¡Qué linda, si parece una mujercita!

¡Qué linda, si parece una mujercita!
Fecha de publicación: 
6 Agosto 2022
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Imagen principal: 

Foto: Getty Images

En un videoclip de cuyo nombre no puedo ni quiero acordarme, muchachas muy jóvenes bailaban al ritmo de la música sobre una azotea.

Una imagen bastante común en este tipo de audiovisuales, sobre todo cuando de reguetón se trata. Lo que salía de lo usual dentro del grupo era una muchachita que no parecía llegar ni a los quince años, por su cuerpo de casi niña, y quien, sin embargo, bailaba con movimientos y gestos absolutamente provocativos.

Parece que, precisamente por lo poco común de que una casi niña bailara de esa forma, había sido ubicada en el centro focal de la coreografía, algo así como la carta ganadora.

¿Pero quién estaba ganando?

Es casi seguro que estuviera participando allí con autorización de sus padres, quizás hasta se encontraban presentes durante la grabación del video, y es probable que cuando fue estrenado, la familia hiciera coro frente a la pantalla reventando de orgullo por lo linda que se veía la niña; porque era la mejor y acaparaba todas las miradas.

¿Miradas de quiénes?, ¿miradas para qué?

No son pocos los psicólogos, los expertos en comunicación social y también en otras disciplinas, los que se han pronunciado en los últimos tiempos acerca de la hipersexualización infantil o erotización temprana.

Aunque el fenómeno no parece tan reciente, es al comenzar este siglo XXI que el término queda así acuñado para definir la sexualización de posturas, vestimentas y expresiones corporales consideradas demasiado precoces.


Foto: tomada de guiainfantil.com

«La hipersexualización consiste en la exaltación de los atributos sexuales de una persona por encima de otras cualidades. En el caso de las niñas, niños y adolescentes, dicho fenómeno ha sido invisibilizado, normalizado e incluso legitimado a través de los medios de comunicación y las redes digitales debido al alcance a nivel social y cultural que tienen en la actualidad», así lo sintetizan los máster Livania Fuentes Moreno y Roilán Rodríguez Barbán en un artículo sobre el tema publicado en la revista Sexología y Sociedad.

Por su parte, la Doctora en Ciencias Sicológicas Patricia Arés Muzio comentaba al respecto que «la sexualidad es propia de todos los seres humanos, desde los más niños hasta los más grandes, siempre y cuando la entendamos como todo lo que involucra a nuestro cuerpo, su autoidentificación, cuidado, uso y respeto. Entonces, de lo que se trata, cuando hablamos de erotización precoz o hipersexualización de la infancia, es de la manera en que se impone un erotismo adulto en la sexualidad de los niños y adolescentes, un fenómeno cada vez más frecuente y que provoca un desfase entre las diferentes áreas de desarrollo; es decir, puede adoptar conductas o comportamientos de los adultos, cuando se tiene una mente aún inmadura para procesar esa experiencia».

Sin pretender una aproximación científica a este delicado y preocupante asunto, quizás valdría comentar que es probable que una parte de los adultos que incentivan estas conductas y modos de proyectarse no lo hacen con la intención explícita y calculada de exaltar los atributos sexuales de sus hijos, o cualquiera sea el parentesco.

Y ahí está también uno de los riesgos. Muchas veces estimulan ese fenómeno, sobre todo en las niñas, «porque se ven tan monas...». Así, al menos, escuché exclamar a una conocida que acababa de pagar a su hijita de 11 años un servicio de manicure para ponerle unas largas uñas postizas. «A ver, mima, enséñaselas. Mírala qué linda, ¡si parece una mujercita!», aseguraba arrobada la mamá.


Foto: internet (detalle)

Pero ¿por qué tiene que parecer mujercita una niña de 11 años? Con esas incómodas uñas postizas le será difícil usar sus manos en todo lo que una niña las emplea: en primer lugar, para jugar.

En casos como este, los adultos lo hacen por imitación, porque otras amiguitas lo llevan, o porque consideran que es bonito o moderno. En otros, simplemente, se desentienden de lo que su hija o hijo prefiere, de los modelos que quiere imitar.

Pero lo más torcido de este asunto no es que se sientan incómodas con uñas o pestañas postizas, o que apenas puedan inclinarse por llevar una ropa tan corta y ceñida; tampoco que sea una pena que la frescura de esos labios infantiles quede oculta tras el artificio de brillos y pinturas.

El problema es que, sin pretenderlo los adultos y sin saberlo los menores, están siendo violentados. Se violenta su normal desarrollo al apresurar etapas y procederes correspondientes a otros momentos de la vida. 

«Hay una construcción de esa feminidad que se estereotipa y la niña o la adolescente, al no sentirse cómoda con esas atribuciones que se le han impuesto, crea un ruido en la conformación de su propia identidad, es por esto que también es considerado un acto de violencia», refería la doctora Isabel Moya, quien fuera una autoridad en este y temas afines.

A la vez, con ese empeño en que parezcan lo que aún no son, se les está enrumbando por el camino de sobrevalorar la apariencia y pueden llegar entonces episodios que abarcan desde problemas con la autoestima, ansiedades y depresiones por no llevar tal short de marca, hasta por inconformidades con su imagen corporal, que quizás no es lo suficientemente delgada como tal modelo o cantante.

