¿Quién nació primero: la bola de helado hueca o la croqueta rancia?
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Foto: CubaSí
Bien pude haber empezado por “la gallina o el huevo”, pero no es esa la disquisición que necesito para mostrar cómo una manifestación de iniquidad puede contradecir el espíritu de desarrollo que urge fomentar entre los productores, proveedores y consumidores.
Para nadie es un secreto que las transformaciones innovadoras y profundas que implementa el país en la nueva Estrategia Económica y Social, no forman un listado de tareas independientes, sino un conjunto de adecuaciones que se acometen en las condiciones actuales, cada una en su escenario.
Sin embargo, permanentes cortinas de humo se ciernen sobre ideas buenas y bien pensadas para el propósito de crecer como sociedad, pues existen manos negras que entorpecen todo el tiempo su feliz desenvolvimiento.
Una de esas cortinas es el famoso helado que se expende en el Coppelia. De un precio a otro, y a otro, para terminar estandarizado bola por bola, especialidad por especialidad. Pero, ¿y la calidad?
No nos confundamos, no hablo del hielo intercalado nadie sabe por qué entre la cremosa fórmula helada. Me refiero a otros controles que deben cumplir una norma, un peso y una eficiencia en el servicio. Si una ensalada consta de cinco bolas, por qué el consumidor tiene que pagar por ellas cuando en realidad el que las sirvió se encargó de colocarlas vacías.
No debe ser por la velocidad olímpica a la hora de satisfacer nuestras ansias de sofocar el calor en la paradigmática Catedral del Helado. Nada de eso. ¿Recuerdan la fábula del conejo y la tortuga? Pues genes de quelonio debe de tener el atlético despachador.
Solo queda pensar en una actitud irresponsable, insensible, oportunista e ilegal. Además de la anquilosada falta de control y poca cultura de los “deberes y obligaciones del vendedor” (Otra cortina de humo es ver solo la arista de la Protección al Consumidor).
Igual sucede con algunas de las croquetas que expende la red minorista de comercio, en empaques dudosos, con fecha de fabricación borrosa, y calidad lamentable.
Cierta parodia de hace algunos años hablaba de “las croquetas que se pegan en el cielo de la boca”, y conversando con un querido Chef lo comprobamos: “las mejores croquetas, en su receta básica, tienen ingredientes insustituibles para su textura y sabor, de lo contrario, solo será un engrudo incomestible”.
Si mi abuela fuera la dueña de las “croqueteras” cubanas tendría en su almacén buena cantidad de aceite, harina, mantequilla, sal, pan rallado, especias como perejil y nuez moscada; y -claro está- géneros cárnicos. ¡Ni un gramo menos!
Que nadie lo dude, los desafíos actuales en relación con sus propias circunstancias económicas aupadas por la crisis y la incidencia de la COVID-19, genera entre las autoridades cubanas la toma de decisiones en un grupo de ámbitos, en especial, la vida económica y su repercusión social.
En este sentido, las fórmulas y disposiciones con las que el país ha procurado funcionar frente a las incidencias del bloqueo y las interacciones con sus socios comerciales, no han permitido sostener e incrementar las distintas necesidades estructurales que la realidad nos impone como país.
Justamente, la Estrategia aprobada por el Buró Político del Partido Comunista de Cuba el pasado mes de julio, llevada luego al Consejo de Ministros, supone la ardua y sostenida preparación de los órganos de dirección que necesariamente tienen que interactuar con sus medidas para que su implementación tenga los resultados esperados.
Y entre ellos, la Tarea Ordenamiento necesita de un constante análisis de su ejecución, no solo para satisfacer esas cuestiones económicas que pertrechen a la empresa estatal socialista, la pongan a competir y la desarrollen; sino además al sector privado.
No importa si algún debate referido a los nuevos precios tiene una justificación económica, lo que realmente trasciende en la sociedad es la responsabilidad que tenemos todos con la calidad, la cultura del detalle, el cumplimiento de los códigos éticos junto a los económicos y el respeto a quienes gustamos de un buen servicio.
Ojalá a nadie se le ocurra vender ensaladas de croquetas heladas en el Coppelia, o panes rellenos con bolas huecas. ¡Cuánto disgusto para el estómago! y para el bolsillo.
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Giny
Lucumí
andy
UNA TARDE DE NOVIEMBRE
Carlos R. Casas Torres
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