Geopolítica: Los BRICS y el nuevo siglo
especiales
La Cumbre de los BRICS es uno de los sucesos que estarán moviendo la política exterior este año. De ser un grupo de naciones que estaban buscando una alternativa financiera a los problemas de la humanidad, se han convertido en el centro por excelencia en el cual se halla una estabilidad monetaria y políticas firmes de desarrollismo. Y si bien los BRICS no tienen aún una manera unificada de actuar, es visto como una oportunidad por la mayoría de las entidades estatales a nivel global que no poseen relaciones directas con las políticas globalistas occidentales o que no están beneficiadas por ello. Por ende, el grupo más que un mecanismo económico es un actor geopolítico que con el tiempo tendrá la capacidad de retar en todos los órdenes a Occidente. Por ahora, el presidente Putin ha dicho que no se trata de una alianza militar ni de una unificación con un fin meramente político. La presidencia de Rusia dentro de dicho grupo ha marcado la tendencia fundamental hacia un multilateralismo que pasa por la concreción de políticas globales diferentes a las que hasta entonces se han visto en materia financiera y de acceso a créditos para el desarrollo. Lo que parece venir es más de lo mismo, o sea la consolidación de una manera de entender el mundo no ya desde el dólar, sino a partir de la creación de bienes y del peso real como parte de la economía comercial.
En este encuentro de aliados económicos se espera la incorporación de otras naciones en desarrollo, las cuales van a complementar la economía de las que en un inicio conformaron el grupo. No solo se trata de el contrapeso de Occidente, sino de pensar en un mundo diferente posterior a la OTAN o sea una lógica en la cual no esté presente el despojo a partir del manejo arbitrario de los activos financieros, sino el acceso a materia crediticia en condiciones competitivas y realistas. En este sentido hay que recordar que el BRICS no es un grupo como el CAME en el pasado, sino que sus mecanismos de mercado poseen el entendimiento de la rentabilidad, pero desde una óptica no contaminada con la visión del dólar como sancionador. En este sentido hay que recordar cómo los propios políticos norteamericanos han hablado del impacto negativo de la política de sanciones en torno a la moneda y cómo ello ha estimulado el crecimiento de alternativas que afectan el poder de las élites occidentales. Dicho en otras palabras, que el dólar no posee todo el peso específico para seguir rigiendo el mundo y, si bien el abandono de esa zona puede ser traumático, a largo plazo es beneficioso para los que lo acometan pues saca a los países de una órbita tóxica e insegura en la cual ya no está rigiendo el mercado y sí las ideas caprichosas de los grupos de turno.
Los BRICS son un grupo que busca crecer, el CAME era de subsistencia y de resistir a Occidente cuando tras la Segunda Guerra Mundial se les impuso un bloqueo a las emergentes naciones del este. Los BRICS buscan el contrapeso, pero con el aumento del volumen del PIB y de las exportaciones, es por ello que las limitantes para entrar al grupo están dadas por los números económicos y no tanto por el tema de la geopolítica. Además, las naciones que integran este cónclave no están aún en condiciones de enviar un reto a los Estados Unidos de manera frontal, sino que buscan en lo posible coexistir, pero despegarse de los aspectos del sistema financiero que las dañan. Es por eso que se trata de una medida de pura necesidad, antes que una de franca oposición al régimen monetario internacional. Pero lo cierto es que, teniendo en cuenta el peso de las economías del BRICS, el futuro se está moviendo hacia dicho polo a manera acelerada, a la vez que Occidente se desindustrializa y pasa a ser comprador de las riquezas industriales de China. La situación hoy de los Estados Unidos, encerrado en sus fronteras y con graves problemas internos, hace que ni su política ni su economía le envíen mensajes claros al mundo sobre su liderazgo. Y eso es algo que reconocen los propios políticos de derecha de ese país como Trump.
La situación con las elecciones en los Estados Unidos no solo es una variable que pesa en la construcción del poder en el nuevo siglo, sino que va a pasar factura al sistema de alianzas internacionales y de tratados que ya son una camisa de fuerza para los europeos, por ejemplo. Más allá de las guerras y de los presupuestos para la defensa, la OTAN es un mecanismo de dominio que se muestra obsoleto y de altos gastos para las esferas de tipo globalista en Occidente. Países como Polonia están aumentando su presupuesto militar ante la inminencia de un corte en los dineros que provienen del Pentágono y la paranoia antirrusa de las clases dirigentes de este país. Si bien los medios occidentales alabaron las medidas que subieron el gasto en armas del gobierno de Varsovia, en realidad ese detalle es solo algo que evidencia que Europa está buscando seguridad y soberanía en sí misma y lejos de Estados Unidos.
La cumbre va a demostrar la posibilidad de una multipolaridad en la cual no cuentan los arsenales militares sino el número de crecimiento económico y, por ende, de forma paradójica, la forma en que el BRICS entiende la cuestión política está más dentro de los cánones del mercado clásico del desarrollo exponencial y no en el marco de las potencias globalistas que se hallan en un umbral de decrecimiento.
Cuando pasen estos hechos, se estará muy cerca de las elecciones norteamericanas donde dos bandos bien conformados se disputan la entrada en el poder. En realidad, cada uno de los proyectos son ideas que están impugnadas por la realidad de un mundo multipolar que se ha impuesto primero mediante la economía y ahora a partir de las lógicas de integración que no dependen de los acumulados de favoritismo en el orden de las ideas globalistas occidentales. Rusia está liderando un despertar de los viejos imperios en el cual no solo existe posibilidad de crecimiento, sino que implica una renovación del sistema aún dentro de las lógicas del capital.
Si gana Kamala lo que se puede esperar es más oposición al BRICS de forma infructuosa en la cual no se logrará frenar ni la integración ni la fuerza de las naciones que son puntales. Si triunfa Trump, se traza una línea extremista e impredecible de política exterior marcada por el chovinismo y la irracionalidad que en verdad es una variable más del globalismo anglosajón decadente y violento. El BRICS en todo caso tiene todo de su parte, incluyendo la disuasión a partir del peso de sus potencias centrales. Cualquiera que crea que el mundo tal y como se conoció en el siglo pasado se va a mantener, está equivocado. En realidad, se está a las puertas de una reconformación de los poderes que requiere de un nuevo pacto social global y de una gobernanza renovada, los cuales no se logran sin la presencia de aquellos que podrán marcar la pauta económica en la ya no tan lejana segunda mitad de este siglo XXI.
Comentarios
Javier Hernández Fernández
Añadir nuevo comentario