Geopolítica: El dólar y la sombra del ángel del fin de los tiempos
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El sistema de monedas vinculado a las reservas de potencias mundiales es uno de los elementos que provienen del colonialismo. Se trata de un elemento que en su momento fue ejercido por el Imperio Británico y que desde 1944 con la Conferencia de Bretton Woods lleva adelante Estados Unidos. De hecho, se reconoce ese momento como el inicio de la Pax Americana o el dominio global de Washington sobre el sistema mundial del capitalismo. El declive de Londres se dio en medio de las condiciones impuestas por una guerra con Alemania que se llevaba el grueso de las reservas en la compra de recursos para la resistencia y la fabricación de armas. Tras décadas de gobierno incontestable del dólar como divisa mundial se han dado condiciones que ponen en entredicho ese fenómeno y que dan paso a movimientos en el contexto de la economía global. El ascenso de China como taller del mundo y principal socio comercial hace que en algún momento sea necesario modificar el mecanismo de equivalencia entre una mercancía y otra, debido a las interferencias que la política puede realizar en los procesos de intercambio propios del empresariado.
La caída del dólar no es solo una cuestión de ciclos de crecimiento del capital, algo que está estudiado por las academias y que establece que existen periodos de acumulación y de decrecimiento o contracción; sino que en la propia naturaleza de este proceso se dan contradicciones que lo complejizan. Por ejemplo, China es la otra cara de la economía norteamericana al ser el principal depositario de las divisas en dólar. Ello significa una vulnerabilidad para ambos países y una interdependencia que va en contradicción con las visiones ideológicas que se asoman a menudo en los medios de prensa como enfoques en apariencia fundamentales. ¿Pesará más la economía a la hora de regir las leyes entre ambas potencias o al contrario los caprichos surgidos de las ideologías y los partidismos? Ya Javier Milei antes de su llegada a la presidencia de Argentina había prometido no comerciar con China, pero el pragmatismo lo ha hecho orbitar en torno a la necesidad de estar en esa misma frecuencia con Beijing. Ese fenómeno que no solo atañe a la política sino al de los ciclos de crecimiento del capital se inscribe con fuerza en las naciones y determina el movimiento de las fuerzas hacia determinado espectro. El mundo en consecuencia se ha repolarizado y se pueden ver claramente dos opciones, una en ascenso y la otra en franco descenso. A Occidente le va quedando la aplicación de políticas de orden cultural y financiero, que no por ser de poderío temporal dejan de ser eficaces y de otorgarles tiempo a las élites. La lucha entre las opciones se da no como en el pasado en lo militar y lo político, sino sobre todo en la batalla cultural que en estos momentos divide el espectro.
Occidente se ha enfrascado en un camino que intenta deconstruir desde una posmodernidad tóxica al sujeto que por siglos ha sido determinante en el crecimiento de su propia economía: el ser humano. Los mecanismos de control social pasan por el desmonte de elementos como las leyes del sistema liberal de gobierno y de los estados de bienestar del mundo europeo. En ese mismo orden, Occidente ha dado la tarea a determinados grupos sociales y causas de índole burguesa de servir de ariete frente a los adversarios. Y por ello tenemos una pseudocultura de la diversidad que, a la par que se declara súper inclusiva, niega el derecho fundamental de los pueblos y personas al libre pensamiento y la identidad cultural. La pérdida de la soberanía es la piedra de toque del proyecto de la élite y ello se da tanto a nivel de grupos sociales, como individual e incluso nacional. Se está deconstruyendo a Europa y de ahí a sus derivados mundiales como la propia cultura cristiana de los países latinoamericanos. En ese mecanismo, en apariencia diverso, anticolonial, inclusivo, se encierra un proyecto de poder basado en el uso de las tecnologías de vigilancia digital y del terror. El futuro, según nos lo quieren vender los tecnócratas de Sillicon Valley, es el de la inteligencia artificial, la reducción de la población humana, la automatización, la nanotecnología, la edición genética y el transhumanismo. Para ello están trabajando y en eso basan su mantenimiento como élite global frente al empuje de otras oligarquías. ¿Quiere eso decir que ya hayan triunfado? El uso de las Olimpiadas de París como una plataforma de difusión de esas ideas es más que evidente y nos demuestra lo urgidos que están de realzar su paradigma de civilización antes de que otros proyectos se concreten. De hecho, la guerra proxy en Ucrania tiene como objetivo desgastar y demorar el crecimiento del otro polo, así como conseguir condiciones de negociación que favorezcan a Occidente.
