¡Que cosa la costurera!
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Y si lo hace con el ritmo y la gracia de Van Van, mucho mejor, aunque últimamente, pareciera menos común recurrir y aprovechar este oficio tal cual llegó, por ejemplo, hasta la infancia de quienes nacimos en los 80.
Las primeras imágenes que me vienen a la mente son en mi propia casa: la Singer, la Chaika y dos mujeres, mi madre y mi tía, que volaban entre una y otra. Así se vistió la niña que fui con prendas verdaderamente exclusivas.
En casi todas las familias había alguna costurera que salvaba los apuros, y también estaban las que se dedicaban profesionalmente a esta labor, con medidas, moldes, día para entallar... En muchos países se celebra cada 14 de octubre el Día Mundial de la Costurera para agradecer la creación y el detalle.
Coser es un oficio y también un arte que no todos tenemos el don de realizar, así que agarremos aguja, hilo y dedal, para dar algunas puntadas a través de la historia y las curiosidades de las costureras; tómelo como un homenaje a las que no dejan morir esa habilidad y a las que nos cosieron antes el vestido de nuestros sueños (antes, cuando no comprábamos todas las cosas hechas en los mercados).
Desde las pieles de animales hasta el desfile más refinado de Victoria’s Secret, hay que recorrer en el tiempo para contar la historia de la costura. Los primeros hombres aprovecharon rápidamente los recursos naturales para elaborar ropa y protegerse del clima. Principalmente, las materias primas eran animales, como el cuero de vacas, bisontes y ovejas, que se curtían y se secaban al sol para coserlos con agujas hechas con pequeños huesos o tendones de animales. Hace miles de años, en el Paleolítico, ya se recoge el uso de agujas de hueso y marfil.
En la Edad Media, ya era «cosa de clase» tener una costurera propia para elaborar la ropa, pero, con más o menos «caché», todos tenían que recurrir a las costureras o aprender el oficio para vestir. La ropa era confeccionada pura y exclusivamente a mano, entonces la comercialización no resultaba un mercado muy rentable y las mujeres, incluso desde niñas, aprendían a realizar trabajos de confección o arreglo a mano.
En 1675, Luis XIV estableció el gremio de costureras de París, pero la vida les cambió cuando, en 1830, Barthélémy Timonnier inventó la primera máquina de coser, que daba las puntadas seis veces más rápido que la mano. Otro adelanto importante en la historia de la costura es la creación del estadounidense Walter Hunt con su máquina de punto de pespunte de dos hilos, un sistema que todavía se utiliza hoy en día.
A principios del siglo XIX, se produjo una demanda cada vez mayor de productos de moda. Por una parte, las mujeres de clase no tan adinerada entraron en el consumo y, por otra, la Revolución Industrial hizo posible que se abarataran y diversificaran los textiles y aumentaran las confecciones. Muchas jóvenes se desplazaron hacia las ciudades, y se incorporaban a talleres como costureras o trabajaban por su cuenta, ofreciendo sus servicios a las casas de los burgueses.
Estas obreras de la aguja proliferaron en la siguiente centuria como trabajadoras a domicilio, como empleadas en las recién inauguradas casas de moda o como parte del sistema doméstico de las clases adineradas. Su historia está relacionada con los orígenes de la industria de la confección, con el feminismo temprano y con la lucha de clases. Ellas fueron inspiración para las artes y la cultura popular de la época.
De hecho, no solo entre telares han hecho historia las costureras; algunas desde su arte han intentado cambiar el mundo. Por ejemplo, La Pola, una costurera colombiana llamada Apolonia «Policarpa» Salavarrieta Ríos sirvió de espía para las fuerzas independentistas criollas durante la Reconquista española, fue tomada prisionera y condenada a muerte en noviembre de 1817 junto a otros patriotas. Al subir al patíbulo, expresó: «muero por defender los derechos de mi patria». El Día de la Mujer colombiana se fijó para el 14 de noviembre precisamente en honor a esta heroína.
Otra mujer transgresora, que incluso en la ancianidad seguía poniendo alfileres y soñando trajes, fue Coco Chanel, imprescindible en el mundo de la moda. Esta diseñadora daba forma a sus prendas sobre el cuerpo de las modelos. A ella debemos el cambio de giro en el vestuario femenino, que también fue expresión de una emancipación de género: cuando parecía locura o pecado, Coco vistió a la mujer con pantalones.
En Cuba, la tradición en materia de costura es amplísima. Con el triunfo de la Revolución y el surgimiento de la Federación de Mujeres Cubanas, se creó el Sistema Nacional de Corte y Costura Ana Betancourt, y el oficio, que ya era bastante popular a través de otros métodos, adquirió entonces mayor auge. Aparecieron varias academias-talleres para formar a nuevas costureras que encontraron empleo en los atelieres abiertos por aquel entonces.
Aunque en los últimos años pareciera que las costureras se quedaban para arreglar o remendar, la actualización del modelo económico las ha visibilizado nuevamente como trabajadoras por cuenta propia, asociadas a cooperativas o incorporadas a empresas que cuentan con sus propios atelieres y van asentando marcas de mucha calidad.
Durante los meses de pandemia, vimos a muchas recalentar los pedales de sus máquinas cosiendo nasobucos, primero de contingencia, casi en serie, para la familia, los amigos, los vecinos, los centros de salud... Luego comenzaron a ensayar este y aquel modelo, porque lo de artistas no se lo quita nadie.
Con esas luces creativas, muchas forman parte de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas, herederas de mujeres como Carmen Fiol, una guantanamera que a los 92 años se cosió su propio vestido para asistir al desfile de Chanel en La Habana, o como mi madre y mi tía, que no le entran a la alta costura como Carmen, pero siguen entre las que demuestran que, si bien ahora muchos prefieren usar la ropa industrial, las costureras no pasan de moda.
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Ana margarita hernandez puentes
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