;;en óxido de aluminio".
"Sin embargo -continúa- cuando hablamos de clima y atmósfera siempre nos encontramos ante un sistema caótico y extremadamente complejo, por lo que es difícil hacer predicciones sobre las consecuencias de estos fenómenos. Por ejemplo, sabemos que las partículas de aluminio hacen que la atmósfera sea más brillante, como muchos pequeños espejos", señala el investigador del INAF.
"Reflejan, por tanto, una mayor cantidad de luz solar, enfriando la atmósfera, con una acción opuesta a la del efecto invernadero".
Un estudio publicado en octubre de 2023 en la revista de la Academia Estadounidense de Ciencias, Pnas, ya encontró evidencias de que la desintegración de los satélites deja rastros persistentes en la atmósfera: en muestras recogidas por un avión, los investigadores encontraron que el 10% de las partículas contienen aluminio y otros metales procedentes de satélites y cohetes.
Otro estudio, publicado en junio de 2024 en Geophysical Research Letters, encontró que la concentración de óxidos de aluminio en la atmósfera se multiplicó por ocho entre 2016 y 2022. Esto es comprensible, ya que la desaparición de un solo satélite Starlink de primera generación produce alrededor de 30 kilogramos de óxido de aluminio, que luego puede persistir durante décadas.
"Hoy en día, las re-entradas están dominadas por los satélites Starlink por una clara cuestión de números, son la población dominante en el contexto general de los satélites en órbita", explicó a ANSA Gianluca Masi, astrofísico y director científico del Proyecto Telescopio Virtual.
"Se trata de una criticidad que puede representar un obstáculo importante para las observaciones astronómicas -prosigue-, sobre todo en ciertos momentos de la noche y del amanecer".
El re-ingreso de un número cada vez mayor de satélites se debe también a los efectos del ciclo solar, ahora en su máximo.
"La actividad solar, de hecho, hace que la atmósfera se hinche más", comenta Buzzoni, "hasta el punto de alcanzar la altitud a la que se encuentran los satélites en órbita baja alrededor de la Tierra, frenándolos. Esto es bueno, porque de esta manera la atmósfera actúa como un barrendero de basura espacial".
En cualquier caso, los 120 Starlink que regresaron el mes pasado ya no son un caso especialmente llamativo: "Esta es ahora la situación normal -concluye el astrónomo- y el ritmo de re-entrada probablemente se mantendrá similar durante todo el año".
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