Cabría entonces la posibilidad de que asomaran padecimientos como anorexias, bulimias o ejercicios excesivos que atenten contra su desarrollo.

Y si lo dicho fuera poco, queda uno de los más torvos perfiles de este asunto: habrá miradas que se detengan en esos atributos sexuales realzados por vestimentas o bailes provocativos, y su intención podría ser bien ajena a solo contemplar «qué mona luce la niña».

La culpa no es del totí

Este fenómeno de apresurar actitudes y comportamientos de marcada sexualidad a edades tempranas tiene lugar a escala planetaria. La globalización, las tecnologías, la publicidad y el capitalista empeño de vender, siempre vender a toda costa, lo mismo ropa, que música, que modos de vida, son algunas de las condicionantes que andan desdibujándoles a los menores su derecho a ser niños y no malas caricaturas de mujercitas y hombrecitos.

Es así que resultan expuestos a mensajes, costumbres, ejemplos, símbolos, conductas con altas cargas de erotismo que bien poco tienen que ver con sus necesidades y expectativas infantiles.

Cuba, aun con su particular realidad y con las aspiraciones de proyecto social que le distinguen, no está al margen. Como tampoco lo está de esa cultura patriarcal que, a pesar de tantos empeños, continúa esperando de la mujer que sea bella, sensual, deseable.  

Por eso esta hipersexualización afecta en todas las geografías en particular a las niñas más que a los niños.

Pero «los riesgos no solo están en los medios digitales; para ellas y ellos, el peligro de crecer bajo la falsa creencia de que el éxito personal y social está vinculado únicamente a la imagen y a la mirada de otras personas, puede restar autonomía a su desarrollo personal y desdibujar fronteras entre etapas vitales de su crecimiento, además de suponer la imposición de una sexualidad adulta que no corresponde a su edad», consigna el artículo ya citado.


Foto: Internet

Desde muñecas —que igual parecen mujercitas y no bebés para ser acunados—, videojuegos, animados, películas y también ciertos géneros musicales abonan este terreno de la erotización precoz en el que los padres y los adultos todos responsabilizados con el cuidado de los menores no tienen el derecho a ser ingenuos o irresponsables.

La investigación Propuestas de acciones para la prevención sociocultural de la hipersexualización infantil, de un colectivo de autores de la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara, revelaba que «los niños y niñas de segundo grado de la escuela expresan que la música que escuchan en sus casas es de cantantes reguetoneros nacionales como: Chocolate, El Chulo, El Centenal, Jacobo Forever y El Negrito y el Coquito, y otros internacionales como: Bad Bunny, Ozuna, Wisin, Becky G., Yandel. Solo la minoría mencionó que le gustan las canciones infantiles de Lidis Lamorú y de la Colmenita. Las canciones mencionadas por los niños(as) como las que más escuchan son: Yo perreo sola, de Bad Bunny; Bajanda, del Chulo; Dile, de Jacobo Forever; Tusa, de Karol G., entre otras; aunque les da pena bailar en público, sobre todo a los varones».

Habría que ser más exigentes, y en primer lugar los decisores, que incluyen a maestros y directores, para evitar que en la escuela, el círculo o en la actividad infantil comunitaria les pongan música que no es para su edad, aunque a veces son los propios padres quienes animan los cumpleaños infantiles con esas canciones. Habría que evitar a toda costa su exposición a audiovisuales portadores de esos mensajes.

Porque sus modelos a seguir no pueden ser la chica que más provocativamente menea la cintura, o aquella otra cuyo pecho casi al descubierto roba todas las miradas. 

No hay que ser un experto en cuestiones del ciberespacio para tropezarse con fotos y videos que los propios menores suben, o lo hacen sus parientes, donde posturas y vestimentas provocativas lo menos que mueven es a la ternura.

Y si de fotos en particular se habla, no puede faltar aunque sea una mínima mención a las llamadas fotos de quince —se es menor de edad hasta los 18. Conservo intacta mi estupefacción cuando aquel padre mostraba orgulloso las imágenes de su hija quinceañera entre las que aparecía tendida sobre una piel que solo cubría a medias su cuerpo aparentemente desnudo, y aquella otra en que asomaba, también supuestamente sin ropa, detrás de una cortina de baño.


Tomada de un álbum de quinceañera (detalle). Foto: tomada de Facebook

¿Ingenuidad, aparte de mal gusto? No se puede educar desde la ingenuidad, y siempre se está educando, hasta cuando se toma o permite tomar una fotografía.

Muchos son los imperativos y prioridades del presente, pero no por eso lo relativo a nuestros hijos queda relegado. No por gusto el nuevo Código de las Familias, que pronto será llevado a referendo, aboga por una mayor responsabilidad de los padres y cuidadores, por cada vez mayor respeto a los derechos de los menores.

De este tema de la hipersexualización infantil no quedan agotadas todas las aristas, pero, al menos, queda subrayado el llamado a no seguir acortando la infancia de nuestras niñas convirtiéndolas en mujercitas recortadas.

Comentarios

Y todo eso se agravará si comienzan a enseñarle la ideología de género desde la escuela misma.

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