La nueva polarización no es como la que se vio en el siglo pasado, ya que atañe a todas las cuestiones de la vida. si gana el proyecto de Occidente, las tecnologías convergentes están preparadas para niveles de invasión sin precedentes de la privacidad y por tanto para un barrido total de las libertades básicas. El neuralink de Elon Musk es la visión de un empresario que sabe que a partir de implantar un ship en el cerebro de las personas podrá monitorear los pensamientos y de manera eventual incluso editarlos. El globalismo no solo es la esencia de un gobierno mundial, sino la concreción de un sistema de pensamiento en torno al hombre que se desprende de la crisis última de los mecanismos occidentales de hegemonía. O sea, es una expresión de la crisis del dólar, que ya no puede sostenerse por mucho tiempo como divisa y equivalencia de valores, no solo en el plano de las monedas, sino incluso en el de los valores humanos, la moral, la construcción de los proyectos de vida y de desarrollo. Por lo cual la pelea es mucho más seria de lo que pensamos y se determina a partir de actores que están presentes en todos los planos y no solo el de la guerra tradicional ya sea por las armas o la vía de la diplomacia.
¿Quiere todo esto decir que el mundo gobernado por la cultura no occidental será más democrático? Eso está por verse, las potencias emergentes tienen un diseño industrial que diverge poco del modelo establecido por Occidente hace siglos, de hecho, se basan en la existencia de un crecimiento ilimitado sobre recursos limitados y tal es la esencia de la crisis ahora mismo. La humanidad posee una naturaleza que requiere de combustibles, de alimentos y además se ha organizado en torno al mercado. De ahí, las derivaciones en el correlato de la política. China necesita de grandes extensiones de personas que compren sus productos, a la vez busca que en esas naciones haya estabilidad para que se propicien las relaciones de intercambio. Otros países, como la India o Sudáfrica están en un proceso de ascenso regional y no solo no comparten la política de decrecimiento de Occidente, sino que ven en ello un freno a su existencia como entidades nacionales. Por lo cual, el nuevo colonialismo es la antinatalidad que representa la avanzadilla occidental. ¿Cómo piensa Occidente imponer sus medidas de decrecimiento? A través del uso de la divisa y de los fondos que son tan necesarios en los países en vías de desarrollo. De manera que, si no se aprueban las leyes que les interesan a Soros y compañía, aumenta la deuda externa y se dificulta el acceso a los créditos en el sistema financiero internacional. Pero la política de sanciones posee como debilidad la propia debilidad industrial de Occidente.
Salirse del sistema financiero es totalmente posible a partir de que el volumen neto de comercio se hace con China mayormente y no con Occidente, por lo cual la supervivencia de los pueblos queda asegurada a partir de los recursos. Y es que se nos olvida que el dólar es una entelequia o sea una convención que no necesariamente expresa el precio real de algo. Y por ejemplo en la frontera con China ya el yuan es la divisa fundamental de intercambio. La extensión de la Ruta de la Seda es un mecanismo que impone condiciones de comercio en las cuales no necesariamente sería el dólar la divisa a utilizar. De hecho, en la frontera entre India y China se están haciendo negocios industriales a gran escala y se está pagando con petróleo directamente. Otro tanto ha hecho Rusia para evadir las sanciones. Y contra eso Occidente no puede, ya que se escapa de las operaciones de su sistema financiero. Los trueques son formas de comercio elementales que no pueden ser ni siquiera monitoreadas por los mecanismos de control ya que aluden a esencias diferentes en cuanto a tecnología e intenciones en el marco de la geopolítica. En ese orden de cosas, las sanciones de Occidente se vuelven un boomerang que no impactan en el enemigo, sino que ahogan a las propias poblaciones, tal y como está pasando con Europa y el ascenso del costo de la vida para el común de los ciudadanos con el cierre de los negocios con Rusia. Lo que está pasando es que la crisis del dólar está afectando la propia política doméstica y generando que los bandos en pugna por el proyecto global intensifiquen la lucha. Eso es lo que está sucediendo en los Estados Unidos donde por un lado existe una oligarquía más volcada hacia los intereses externos del mundo financiero y de la extracción de recursos para sostener el poder del dólar y otra que prefiere centrarse en el interior de la nación y en el uso de los espacios tradicionales de hegemonía como América Latina. Eso explica la existencia por ejemplo de un Donald Trump, que no es alguien desligado de los lobbies de poder ni de la procedencia de los verdaderos valores que rigen a la sociedad norteamericana o sea el corporativismo y el empresariado.
Las elecciones en los Estados Unidos son un parteaguas que definirá la dirección del mundo en los próximos diez o quince años, los cuales a su vez verán el ascenso de otra forma de poder global. Queda por verse si, como se vislumbró en la ceremonia del cierre de las Olimpiadas de Francia, el ángel del fin de los tiempos se adueña del planeta y le impone su lógica terminal de decrecimiento y oscuridad o si se tiene acceso a formas alternativas de poder que no serán las mejores, ni las más humanas, sino solo diferentes en algunos aspectos a Occidente.
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Jorge
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